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Mamire El Ultimo Niño


Enviado por   •  12 de Julio de 2015  •  20.040 Palabras (81 Páginas)  •  297 Visitas

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Mamire,el último niño

Víctor

Carvajal

Ilustraciones de Eduardo Osorio

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EL VALLE DE AROMA

Quisiera que volvieran los años de mi infancia para vivir alegre y sin preocupación...

Así suele cantar doña Mercedes Ocsa, una de las abuelascentenarias de Mamire, el último niño del valle de Aroma.Maniré vive entre ancianos que suspiran por el luminoso pasadoy miran con temor el futuro porque sólo un milagro puede salvarla vida en el pequeño valle, que no figura en atlas ni mapas. Enmedio del desierto, el Aroma yace enterrado, casi, entre cerrosparduzcos y secos. Es un corredor estrecho que bordea unas diezleguas el curso del río, y baja de la cordillera nieve a la marsalada, a través del corazón ardiente de un territorio arisco,despoblado y solitario. El valle es el único corredor verde encientos de kilómetros a la redonda.En Aroma se alza un caserío cruzado por dos calles que nacendel cerro arriba y terminan cerro abajo junto al esmirriado río.En la plazoleta del pueblo están la capilla, la escuelita, elmercado y la alcaldía, edificios todos de piedra cal, adobones ypajabrava. Unos pocos árboles se suman a los frutales que sealzan en los patios interiores de las moradas, blancas todas comola misma sal del desierto.En sus buenos tiempos Aroma fue próspero, rico en frutas,hortalizas y verduras que crecían en abundancia. Lo obtenidoentonces satisfacía las demandas de la población del valle ytambién las de los poblados vecinos. Famosos fueron losmercados que cada semana se hacían en pueblos aledaños yadonde acudían los lugareños a intercambiar productos ymercancías.En aquel entonces la vida no sólo era próspera y abundante. Losarominos vivían en perfecta armonía, tal como Dios lo dispuso,en sus casas de un piso levantadas en medio del escaso verde de

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los empinados cerros que sorprenden la mirada con el cambiarconstante de su colorido.Las familias Huarache, Soto, Panire, Gamboa, Choque. Lucai,Caipa, Ocsa,

Cevallos,

Perea Contreras vieron crecer consatisfacción a sus hijos. Los enviaron a la única escuela delpueblo y al tener edad para merecerlo, los hicieron novios y loscasaron sin dilación para que la vida en el valle prosperara.La vida en plena pampa es silenciosa, aiisca

y

solitaria ‘ los

hombres son parcos y cautelosos. Los niños, sin embargo,cuando los había en abundancia, se manifestaban a grandes voces,risas y gritos bajo el invariable sosiego de las montañas. Ahora,en cambio, es el viento la única compañía de Mamire. Ytambiénel rumor del río, el que con su borboteo, tenue y amistoso,parece risa de aguas en cada choque contra las piedras; esa alegríarecibe al niño que por ahí cruza cada tarde, cuando el pastoreo lo

lleva hasta los cerros. 1’al

vez

por ello los lugares preferidos deMamire para sus juegos son las dos riberas del río.

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2LOS PRIMEROS EN MARCHARSECuentan los ancianos que hace ya muchísimos años lamodernidad se tragó la vida mansa del pueblo. Por el valle seinternó un día la interminable hilera de afuerinos, apertrechadosde herramientas, arracimados en máquinas blindadas que conmotores amenazantes remecieron hasta las rocas del paraje.Aquellos hombres levantaron a su paso tina polvareda que ocultóel sol por varios días consecutivos.Entre los vecinos del valle corrió en aquel entonces el rumor deque la prosperidad, cual reina

y

séquito, era la que llegaba.Pero esos hombres empujando el futuro sobre las brechaspolvorientas no acudieron precisamente para quedarse. Apenas sedetuvieron un instante a saciar la sed de las máquinas, paracontinuar enseguida su viaje al interior del desierto, dejándosetragar por la más estrecha de tas pedregosas gargantas.Atravesaron montañas, dejando señales profundas en la arenaendurecida; por ellas debían seguir ruta los vehículos venideros,sin que extraviaran curso y camino en aquel océano de roquerios,montículos y quebradas.Con el tiempo ese mismo camino se lite llevando a los hombresjóvenes de Aroma. Los atrajeron las promesas de riqueza queofreció la extracción salitrera en pleno corazón de la pampa. Eljoven yacimiento necesitaba brazos vigorosos y resistentes,aclimatados al quemante sol del día y al helado aire de lasnoches.Los arominos que se marcharon del valle aprendieronrápidamente a conocer el valor del dinero. Con idénticaceleridad, comenzaron a menospreciar labores que no lo eran .En el pasado quedó la vieja y sabia costumbre de ser generososbien dispuestos para regalar a los demás el tiempo libre de cadacual. En aquel entonces, en lugar de preguntarse: «Qué gano yocon esto?», pensaban: «Qué bien puedo hacerle a los demás?»cada vez que ofrecían su tiempo sobrante. También en el

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recuerdo quedó aquella vida anterior cuando d comercio se hacíacon trueque y permuta. Eran los tiempos de antaño. Lassalitreras se alzaron cual ciudades esplendorosas creando supropia moneda de compra y de cambio. Tan florecientes eran,que sólo un loco habría podido pensar que en pocos años seríanrestos y escombros.En los hogares sin varones del Aroma, las madres ocuparon ellugar dejado por los maridos. Y los hijos, después de la escuela yde las labores del campo, secundaron en la casa a las mujeres enaquellos trabajos que antaño solían hacer los hombres. Por ello,fue habitual ver en Aroma a niños detrás de mulos cargando leña,arreando chivos de monte, soportando pesados atados de hierbassobre el esqueleto de sus hombros.Por esos tiempos, los niños asistían a la escuela tres o cuatroaños a lo más. Pocos llegaban al sexto año de educaciónobligatoria. En menos que canta un gallo, aquellos mocosostambién emigraron hacia el interior del desierto por la únicasenda que les hizo seguir calcados los pasos de sus padres,ilusionados con alcanzar la fortuna que bondadosamente parecíarepartir esa tierra sobrada de sales y minerales.La explotación del salitre creó un puertojunto al mar. Cercano ala playa desierta, sobre el roquedo inhabitado surgió una ciudadque llamó con sus cantos de opulencia a los hombres deseosos deobtener el mayor

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