El lugar más bonito del mundo, Ann Cameron

El Lugar más bonito del mundo

Ann Cameron

Juan vivía en las montañas de Guatemala en un pueblo llamado San Pablo que queda al borde de un lago.

Hay campos verdes con plantaciones de maíz, ajos y cebollas. Hay frutos de café, muchas flores y pájaros como búhos, picaflores y loros.

Juan nació en una casa muy bonita y grande, con pavos reales, flores y palmeras. Ahí trabajaba su papá como guardia y les prestaban una casita para vivir.
El papá los abandonó y se fue a vivir a la capital, la Ciudad de Guatemala. Y la mamá se tuvo que ir de la casita porque contrataron a otro guardia.
Se fueron a la casa de la abuela.

Era una casa de cemento con ventanas sin vidrios, pero con unas puertecitas de madera para cerrarlas en la noche o cuando llueve. Es una casa grande, bonita llena de flores, pero está bastante llena de gente porque los tíos y algunos primos también viven ahí. La abuela ayuda a todos los que tienen algún problema y necesiten venir a vivir a su casa por un tiempo. En la casa hay agua de la llave, pero no hay luz ni agua caliente. La abuela dice que no lo necesita.

La abuela trabaja vendiendo arroz con leche en el mercado. Es muy rico y no se come con cuchara, se toma caliente en un vaso con mucha canela.

La mamá conoció a un señor y se casó con él. Se fue a vivir con él, se llevó la cama y dejó a Juan con la abuela. Juan se puso a llorar; no tenía ni papá, ni mamá, ni cama.

La abuela le hizo una cama con sacos de arroz vacíos y una mantita para que durmiera al lado de ella.

La abuela tenía una regla en su casa: todas las noches cerraba el portón a las ocho y media así es que había que entrar antes de eso a la casa.

Un día Juan se quedó afuera hasta más tarde y encontró el portón cerrado así es que fue donde su mamá. La mamá lo dejó entrar y le dijo que durmiera escondido debajo de la cama para que el padrastro no le pegara. Al día siguiente la mamá le pidió a Juan que no volviera nunca más.

Un día Juan la vio en la calle y se dio cuenta que estaba embarazada, así es que pronto tuvo un medio hermano. Juan lo vio una vez jugando y sintió rabia porque el niño tenía a su madre y él no. Le daba ganas de pegarle, pero sabía que era solo un niño y no tenía la culpa.

Juan igual lo pasaba bien con sus primos y sus tíos, jugaban futbol, se daban saltos mortales, pintaba cuadros con el tío Miguel y paseaba con las tías.

También ayudaba a la abuela a vender el arroz con leche en el mercado. Servía, cobraba, daba vuelto y vigilaba que nadie se fuera din pagar. Después de un tiempo la abuela le dijo que ya podía tener su propio negocio y le enseñó a lustrar zapatos. Trabajar era divertido y todo lo que ganaba se lo daba a la abuela.

Juan se sentía un poco triste cuando veía a los otros niños ir al colegio porque él también quería ir pero no se atrevía a decirle a la abuela. Mientras trabajaba aprendió a leer mirando los letreros de la calle y después mirando páginas del diario que se llevaba en el bolsillo.

Finalmente se atrevió a decirle a la abuela y le contestó que era muy pequeño, porque ella creía que tenía 5, pero tenía 7. La abuela le preguntó por qué no le había dicho antes y él le dijo que no se había atrevido y ella le enseño que si hay algo importante para él tiene que luchar por conseguirlo.

En el colegio, la profesora doña Irene le dijo que entrara el próximo año porque las clases habían empezado hace tres meses pero él le dijo que sabía leer y matemáticas así es que entró al tiro a clases.

Después de dos meses doña Irene le mandó una nota a la abuela que decía que los profesores querían que Juan subiera a segundo porque nunca habían tenido un alumno tan inteligente. La abuela lo abrazó y le contó que cuando era chica sus papás no la habían mandado al colegio porque decían que si iba no aprendería a trabajar. Ella sabía que había sido un error pero nunca se quejó.

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