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CUENTOS DE RAFAEL POMBO

Síntesis23 de Octubre de 2014

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1 CUENTOS DE RAFAEL POMBO

LA POBRE VIEJECITA

Érase una viejecita sin nadita que comer sino carnes, frutas, dulces, tortas, huevos, pan y pez. Bebía caldo, chocolate, leche, vino, té y café, y la pobre no encontraba qué comer ni qué beber.

Y esta vieja no tenía ni un ranchito en qué vivir fuera de una casa grande con su huerta y su jardín. Nadie, nadie la cuidaba sino Andrés y Juan y Gil y ocho criadas y dos pajes de librea y corbatín.

Nunca tuvo en qué sentarse sino sillas y sofás con banquitos y cojines y resorte al espaldar. Ni otra cama que una grande más dorada que un altar, con colchón de blanda pluma, mucha seda y mucho holán.

Y esta pobre viejecita cada año hasta su fin, tuvo un año más de vieja y uno menos que vivir. Y al mirarse en el espejo la espantaba siempre allí otra vieja de antiparras, papalina y peluquín.

Y esta pobre viejecita no tenía qué vestir sino trajes de mil cortes y de telas mil y mil.

Y a no ser por sus zapatos chanclas, botas y escarpín, descalcita por el suelo anduviera la infeliz.

Apetito nunca tuvo acabando de comer, ni gozó salud completa cuando no se hallaba bien. Se murió de mal de arrugas, ya encorvada como un 3, y jamás volvió a quejarse ni de hambre ni de sed. Y esta pobre viejecita al morir no dejó más que onzas, joyas, tierras, casas, ocho gatos y un turpial.

Duerma en paz, y Dios permita que logremos disfrutar las pobrezas de esta pobre Y morir del mismo mal.

PASTORCITA

Pastorcita perdió sus ovejas, y ¡quien sabe por donde andarán¡

No te enfades, que oyeron tus quejas y ellas mismas bien pronto vendrán. Y no vendrán solas, que traerán sus colas, y ovejas y colas gran fiesta darán.

Pastorcita se queda dormida y soñando las oye balar, se despierta y las llama enseguida: ¡ovejitas, vengan ovejas¡, y engañada se tiende a llorar.

No llores, Pastora, que niña que llora bien pronto la oímos reír y cantar.

Levantose contenta, esperando que ha de verlas bien presto quizás, y las vio, mas dio un grito observando que dejaron sus colas atrás: ¡Ay, mis ovejitas, pobres raboncitas¡ ¿Dónde están mis colas? ¿No las veré más?

Pero andando por todo el rebaño, otro grito una tarde soltó, cuando un gajo de un viejo castaño cargadito de colas halló. Secándose al viento, dos, tres, hasta cien, allí una tras otra colgadas las vio.

Dio un suspiro y un golpe en la frente, y ensayó cuanto pudo inventar, miel, costura, variado ingrediente, para tanto rabón remendar.

Busco la colita de cada ovejita y al verlas como antes se puso a bailar.

2. LEYENDA CALLE BONITA

La calle bonita

Tenemos que echar la vista atrás, varios siglos, para encontrarnos con esta leyenda. Estamos en la época en la que los IBAGUEREÑOS, eran felices con ver mujeres hermosas en esta calle llamada así por dicho suceso CALLE BONITA En aquel entonces, había una joven muchacha llamada Catalina, una mujer guapa, simpática y alegre, que era conocida en toda la ciudad. Catalina tenía buena fama y era conocida como la india no por ser fea precisamente, por lo bien que se desenvolvía con dicha belleza

Vivía en una pequeñ casa cerca de la actual calle bonita. En esta casa, Catalina tenía una pequeña ventana, por la que apenas podía asomar su bonita cara. Esta joven, cada vez que podía, se asomaba por la ventanilla, para que todo aquel que pasara por la calle pudiera ver su bello rostro.

Los hombres hacían cola para ver la cara de la hermosa joven, y sus mujeres les arengaban cuando llegaban a casa, diciéndoles que si habían sido “catalindiados”, que acabó siendo un sinónimo de infidelidad en aquella época, algo así como un dicho ibaguereño.

llegó el día en el que Catalina murió, aunque no se sabe muy bien cómo (se sabe que había mujeres celosas que atentaron varias veces contra su vida). Por su parte, algunos hombres entraron en la casa para ver si la india catalina seguía allí, en un intento por no querer asumir la muerte del rostro más bello que jamás habían visto.

Pero lo cierto es que aquellos intrépidos que entraron en la derruida casa de Catalina, jamás volvieron a salir de ella. Uno de los hechos más notables desde entonces es la presencia del fantasma de la india, que cada noche se asomaba a la Ventanilla.

De este modo, la leyenda cuenta que aquel lugar se le conocía como la calle bonita por la hermosa mujer de la Ventanilla, en honor a la guapa Catalina. Esta calle todavía existe y hoy es llamada calle bonita, fue creada una plazoleta a dicha india donde su hermosa figura, fue construida por muchos hombres que no quisieron olvidarse de la muchacha de la ventanilla.

3. Fábula de la lechera

La hija de un granjero llevaba un recipiente lleno de leche a vender al pueblo, y empezó a hacer planes futuros:

- Cuando venda esta leche, compraré trescientos huevos. Los huevos, descartando los que no nazcan, me darán al menos doscientos pollos.

Los pollos estarán listos para mercadearlos cuando los precios de ellos estén en lo más alto, de modo que para fin de año tendré suficiente dinero para comprarme el mejor vestido para asistir a las fiestas.

Cuando esté en el baile todos los muchachos me pretenderán, y yo los valoraré uno a uno.

Pero en ese momento tropezó con una piedra, cayendo junto con la vasija de leche al suelo, regando su contenido.

Y así todos sus planes acabaron en un instante.

MORALEJA:

No seas ambiciosa de mejor y más próspera fortuna, que vivirás ansiosa sin que pueda saciarte cosa alguna. No anheles impaciente el bien futuro, mira que ni el presente está seguro.

4. FABULAS

LA TORTUGA Y EL ÁGUILA

Una tortuga que se recreaba al sol, se quejaba a las aves marinas de su triste destino, y de que nadie le había querido enseñar a volar.

Un águila que paseaba a la deriva por ahí, oyó su lamento y le preguntó con qué le pagaba si ella la alzaba y la llevaba por los aires.

- Te daré – dijo – todas las riquezas del Mar Rojo.

- Entonces te enseñaré al volar – replicó el águila.

Y tomándola por los pies la llevó casi hasta las nubes, y soltándola de pronto, la dejó ir, cayendo la pobre tortuga en una soberbia montaña, haciéndose añicos su coraza. Al verse moribunda, la tortuga exclamó:

- Renegué de mi suerte natural. ¿Qué tengo yo que ver con vientos y nubes, cuando con dificultad apenas me muevo sobre la tierra?

Moraleja: Si fácilmente adquiriéramos todo lo que deseamos, fácilmente llegaríamos a la desgracia.

EL AVARO Y EL ORO

Un avaro vendió todo lo que tenía de más y compró una pieza de oro, la cual enterró en la tierra a la orilla de una vieja pared y todos los días iba a mirar el sitio.

Uno de sus vecinos observó sus frecuentes visitas al lugar y decidió averiguar que pasaba. Pronto descubrió lo del tesoro escondido, y cavando, tomó la pieza de oro, robándosela.

El avaro, a su siguiente visita encontró el hueco vacío y jalándose sus cabellos se lamentaba amargamente.

Entonces otro vecino, enterándose del motivo de su queja, lo consoló diciéndole:

- Da gracias de que el asunto no es tan grave. Ve y trae una piedra y colócala en el hueco. Imagínate entonces que el oro aún está allí. Para ti será lo mismo que aquello sea o no sea oro, ya que de por sí no harías nunca ningún uso de él.

Moraleja: Valora las cosas por lo que sirven, no por lo que aparentan.

5 LEYENDAS

LA MADREMONTE

Los campesinos y leñadores que la han visto, dicen que es una señora corpulenta, elegante, vestida de hojas frescas y musgo verde, con un sombrero alón, cubierto de hojas y plumas verdes. No se le puede apreciar el rostro porque la ramazón del sombrero la opacan.

Hay mucha gente que conoce sus gritos o bramidos en noches oscuras y de tempestad peligrosa.

En el llano limpio y habitado, con caminos frecuentados, nunca la han visto. Vive en sitios enmarañados, con árboles frondosos, alejada del ruido de la civilización, y en los bosques cálidos, con, animales dañinos.

Los campesinos cuentan que cuando la Madremonte se baña en las cabeceras de los ríos, éstos se enturbian, crecen, se desbordan, causan inundaciones, borrascas fuertes, que ocasionan daños espantosos.Castiga a los que invaden sus terrenos y pelean por linderos; a los perjuros, a los perversos, a los esposos infieles y a los vagabundos. Maldice con plagas y pústulas los ganados de los propietarios que usurpan terrenos ajenos o cortan los alambrados de los colindantes.

A los que andan en malos pasos, de pronto les hace ver una montaña inasequible e impenetrable, o una maraña de juncos o de arbustos difíciles de dar paso, borrándoles el camino y sintiendo un mareo del que no se despiertan sino después de unas horas, convenciéndose de no haber sido más que una alucinación, una vez que el camino que han trasegado ha sido el mismo.

Quienes la conocen, han oído sus rugidos o están convencidos de sus conjuros, siempre que van a emprender la ruta por lugares miedosos o cuajados de fronda, llevan escapularios o medallas benditas, bastón de guayacán o varas de cordoncillo; deben ir fumando, tabaco y llevar en el bolsillo unas pepas de cabalonga.

LA LLORONA

Quienes la han visto dicen que es una mujer con la cara huesuda, cabellera revuelta y enlodada, ojos rojizos, vestidos suelos y deshilachados. Lleva entre sus brazos un bultico como de niño recién nacido,

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