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Ego - cuento corto de terror


Enviado por   •  24 de Diciembre de 2020  •  Trabajos  •  2.253 Palabras (10 Páginas)  •  200 Visitas

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Ego

El corsé que le apretaba la caja torácica estalló, dejando caer una masa de intestinos y órganos vitales al frío piso de piedra. Las garras de esa criatura horripilante, que medían casi diez centímetros de largo, penetraron en su laringe y le arrancaron la lengua, haciendo que sólo sílabas ensangrentadas broten de su casi inexistente boca. Su corazón, aún palpitante, estaba expuesto, alcanzable a las fauces de aquella bestia, quien, dudando por un par de segundos, lo arrancó, con venas y arterias incluidas, y lo devoró en sólo un bocado. Al acabar de relamerse, dejó caer el cuerpo inerte, para luego regresar a su guarida a digerir lentamente todo lo que había comido.”

Amanda cerró su libro, sintiéndose alegre de haber terminado “Narcicismo”, una de las muchas obras de su autora favorita, Isis Alada. En su habitación, tenía un estante con una colección completa de sus libros, incluida su famosa trilogía “El laberinto sin salida”. Ella seguía a esa autora desde los 5 años, edad en la que leyó su primera novela, y casi dos años después de que aprendiera a leer.

Dejando de lado su exquisito gusto por la lectura y su inteligencia, Amanda no se sentía bien consigo misma. En el colegio la tildaban de “rara”, la molestaban llamándola “antisocial” por el simple hecho de quedarse en la biblioteca leyendo durante toda la hora del almuerzo, sin hablar con nadie, sumida en los maravillosos escenarios de los libros que leía. A veces, ella hablaba sola, fingiendo ser una aguerrida soldado, lista para enfrentar una guerra apocalíptica, y otras veces, una joven de la aristocracia, rodeada de lujos y comodidades. Sin embargo, lo que más le interesaban eran las novelas de terror.

Amanda vivía en una pequeña quinta, en la calle Las Begonias, que se caracterizaba por las inmensas casonas coloniales que quedaron erguidas, invencibles al paso del tiempo. Ella vivía sólo con su madre, pues su padre, un reconocido abogado, parecía haberse olvidado de ellas. Él vivía en España, en la ciudad de Zaragoza, y tenía otra familia. Ella nunca sintió el dolor de no tener una figura paterna. No sabía cómo defenderse, y era muy ingenua, cosa que aprovechaban sus compañeros de salón para manipularla y meterla en problemas, sin que ella misma se diera cuenta.

Una semana después de iniciadas las clases, un alumno nuevo se integró a la clase de Amanda, quien cursaba el tercer grado de secundaria. La profesora lo presentó; se llamaba Ricardo Godoy, y ya era la tercera vez que se cambiaba de colegio. Amanda contempló por largo rato el rostro de Ricardo, y vio que tenía ojeras negras, muy negras, que surcaban sus pómulos como dos pequeñas orugas. También notó una extraña pero notoria palidez en su rostro, que le preocupó un poco. Ricardo se sentó atrás de Amanda, y permaneció callado por el resto de la clase a pesar de los cuchicheos y burlas por parte de los demás.

Después, al terminar el primer período de clase, y al llegar la hora del almuerzo, Amanda se dirigió a la biblioteca, como de costumbre. Al sentarse, notó una mirada penetrante en su espalda. Volteó, y era Ricardo, que estaba sentado en la mesa continua. Ella iba a regresar a leer su libro, pero antes, observó que él tenía en sus manos una copia de “Ángelus, el brillo cegador”, que era una de sus novelas favoritas de Isis Alada. Sin dudarlo, se sentó en la mesa donde estaba Ricardo, y por primera vez, entabló una conversación.

-Veo que te gusta leer a Isis Alada…-

-La verdad no me gusta mucho, pero son los únicos libros que tengo en casa.-

-Ya veo… Yo leo a Isis desde que tengo memoria. Me gusta su manera de escribir, ¿sabes? Me gusta el énfasis que le pone a cada historia, el pasado que hay detrás de cada protagonista, las espeluznantes pero magníficas criaturas… la verdad, me gusta todo de sus libros.-

-Interesante. Ojalá me gustaran esos libros tanto como a ti. No los disfruto al leerlos. Sólo lo hago porque no tengo nada más que hacer aparte de las tareas.-

-Oh... Bueno, te veo después. ¿Eres Ricardo, no?-

-Sí, y tú eres…-

-Amanda, Amanda Balbuena.-

-Mucho gusto, Amanda. Nos vemos después de clases-

Después de ese día, Amanda sentía algo extraño en su estómago, como un leve cosquilleo que la molestaba. Cada vez que recordaba esa conversación sentía una repentina pero abundante calma y felicidad. También le ardía la cabeza cuando pensaba en Ricardo y en sus libros de Isis. Sentía ganas de conocerlo más, de saber por qué no disfrutaba leer esos libros. Quería conocer el lugar donde vivía, quería saber todo de él. Se sentía diferente, sentía que era otra persona. Ya no era la Amanda de siempre, enfocada solo en sus libros y en sus mundos fantásticos.

Dos días más tarde, Ricardo y Amanda se vieron de nuevo en la biblioteca. Amanda había ido sin un libro, cosa que los demás chicos que estaban ahí vieron como extraña. En cambio, el semblante de Ricardo se veía diferente. Conservaba las mismas ojeras de antes, pero ya no se veía palidez alguna en su rostro. Tenía dos libros en sus manos. Amanda se acercó nerviosamente, y pudo ver que eran copias de las novelas más recientes de Isis Alada. Se emocionó, pues había estado buscándolas por mucho tiempo.

-Mira lo que te traje. Tengo dos más en casa. Éstas ya estaban empolvándose, así que te las traje como un regalo.-

-Gracias, Ricardo… de verdad no esperaba esto. Las estaba buscando, y no sabes cuánto me esforcé. De verdad, te lo agradezco mucho. ¡OH POR DIOS! ¡ESTÁN AUTOGRAFIADAS POR LA MISMA ISIS ALADA! ¡GRACIAS, DE NUEVO, RICARDO! Me has alegrado el día. Atesoraré esto por el resto de mi vida.-

- De nada, Amanda. Estaba totalmente seguro de que te gustarían. ¿Sabes? Sé que es muy pronto, pero quisiera llevarte a mi casa. Tengo algo que mostrarte además de los libros de Isis que tengo. Sólo necesito que me digas qué día puedes, y yo te acompañaré con gusto. Mi casa sólo está a dos cuadras del colegio, así que no correremos ningún peligro.-

- Me parece extraordinario. Te aviso mañana, entonces…-

Cuando Amanda llegó a casa, su madre le dio una noticia sorpresiva. Ella se iría de viaje por una semana a terminar los trámites del divorcio con su padre. Se sintió alegre por la noticia, pues tendría muchos días para visitar a Ricardo.

-¿Estás bien, Amanda? Te noto extraña.-

-Sí, estoy bien. Más bien, cuídate al llegar, he oído que en España es invierno. Te podría dar un resfrío.-

-Lo haré. Tú también ten cuidado al salir. No te olvides de darle comida al gato.-

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