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50 Sombras De Gregorio- Prefacio


Enviado por   •  3 de Octubre de 2013  •  422 Palabras (2 Páginas)  •  449 Visitas

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PREFACIO

En el momento en que escribo estas líneas, Cincuenta sombras de Grey y los dos volúmenes posteriores de la trilogía de James suman la friolera de veinte millones de ejemplares vendidos en todo el mundo.

Quien no lo haya leído podría pensar que se trata de una novela erótica. Yo creo, por el contrario, que es una novela onírica que cuenta los sueños políticamente incorrectísimos que prácticamente toda mujer tiene, a la chita callando, entre los brazos de Morfeo.

En esta trilogía, algunas cosas son francamente insoportables: Anastasia, la protagonista, habla a gritos, y Mr. Grey, también protagonista, gruñe; ambos llevan invariablemente ropa de diseño exclusivo; el único fumador es el malo de la historia; Mr. Grey —un marido primerizo— muestra su cariño dándole palmadas en el trasero a su esposa en público. Son este tipo de cosas las que dan escalofríos, y no las sesiones de sadomasoquismo intercaladas con cadencia regular entre las páginas grises, negras y rojas (y muy rosas) de la novela.

Y sin embargo…

Y sin embargo, a pesar de todo, esta trilogía se lee en un soplo, o mejor dicho, en un suspiro.

Un poco porque es la representación novelada del síndrome de la enfermera de la Cruz Roja que hurga en el instinto maternal de las mujeres, y un poco porque desentierra el ideal del príncipe azul (gris) que, con toda la razón, habíamos machacado.

Pero los fantasmas, dada su naturaleza, nunca mueren; y, en efecto, al leer la trilogía se oye claramente cómo arrastran sus cadenas.

Es, pues, una especie de retorno a la infancia, a las fábulas incorrectas que nos contaron, a esas solemnes gilipolleces por las que a los niños los visten de azul y a las niñas de rosa, y a aquellas otras idioteces por las que las mujeres son frágiles y se mueren por los regalos caros.

En definitiva, un pequeño abecedario de los horrores que, aunque reneguemos de ellos con todas nuestras fuerzas, nos hacen volver a sentirnos pequeñas y bañadas en almíbar.

Ésta es la razón por la cual, a pesar de haber disfrutado con la lectura de la trilogía, me ha parecido oportuno reírme de ella, desdramatizarla, quitarle poder a su contenido conservador. La trilogía no deja de ser, eso sí, una obra maestra de sutileza psicológica aplicada al marketing en la que el lector no se aburre ni un segundo.

Pero, bueno, al final yo no he conseguido mantener la boca cerrada.

¿Cómo decíamos en mis tiempos? Ah, sí: una carcajada los sepultará.

Por lo tanto, coged una pala y un azadón, y tomad asiento en la próxima página

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