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Homero Odisea


Enviado por   •  19 de Febrero de 2014  •  368 Palabras (2 Páginas)  •  485 Visitas

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Homero, Odisea, II, 1-39.

Al mostrarse la Aurora temprana de dedos de rosa, levantándose el hijo de Ulises del lecho, ciñose sus vestidos, colgóse del hombro la espada cortante y, calzando los cándidos pies con hermosas sandalias, de la alcoba salió: se dijera de un dios su figura. Al momento ordenó a los heraldos que diesen sus voces convocando en la plaza a los dánaos crinados y éstos, escuchando el pregón, sin tardanza se fueron juntando. Una vez que en la gran asamblea se hallaron reunidos, presentóse Telémaco allí con la lanza de bronce y dos ágiles perros que al lado veníanle guardando. Un divino esplendor por el cuerpo vertióle Atenea, admirábanse todos al verle, cediéronle el paso los ancianos y vino a ocupar el sitial de su padre. El primero dispúsose a hablarles el ínclito Egiptio, ya encorvado a la edad, mas insigne en prudencia: su hijo, el intrépido Antifo, habíase partido en las naves espaciosas de Ulises divino con rumbo hacia Troya, la de buenos corceles; matóle el salvaje cíclope en su gruta y con él preparó su comida postrera. Aun quedaron a Egiptio tres hijos, Eurínomo el uno, que se unió a los galanes, y dos que llevaban su hacienda, mas él nunca al primero olvidó ni dejó de llorarle. Entre lágrimas, pues, comenzó a discurrir de este modo: "Habitantes de Itaca, oíd lo que voy a deciros: no tuvimos de cierto reunión ni asamblea desde el punto en que Ulises divino partió con las cóncavas naves. ¿Quién es, pues, el que ahora nos llama y a cuál de vosotros ya maduro o ya joven apremia este caso? ¿Noticia le ha llegado tal vez de que vuelven las tropas? Bien puede proclamarla ya aquí, pues ha sido el primero en saberlo. ¿O es distinto el asunto del pueblo que anuncia y propone? Generoso y de pro me parece el varón que tal hace: ¡quiera Zeus cumplirle aquel bien que en su pecho desea! Tal decíales y el hijo de Ulises gozó del elogio, sintió ansias de hablar y no pudo seguir en su asiento; levantóse en mitad de la plaza y al punto un heraldo, el prudente Pisénor, le puso en las manos el cetro.

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