Bernardo Klisberg
bsoria21 de Mayo de 2013
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Bernardo Kliksberg: mujeres en riesgo
Publicado en El País de España, el 27 de diciembre del 2009
Por Bernardo Kliksberg
La violencia de género y la discriminación de la mujer en Latinoamérica alcanzan cifras alarmantes. La crisis actual viene a abrir un nuevo frente en la insostenible situación del mercado laboral femenino.
“Mató a su novia de 75 puñaladas y lo condenan por imprudencia”, reza el titular periodístico. El tribunal de General Roca, en Argentina, entendió que, como estaba alcoholizado, el asesino actuó de manera negligente y sin intención. La sentencia fue apelada por el fiscal. En Guatemala hubo 2.920 homicidios de mujeres en los últimos cinco años, y la Fundación Sobrevivientes, apoyada por el Gobierno, da ayuda a 18.000 mujeres que han sido víctimas de violencia doméstica. Más de 500 mujeres fueron asesinadas en Ciudad Juárez desde 1993. Cada año se reportan 100.000 denuncias por violencia doméstica en Perú. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el 40% de las mujeres de América Latina sufre violencia física, y en algunos países cerca del 60% padece violencia emocional.
Hay avances, pero la violencia de género y la impunidad continúan. En un fallo ejemplar que sentó un precedente pionero, la Corte Interamericana de Derechos Humanos acaba de dictaminar sobre los asesinatos de varias adolescentes en Ciudad Juárez: el Estado mexicano “debe encontrar, juzgar y condenar a los culpables”; remover todos los obstáculos que impiden una “debida investigación”; investigar a los funcionarios acusados de “irregularidades” en la investigación, sancionarlos y realizar un acto público de reconocimiento de su responsabilidad en honor a la memoria de las jóvenes, y erigirles un monumento para recordarlas.
Ante la gravedad de la violencia de género en el mundo (en Italia, por ejemplo, siete millones de mujeres sufrieron agresiones o maltratos al menos una vez en su vida), el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ha lanzado la campaña universal Únete para poner fin a la violencia contra las mujeres.
La violencia es uno de los campos donde hay muchísimo que hacer en discriminación de género en América Latina. Otro muy complejo y delicado es la situación de la mujer en el mercado de trabajo, como lo indica Trabajo y familia, un riguroso informe de 2009 realizado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la OIT.
La sociedad saludó el ingreso masivo de la mujer al mercado laboral. Más de 100 millones de mujeres trabajan, y ello es una fuente fundamental de dignificación, autoestima, y hace un decisivo aporte al producto bruto. Entre otros indicadores, la CEPAL ha estimado que si no fuera por las mujeres pobres que trabajan, la pobreza urbana sería un 10% mayor, y la rural, un 7%, lo que supone unas cifras explosivas en una región donde una de cada tres personas es pobre.
El 50% de las mujeres que trabajan lo hace en la economía informal, con bajas remuneraciones y casi sin protección social. La vida tampoco es un lecho de rosas para las mujeres ocupadas en empresas en la economía formal. Ganan el 70% de los hombres, deben hacer méritos muy por encima de la norma para progresar y tienen una limitada representación, menor al 20%, en responsabilidades directivas.
Al mismo tiempo, las mujeres siguen a cargo de los niños, los hogares, las personas mayores y toda la “economía de cuidado”. En México, por ejemplo, dedican a ello 50 horas semanales, mientras que los hombres, sólo 10. Ni sus cónyuges, ni las políticas públicas, ni las empresas las ayudan mayormente en su doble y agotadora jornada diaria (en el trabajo y el hogar). Entre otros aspectos, la discriminación hacia las mujeres que quieren ser madres, o lo son, sigue siendo activa. Es difícil argumentarla como suelen hacerlo algunos sectores empresariales como un problema de costes cuando, según estima la OIT, el coste de licencias de maternidad, apoyo a la lactancia y guarderías es el 2% del sueldo de las mujeres, y la mayor parte es subsidiado por la Seguridad Social.
En la crisis actual, los impactos para las mujeres latinoamericanas son mayores que para los hombres. Mitos como que el trabajo de la mujer es secundario o que su aporte al mantenimiento del hogar es marginal, ajenos a la realidad, inciden en sus altas tasas de despido y sus reducciones salariales. Además, son más vulnerables frente a la crisis porque “el funcionamiento de las instituciones laborales que protegen sus derechos es más débil, y por su menor presencia en organizaciones sindicales y en sectores que negocian colectivamente”.
Por otra parte, sus responsabilidades en hogares apretados por el aumento de la desocupación (2,5 millones de desocupados nuevos en 2009) y la pobreza (8 millones de pobres adicionales) son crecientes. Asimismo, es débil su presencia en algunos de los espacios de más peso en las decisiones económicas vinculadas con la crisis, como los ministerios de Economía y los bancos centrales.
Todos los problemas mencionados sobre la condición de la mujer en América Latina tienen respuestas posibles. Hay importantes luchas en marcha, y no pertenecen al mundo de las quimeras. Se están practicando en sociedades avanzadas como las nórdicas, en donde la sociedad apoya activamente con leyes y presupuestos a las mujeres que trabajan. Son de alto interés iniciativas como el plan para conciliar trabajo y familia que lanzó la Generalitat de Catalunya, que consta de 166 medidas y afecta a 13 departamentos. Entre ellas están: incentivos a las empresas, tener en cuenta sus récords en esta materia en las adjudicaciones de contratos, impulso al teletrabajo, flexibilización de horarios en los centros educativos e impulso a las guarderías rurales.
La impunidad, la discriminación, el machismo no afectan sólo a las mujeres. Como lo plantea la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navanethem Pillay, la igualdad de género “es esencial para la realización de todos los derechos humanos, el desarrollo sostenible y el progreso general de todas las sociedades”. La cuestión no es en América Latina un problema de las mujeres, sino colectivo; está en juego el perfil ético y la calidad de las sociedades de la región. No hay más excusas posibles, es hora de pasar de los discursos a las acciones.
No a la discriminación de género
Por Bernardo Kliksberg
Para LA NACION
NUEVA YORK
Tal vez la mejor manera de rendir homenaje al Día Internacional de la Mujer, recientemente celebrado, es preocuparse por la gran agenda pendiente. En 1979, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. Fue un enorme avance, y ha habido progresos en muchas áreas. Sin embargo, las metas de la convención están muy distantes de haberse cumplido, y la situación no da para triunfalismos.
Es lo que reflejan episodios recientes, como el arresto de 33 mujeres iraníes, hace dos semanas, por iniciar una campaña para reclamar contra las leyes discriminatorias en vigor.
Según ellas, la vida y las opiniones de una mujer tienen un valor mucho menor. Así, el testimonio de una mujer ante la justicia vale la mitad que el testimonio de un hombre. Si una mujer es asesinada, la compensación a su familia es la mitad de la que correspondería si la víctima fuera un hombre. Las mujeres no tienen derechos iguales en materia de divorcio, custodia y herencia.
También indica los atrasos la reciente negativa inicial de altos niveles públicos del Japón de reconocer el hecho, históricamente demostrado, del rapto de 200.000 mujeres de China, Taiwan, Corea del Sur y Filipinas, entre otros países, para ser convertidas en esclavas sexuales del ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial. Muchas de ellas quedaron sin posibilidades de tener niños y nunca pudieron conformar familias. "Queremos una disculpa gubernamental para recuperar nuestra dignidad" dijo Jan Ruff O Herne, de 84 años, cuando testimonió sobre el tema ante el Congreso norteamericano.
Los progresos han sido muchos y significativos, pero falta un largo camino, según señalan los datos del riguroso informe de Unicef 2007 sobre Mujer e Infancia.
Persisten la discriminación en la educación, el trabajo, el hogar y la política.
Por cada 100 niños que no reciben enseñanza primaria, hay 115 niñas que no van a la escuela. En el mundo en desarrollo, sólo el 43% de las niñas en edad de hacerlo van a la escuela secundaria. Ello va a impactar severamente sus hogares. Los hijos de madres que no completaron la primaria tienen, por lo menos, dos veces más posibilidades de no completarla tampoco.
Las relaciones en el interior de las familias están incididas por tendencias como el machismo y la violencia doméstica. Llevan, con otros factores, a excluir a las mujeres de decisiones clave. Nuevamente, los costos los pagan los niños. Según la Unicef, si los hombres y las mujeres tuviesen la misma influencia en la toma de decisiones habría 13.4 millones menos de niños desnutridos en Asia meridional. El peso mayor de las mujeres en las decisiones se refleja en mejoras netas para los niños: aumentan sus tasas de supervivencia, se beneficia su situación alimentaria y su asistencia a la escuela.
La discriminación laboral sigue siendo importante. El salario mínimo de la mujer es menor en un 20% que el del hombre en las diversas regiones. También es más frecuente que trabajen en la informalidad sin protección social alguna. Si bien ha
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