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El Almohadón De Plumas


Enviado por   •  24 de Noviembre de 2013  •  1.147 Palabras (5 Páginas)  •  217 Visitas

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El almohadon de plumas.

Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y timida, el caracter duro de su marido heló sus soñadas niñerias de novia.

-Alicia: Te quiero mucho. (Jordán la mira serio, sin contestar nada)

A veces con un ligero estremecimiento cuando volvian de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatuda de Jordán, mudo desde hacia una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente sin darlo a conocer.

Se casaron en Abril. Durante tres meses vivieron una dicha especial.

La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.

En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido. (Alicia camina por la casa)

No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado.

-Jordán pasa su mano por la cabeza de Alicia tiernamente.

-Alicia empieza a llorar como desconsolada en el cuello de su marido.

-Jordán llama al doctor: Buen dia doctor, soy yo, Jordán.

-Doctor: Hola, Jordán. Cuéntame... ¿Como estas?

-Jordán: Algo preocupado, doctor. Mi esposa, Alicia, esta teniendo un ataque de influenza, ha perdido peso y no quiere levantarse de la cama. Me preguntaba si podrian venir a examinarla.

-Doctor: Ahí estaré Jordán. Nos vemos.

El doctor luego de examinar a Alicia le dice: Debes permanecer en calma y con descanso absoluto.

-Alicia: Lo haré...

Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.

Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.

-Alicia: ¡Jordán! ¡Jordán! (sin dejar de mirar la alfombra)

-Jordán corrie al dormitorio.

-Alicia da un alarido de Horror.

-Jordán: ¡Soy yo, Alicia, soy yo!

-Alicia lo mira como desorientada, ve la alfombra, lo ve de nuevo y después de un rato sonríe y mete las manos de su marido entre las suyas.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra

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