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Cesar Vallejo


Enviado por   •  18 de Noviembre de 2014  •  2.054 Palabras (9 Páginas)  •  230 Visitas

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No hay un estudio completo y serio acerca de la presencia de Dios en la poesía de César Vallejo, Algunos, sueltos y de mención tangencial, otorgan la evocación de Dios a la formación religiosa en la infancia del poeta; dato correcto, pero limitante a la hora de otorgarle la verdadera dimensión del Ser Supremo en la vida del escritor peruano y en su creación literaria.

la palabra Dios es mencionada en su obra poética reiteradas veces, Una palabra que marca sustancialmente los conceptos vitales; esta categoría reiterativa a lo largo de su producción literaria no hace más que permitirnos afirmar que su obra es, esencialmente, una obra religiosa. Y religión entendida, no como un dogma o una mera creencia, o una iglesia y sus dogmas; sino como presencia solidaria del Hombre con su entorno, consigo mismo y con su espíritu trascendental y de permanente creación.

Tres poemas, pertenecientes a “Los Heraldos Negros”, nos acercarán al gran vate peruano y a su compañero inseparable: Dios.

El sujeto primero en la poesía de Cesar Vallejo es Dios (Los Heraldos Negros, verso 2, palabra 6), a quien atribuye un sentimiento profundamente humano: el odio. El poeta escribe: «Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé / Golpes como del odio de Dios…» El poeta asume que Dios es imagen y semejanza de su creación afirmación de reciprocidad que hace de Dios un ser capaz de tener los mismos sentimientos de su creación divina. Esta primera aproximación a Dios en la poesía de Cesar Vallejo refleja un hecho importante para la comprensión de la presencia de Dios en nuestro gran poeta: nació en una familia profundamente católica, en un pueblo de honda fe en el Dios Creador y en el Apóstol Santiago, Patrono de su tierra natal: Santiago de Chuco. Dios y Santiago estarán muy presentes en su obra poética y narrativa.

Su primer libro Los Heraldos Negros publicado el 1918, da cuenta de un poeta religioso, de un hombre que cree en una entidad superior, a quien sin embargo, no solo venera, sino que considera un Ser susceptible de cuestionamiento; con quien, además, puede dialogar y rebatir. En suma, para Cesar Vallejo, Dios es el Hombre como energía viva en su dimensión cósmica.

Hay quienes no aceptan que Cesar Vallejo creyera en Dios, por el hecho de haber tenido una filiación socialista. Nada más absurdo. El pensador peruano José Carlos Mariátegui, nos da un alcance fundamental en cuanto a cómo entender la palabra religión. En su obra “7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana” (1928), escribe: «Hoy sabemos mucho más que en su tiempo sobre la religión como sobre otras cosas. Sabemos que una revolución es siempre religiosa. La palabra religión tiene un nuevo valor, un nuevo sentido. Sirve para algo más que para designar un rito o una iglesia.». Y reafirma: «…el concepto de religión ha crecido en extensión y profundidad. No reduce ya la religión a una iglesia y a un rito. Y reconoce a las instituciones y sentimientos religiosos una significación muy diversa de la que ingenuamente le atribuían, con radicalismo incandescente, gente que identificaba religiosidad y “oscurantismo”».

Dios está muy presente en la obra y vida del poeta peruano. Recordemos, por ejemplo, que antes de su muerte, dictó a su esposa Georgette Philipard lo siguiente: «Cualquiera que sea la causa que tenga que defender ante Dios más allá de la muerte, tengo un defensor: Dios.»

Dios y el poeta

Los Dados Eternos

Este poema fue dedicado a uno de los escritores peruanos que más influyó en Cesar Vallejo: «Para Manuel González Prada, esta emoción bravía y selecta, una de las que, con más

El poeta se dirige a un Dios, pues es, en esencia, un Ser que escucha y que es imagen y semejanza del escritor. Es un poema confesional. En principio CV asume que hay un Dios; a Él es a quien se dirige: «Dios mío, estoy llorando el ser que vivo; / me pesa haber tomándote tu pan; / pero este pobre barro pensativo / no es costra fermentada en tu costado: / ¡tú no tienes Marías que se van!» Es habitual en la sierra norte del Perú llamar a quienes uno no conoce como José, para referirse a algún hombre; o María, a una mujer. La mención de María tiene una connotación de la mujer universal y va más allá de lo puramente femenino.

Es un Dios, además, a quien puede reprochársele (como a cualquier persona) su condición de un Ser incapaz de sentir el dolor, de dolerse del sufrimiento del prójimo, “de su imagen y semejanza”: «Dios mío, si tú hubieras sido hombre, / hoy supieras ser Dios; / pero tú, que estuviste siempre bien, / no sientes nada de tu creación. / ¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!» Aquí el poeta reconoce un Dios-Hombre, o mejor aún, la condición humana de Dios y el hombre como ser divino. Sin embargo, el poeta nuevamente recurre a un Dios que escucha y contempla.

El llanto, como muestra de sufrimiento, es la máxima expresión del hombre dolido, sufrido. Pero también un llamado. Una alerta para que Dios tome una actitud de solidaridad con su creación: el símbolo de la luz (velas) y los dados (el azar) como elementos de comunión entre Dios y el hombre: «Hoy que en mis ojos brujos hay candelas, / como en un condenado, / Dios mío, prenderás todas tus velas, / y jugaremos con el viejo dado.»

La mención de Dios como “jugador” propone un Dios que no hace el destino, sino que da al hombre posibilidades de vivir con trascendencia en un espacio creativo: el Universo. La muerte está mencionada como parte del juego, pero de un juego que puede terminar con el fin terrenal (lo no creativo): «Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte / del universo todo, / surgirán las ojeras de la Muerte, / como dos ases fúnebres de lodo.»

Finaliza el poema con una constatación de la destrucción del planeta, a quien compara con un objeto de juego (dado) que aún no tiene un propósito divino (la solidaridad humana); sino

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