Teotihuacan

Hoy reconocida como una gran metrópoli multiétnica, donde varias

regiones geográficas de Mesoamérica estuvieron presentes, Teotihuacán a su vez irradió una gran influencia de tipo político, militar, artística, religiosa, económica y comercial, hacia esas mismas regiones geográficas, lo cual se evidencia por diferentes hallazgos de sus rastros, en sitios cada vez más lejanos, como las costas del Golfo de México, los valles de Oaxaca, el Pacífico Centroamericano, las Tierras Altas de Guatemala, el Petén y hasta el Golfo de Honduras, consideradas éstas últimas, regiones propias de la cultura maya (Nielsen, 2006:1-3)

Entre las evidencias más contundentes de esta expansión se encuentra la estela 31 de Tikal, un documento que narra un encuentro, con fechas y personajes, acontecido en esta importante ciudad del preclásico maya; entre su clase gobernante y una expedición teotihuacana, presumiblemente militar, que al final logró entronizar allá a un hijo del gobernante teotihuacano en turno.

A lo largo de los últimos años se ha estado debatiendo sobre el carácter y las formas de esta presencia teotihuacana en el mundo maya, al grado de llamar “externalistas” a quienes creen en el dominio del Altiplano, e “internalistas” a los que defienden una integridad cultural maya. Siguen sin respuesta las diversas interrogantes, como la dificultad de una empresa militar tan lejana; el papel pasivo o activo de la civilización maya ante esta ocupación y los intereses políticos y económicos de ambas partes para sostener esa presencia, entre tantos otros planteamientos (Nielsen, 2006:3,4).

Sin embargo, este debate se ha trasladado geográficamente hasta el mundo maya, como consecuencia de los primeros hallazgos de basamentos teotihuacanos talud-tablero en Kaminaljuyú, en los años 30 del silgo XX y posteriormente de estructuras y motivos similares en otros sitios como Uaxactún, Yaxhá, Amatitlán, Tikal y Copán, (Florescano, 2009:14).

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