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Yautepec


Enviado por   •  27 de Abril de 2012  •  Informes  •  5.489 Palabras (22 Páginas)  •  547 Visitas

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Capitulo I Yautepec

Yautepec es una población cuyo caserio se esconde en un bosque de verdura, atravesando las ricas y hermosas haciendas de caña de Cocoyoc, era un pueblo que presenta un aspecto original y pintoresco. Es un pueblo mitad oriental y mitad americano. táceas elevan sus enhiestas hojas sobre los bosquecillos, pero los naranjos y limoneros dominan por su abundancia. En 1854, perteneciendo Yautepec al Estado de México, se hizo un recuento de estos árboles en esta población, y se encontró con que había más de quinientos mil. Hoy, después de veinte años, es natural que se hayan duplicado y triplicado. Los vecinos viven casi exclusivamente del producto de estos preciosos frutales, y antes de que existiera el ferrocarril de Veracruz, ellos surtían únicamente de naranjas y limones a la ciudad de México. pertenecía al Estado de México, fue elevándose de un rango subalterno y dependiente de Cuernavaca, hasta ser cabecera de distrito, carácter que conserva todavía. No ha tomado parte activa en las guerras civiles y ha sido las más veces víctima de ellas, aunque ha sabido reponerse de sus desastres, merced a sus inagotables recursos y a su laboriosidad.

Capitulo II El terror

Un día de agosto de 1861, y ya el pueblo de Yautepec parecía estar envuelto en las sombras de la noche. Tal era el silencio que reinaba en él,los vecinos, que regularmente en estas bellas horas de la tarde, después de concluir sus tareas diarias, acostumbraban siempre salir a respirar el ambiente fresco, hoy no se atrevían a traspasar los dinteles de su casa, y por el contrario, antes de que sonara en el campanario de la parroquia el toque de oración, hacían sus provisiones de prisa y se encerraban en sus casas, como si hubiese epidemia, palpitando de terror a cada ruido que oían, es que a esas horas, en aquel tiempo calamitos, comenzaba para los pueblos en que no había una fuerte guarnición, el peligro de un asalto de bandidos con los horrores consiguientes de matanza, de raptos, incendios y exterminio. Los bandidos de la tierra caliente eran sobre todo crueles. El carácter de aquellos plateados, asi llamaban a los bandidos en aquellas épocas, siempre con muchos cómplices y emisarios dentro de las poblaciones y de las haciendas, y que las pobres autoridades.

Capitulo III Las dos amigas

En una casa de ahí mismo se encontraban bebiendo algo, una señora de edad y de dos jóvenes muy hermosas una como de veinte años, blanca, un poco pálida de las tierras caliente, de ojos oscuros y vivaces y de boca encarnada y risueña, tenía algo de soberbio, la otra joven tendría diez y ocho años; era morena; con ese tono suave, dibujaba una sonrisa triste, hablaban de que no se podía vivir en esa tierra, con la angustia, decía:- tenemos para vivir escondidas y sin que sepan los malditos plateados que existimos! No veo la hora de que venga mi hermano de México y nos lleve aunque sea a pie. Y le menciono a su hija, que la única manera en que esos desalmados podrían, ignorarla seria, casandose o saliéndose de ahí, y la hija le respondia, que casarse, pero con quien, la joven de piel blanca llamada Manuelita contradecía, a su madre, diciendo que era joven y se cuidaría, y asi los plateados ( bandidos), su madre pensaba que la solución, a esto es el matrimonio, ella tenia un pretendiente, llamado Nicolas, pero ella lo despereciaba, su madre insistia, mucho en que le hiciera caso, pero ella lo repudiaba. En eso iba llegando, y toco la puerta, en eso le abrió pilar, la otra joven pero de piel morena.

Capitulo IV Nicolás

Era un joven trigueño, con el tipo indígena bien marcado, pero de cuerpo alto y esbelto, de formas hercúleas, bien proporcionado y cuya fisonomía inteligente y benévola predisponía desde luego a su favor. Los ojos negros y dulces, su nariz aguileña, su boca grande, provista de una dentadura blanca y brillante, sus labios gruesos, que sombreaba apenas una barba naciente y escasa, daban a su aspecto algo de melancólico, pero de fuerte y varonil al mismo tiempo, acostumbraba, en sus visitas diarias a la familia de Manuela, dejar su caballo y sus armas en una casa contigua, para partir luego que cerraba la noche a la hacienda de Atlihuayan, distante menos de una milla de Yautepec. La señora lo miraba como a un hijo, el siempre estaba ahí cuando lo necesitaban, no solo por su interés hacia Manuelita, sino también lo hacia sin ningún interés, pero ella le hacia cada desplante, y su mama le decía, que no se diera por vencido, que siguira intentando, y haciendo su lucha y asi algún dia le correspondería, y pues nicolas le hacia caso, y el no se daba por vencido, aunque ella lo mirara con desprecio, y la que realmente hablaba bonito de el , era la otra joven, llamada Pilar.

Capitulo V El Zarco

A un costado de la hacienda de Atlihuayan, a un costado de la hacienda de Atlihuayan, un joven como de treinta años, alto, bien proporcionado, de espaldas hercúleas y cubierto literalmente de plata. El caballo que montaba era un soberbio alazán, de buena alzada, musculoso, de encuentro robusto, de pezuñas pequeñas, de ancas poderosas como todos los caballos montañeses, de cuello fino y de cabeza inteligente y erguida. Era lo que llaman los rancheros un caballo de pelea. El jinete estaba vestido como los bandidos de esa época, y como nuestros charros, los más charros de hoy. Llevaba chaqueta de paño oscuro con bordados de plata, calzoneras con doble fila de chapetones de plata, unidos por agujetas y cadenillas del mismo metal; cubríase con un sombrero de lana oscura, de alas grandes y tendidas, y que tenían tanto encima como debajo de ellas una ancha y espesa cinta de galón de plata bordado con estrellas de oro; rodeaba la copa redonda y achatada una doble toquilla de plata, sobre la cual caían a cada lado dos chapetas también de plata, el jinete estuvo examinando durante unos segundos el lugar,anduvo al paso y como recatándose por unos minutos, hasta llegar junto a las cercas de piedra de una huerta extensa y magnífica. Allí se detuvo al pie de un zapote colosal cuyos ramajes frondosos cubrían como una bóveda toda la anchura del callejón, y procurando penetrar con la vista en la sombra densísima que cubría el cercado, se contentó con articular dos veces seguidas una especie de sonido, Zarco mío, aquí estoy! –respondió una dulce voz de mujer. Aquel hombre era el Zarco, el famoso bandido cuyo renombre había llenado de terror.

Capitulo VI La entrevista

El bandido no se bajaba en ellas de su caballo. Desconfiado hasta el extremo, como todos los hombres de su especie, prefería estar siempre listo para la fuga o para la pelea, aun cuando hablaba con su

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