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Simon Bolivar


Enviado por   •  27 de Octubre de 2012  •  10.888 Palabras (44 Páginas)  •  316 Visitas

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SIMON BOLIVAR

En el siglo XVIII, la familia Bolívar habitaba en caracas, incipiente población situada en el Norte del continente, en un valle de clima suave, atravesado por cuatro pequeños ríos y en clavado a mil metros de altura sobre el nivel del mar. La ciudad tenía entonces entre cuarenta y cuarenta y cinco mil habitantes, contando los blancos, negros, indios y pardos, separados entre sí por un rígido concepto de casta, que había venido integrándose gradualmente durante la colonia.

Por esos tiempos, el principal de los miembros de la familia Bolívar, don Juan Vicente, habitaba en su mansión señorial de la plaza de San Jacinto. Su vida iniciada como la de tantos ricos herederos, sin otras preocupaciones que los transitorios problemas propios del manejo de su fortuna, le permitió saborear tempranamente tanto en caracas como en Madrid.

Los años transcurrieron para él en esa placidez donde naufragaba toda necesidad de cambio y las energías de la personalidad se embotan en el enervante gocé de los sentidos. Solo a los cuarenta y seis años, cuando los primeros síntomas de la senectud le dejaron advertir los inconvenientes de la soledad, comenzó seriamente en casarse. Y si se tiene en cuenta la diferencia de edad que le separaba de doña Concepción Palacios y Blanco, su futura esposa, quien contaba entonces con quince años, no puede descartarse la posibilidad de una de esas alianzas, tan frecuentes en aquellas épocas, en las cuales la influencia de las familias tenía tanta o más importancia que la voluntad de los contrayentes. Este matrimonio puede, sin embargo, considerar como feliz. Doña Concepción, a pesar de su temperamento, tuvo el talento o la virtud de no sobrepasar ciertos límites, y don Juan Vicente supo gozar con los éxitos de su mujer y se sintió siempre orgulloso de sus triunfos sociales. De esta manera transcurrieron sus vidas, probablemente sin grandes dichas, pero también sin grandes penas. En sus hijos se repartieron las características de tos do temperamentos tan distintos el uno del otro: Juan Vicente y Juana fueron tranquilos y suaves como el padre, y María Antonia y Simón, impetuosos y ardientes como la madre. Tal vez en los últimos estallaron las tendencias reprimidas en su vida por doña Concepción.

El menor nació el día 24 de Julio de 1783, y fue bautizado El 30 de Julio de 1.783, la señorial Casona de San Jacinto en Caracas, residencia de la familia Bolívar, está de fiesta. Como padrino del niño está su abuelo materno: el presbítero Félix Xerex Y Aristeguieta, y oficia con licencia como sacerdote, el primo Jerez de Aristiguieta. La ceremonia se efectúa en la Catedral en la Capilla de la Santísima Trinidad, propiedad de la familia Bolívar.

Bautizado con el nombre de Simón a solicitud de su padrino, el presbítero Félix Xerex Y Aristeguieta, quien instituyo a favor del infante un valioso vínculo, que en el futuro daría favorecida crecida renta.

Desde el momento de su nacimiento el niño fue entregado a cuidado de manos extraña: doña Inés Manceba de Miyares primero, y finalmente la esclava negra Hipólita, fiel y abnegada servidora de la familia. Todo indica que el pequeño Simón no tuvo entonces los cuidados especiales que inspiran el afecto maternal. La negra Hipólita fue la encargada de seguirlos en sus primeros movimientos y de enseñarles las primeras palabras.

La razón que justifica el alejamiento de doña Concepción de su hijo es la presentación de los primeros síntomas de la grave enfermedad del pecho que años después la llevaría a la tumba, sin embargo, ser entendida por quien habría de sufrir sus consecuencias el ni9ño Simón. Durante su infancia este alejamiento le pareció siempre inexplicable, y un íntimo y doloroso reproche se clavo en su alma, arraigándose en ella tan profundamente que ni siquiera los años lograron borrarlo, como no borran las primeras impresiones, tan cercanas de la vida inconsciente.

El fallecimiento de don Juan Vicente, ocurrido en 1786, dejo en manos de doña Concepción no solo la responsabilidad de educar a sus hijos si no la pesada tares a de administrar la fortuna familiar. Su salud en los últimos se había resentido notoriamente, empeoro con el nacimiento de su última hija, muerta al nacer. Posiblemente el peligro del contagio y el deseo de disciplinar el carácter voluntarioso de Simoncito la condujeron entonces a entregarlo a la custodia de don Miguel José Sanz, curador del niño. Entregarlo a las preocupaciones de su carrera judicial, acepto sin entusiasmo en encargo de doña Concepción. Su alma prematuramente rebelde y demasiado segura de sí misma no tardo en amargar con sus caprichos la vida hasta los momentos tranquila de don Miguel José, el cual no tardo en convencerse la inutilidad de modificar el carácter del niño, decidiendo devolver al niño a la madre haciendo para desesperación de ella los peores pronósticos de su futuro. Doña Concepción, de acuerdo con don Feliciano Palacios, opto entonces por entregarlo a la dirección de los mejores maestros de Caracas, y en esta empresa se sucedieron al Padre Andújar, don Guillermo Pelgron, el doctor Vides y don Andrés Bello.

FORMACION EDUCATIVA

Como alumno, Simón Bolívar conto durante los años de enseñanza académica con maestros reputados que guiaron su aprendizaje.

Bolívar aprendió sus primeras letra en casa del Licenciado Sanz, teniendo como maestros además del licenciado, y a medida que fue creciendo, a Andrés Bello, que le enseñaba Geografía y Aritmética; el padre Andújar y el padre Negrete, que le enseñaba Gramática Castellana; don Guillermo Pelgron, rudimentos del Latín, y sobre todo el maestro que mas influyo en su vida: don Simón Rodríguez, verdadero ductor y modelador intelectual de Simón Bolívar.

Tal era el curso de la vida de Simón Bolívar cuando murió doña Concepción, dejándolo huérfano a los nueve años, y, por voluntad de su abuelo y tutor, bajo la cercana vigilancia de Rodríguez. Este abandono entonces sus ocupaciones y se dedico de lleno a su infantil discípulo. Convencido de la necesidad de mantenerlo cerca de la naturaleza, lo llevo a la hacienda San Mateo donde habría de transcurrir unas de las etapas de la vida de Bolívar.

En los descansos obligados hablaba a su discípulo de los peligros de la naturaleza, de las reglas elementales de la higiene y le avanzaba conceptos sobre la Libertad, los Derechos del hombre, o le leía trozos de las “VIDAS PARALELAS”, DE Plutarco, para estimular, con el ejemplo de vida de los grandes hombres, los instintos de superación del niño. Además, para completar su educación, y asesorado por los peones de la hacienda, le enseño a montar caballo, a manejar el lazo y a nadar.

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