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HOMERO Y SU ENSAYI


Enviado por   •  13 de Febrero de 2014  •  1.922 Palabras (8 Páginas)  •  308 Visitas

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Homero

(Ss. X ó IX a. de C.)

El ciego vidente

Tú, Homero, sabías de los humanos y de sus límites. Límites frente al espacio insondable, la resistente tierra, el profundo mar que todo lo vomita, y frente al ardiente fuego de las pasiones. Y te diste a la tarea de hacerlos hallarse dentro de sí, penetrarse, en un encuentro con sus dioses. Les brindaste, además, la aguda sonda de la imaginación para que exploren sin temor los laberintos internos que se recorren, una y otra, y otra vez. Les diste la posibilidad de soñar.

Tu Ilíada, representa el viaje y la lucha por el interior de nuestras pasiones, y la Odisea, el regreso anhelado –nóstos–. A los hombres, que lamentablemente vivimos matando la voluntad que llevamos dentro, nos concediste el derecho a ser héroes para poder valorar el eterno femenino: rescatar a la inolvidable Helena, o cumplir siempre con la leal Penélope, aun cuando se deban sortear las más infatigables vicisitudes… Ellas siempre esperan con labios fieles a aquellos que las nombran, entregándose luego entre las olas del mar, dentro de profundas grietas o en el más alto risco… Eternamente dadoras esperan ser amadas, pues saben amar. La guerra, las hecatombes más siniestras palidecen frente a esta palabra, omniabarcante, protectora… Amor. Palabra dada por la Divinidad a los humanos para que el fin no sea inevitable, para que se dé la tregua y se entierre a los muertos y surja el perdón.

Sabemos que nuestra sensibilidad se acrecentó porque tus narraciones mostraban los deseos más sentidos de los seres y sus necesidades… Y sólo el que se acerca a la condición humana es digno de llamarse escritor.

Tú le enseñaste igualmente a Cervantes y a Borges que nada viene de la nada, ex nihilo nihil , que ninguna obra surge de la nada; sino que todas tienen su origen en otras obras, que existe una tradición y que toda obra es un plagio en la medida que contiene otras obras… Por eso la tuya Homero, permanece en diálogo con Joyce y con Derek Walcott; acompañaste a Goethe, a Schiller, y a Hölderlin; vives en Fernando del Paso y siempre en Dante, Virgilio, Rulfo, Borges, y en todos los que piensan fantásticamente. Por eso Goethe exclamó: “¡Que cada cual sea griego a su manera, pero que lo sea!”, y Hölderlin decía que andaba …”buscando con el alma el país de los griegos”.

Sabemos que tu escritura era sagrada: leyéndote entre líneas, levantando los escombros de las ciudades que nombraste, se supo de Troya y Mecenas, las que existen por ti. Mnemósine, diosa de la memoria, te dio la gracia para que bebieras el agua de su fuente, que te permitió recordar todos los versos y dictárselos a un escriba. Los juglares cuentan que podías recitar de memoria para hacer honor a la diosa, los quince mil seiscientos treinta y nueve versos de la Ilíada, y los doce mil cien de la Odisea; versos que nos hablan de la humana condición.

Te pregunto, ¿para los griegos la escritura era un sucedáneo de la palabra… y en la palabra está la magia de las cosas?

Me pregunto, ¿cómo esos héroes tuyos, tan valientes, se sientan a llorar con el mayor sentimiento y con tan abundantes lágrimas? ¿Dualidad de la fortaleza? ¿Esa es la esencia del alma? Hombres conscientes de su destino trágico, hecho por lo demás tan mortal, y razón de la existencia y consecuencia de vivir la vida. Mueren de tal forma que causan pena. El que lee esas páginas tuyas no deja de sentir una aguda tristeza cuando esas puntiagudas lanzas se envasan profundamente en las entrañas… Hay tanto dolor que realmente es difícil entender ese heroísmo, cuando tan aguerridos héroes se postran y lloran con tal sentimiento que llega hasta nosotros su lamento. Y nos sentimos y nos compadecemos como los dioses del Olimpo, que se conmueven y cambian el curso del combate. Porque los dioses a ratos no soportan tanto dolor humano, y por eso nos ayudan a cambiar y nos permiten llegar a comprendernos. Con Homero aprendemos que somos dioses y hombres, mortales o inmortales si así lo queremos; somos igualmente seres divinos y profanos… Sólo una férrea disciplina individual nos hará dioses o, al menos, una parte de la divinidad.

Los humanos desean tener las facultades que muestran los dioses homéricos: su único alimento es la ambrosía, alimento divino, una especie de néctar que los mantiene eternamente jóvenes y sanos, y que sustituye todos los alimentos habidos y por haber, por eso no se preocupan como los mortales por comer. Luego son inmortales, lo que les permite tener acceso a los lugares y espacios que les provoque sin el temor a perecer; todo lo que desean lo pueden lograr y se las ingenian para superar las dificultades y superar las pruebas, y salir vencedores; y, además, poseen la facultad de metamorfosearse y mentir con perfección (Thielen: 1969). Por eso el poder terrenal es una de las vías para parecerse a ellos; los políticos y los poderosos, como los dioses, tienen doble cara, naturaleza doble, son amorales… ese es uno de los castigos del poder y el que lo posee “teje intrigas”, se torna inaccesible, todo dignidad y majestad tan pronto como enfrenta al “súbdito”. ¿Por eso la Política se ha convertido en la ciencia del castigo?

Ni con la matanza, ni con la crueldad, ni con las mutilaciones, ni con la tortura del propio yo, se logra el retorno al orden individual y cósmico, eso nos dicen los héroes homéricos en sus acciones y contradicciones; se debe ser comprensivo y tolerante si queremos seguir viviendo en este mundo… El ser que vive en armonía con lo que lo rodea ha logrado algo supremo, así comienza la perfección. Los dioses

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