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PINOCHO

mariachiaraTrabajo6 de Noviembre de 2013

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PINOCHO

1° semana:

1° parte del cuento - Gepeto construye a Pinocho

Habia una vez un abuelo alegre y simpático de nombre Gepetto que vivia en una humilde casita. Su casa era muy sencilla: tenía una silla mala, una mala cama y una mesita vieja. En la pared del fondo se veía una chimenea con el fuego encendido; pero el fuego estaba pintado, y junto al fuego había también una olla que hervía alegremente y despedía una nube de humo que parecía de verdad. Aquel día un amigo de Gepetto le habia regalado un pedacito de madera de pino y , apenas entrando en su casa, Gepetto, fue a buscar sin perder un instante los útiles de trabajo, poniéndose a tallar y fabricar su muñeco.

Al cabo de un rato, luego de hacer algunos cortes y retoques el buen viejo tuvo entre sus manos un lindo muñeco de ojitos vivaces y alegres; pero con una nariz muy larga, que le daba un cómico aspecto.

-Eres un chico muy simpático- dijo Gepetto-. Te llamaré Pinocho, que es un bonito nombre para ti, y que sin duda te hará feliz.

Y muy satisfecho con su obra, y un poco cansado por el trabajo Gepetto dio las buenas noches a Pinocho y se retiró a dormir.

Quando ya estaba durmiendo una luz azul iluminó la pieza. Por la ventana entró una hermosa hada: la que se llamaba “el Hada Azul”, la amiga de los niños. El Hada Azul se acercó a la mesa donde Pinocho había quedado tieso y erguido tal cual lo dejó su padre, y lo tocó con su varita mágica.

-Ahora podrás hablar y caminar- le dijo- y si eres bueno, algún día te convertirás en un niño verdadero.

Y después de decir esto, desapareció.

Pinocho dio un salto en su mesa y lanzó un grito de alegría.

Al día siguiente, el buen Gepetto casi se muere de alegría al ver a su muñeco convertido en un ser animado y desde ese momento, lo consideró como un hijo, y decidió mandarlo a la escuela.

Pero Pinocho, que era un muñeco muy travieso, empezó a reirse y a burlarse de su padre.--¡Deja de reír! --dijo Gepetto enfadado; pero fue como si lo hubiese dicho a la pared.

--¡Deja de reír, te repito! --gritó con amenazadora voz. Entonces la boca dejó de reír, pero le sacó toda la lengua. Gepetto fingió no darse cuenta y continuó trabajando.

De repente Gepetto sintió que le quitaban la peluca de la cabeza. Levantó la vista y, ¿que es lo que vio? Vio su peluca amarilla en manos del muñeco.

--Pinocho!... ¡Devuélveme en seguida mi peluca!

Pero Pinocho, en vez de devolverle la peluca, se la puso en su propia cabeza, quedándose medio ahogado metido en ella.¡ Chico travieso! Recien te acabado de hacer y ya empiezas a faltarle el respeto a tu padre! ¡Mal hijo mío, muy mal!

Tomó el muñeco por los brazos, y le puso en el suelo para enseñarle a caminar.Pinocho tenía las piernas agarrotadas y no sabía moverse, por lo cual Gepetto lo llevaba de la mano, enseñándole a echar un pie tras otro. Cuando ya las piernas se fueron soltando, Pinocho empezó primero a andar solo, y después a correr por la habitacion, hasta que al llegar frente a la puerta se escapó en la calle.

Imaginense al pobre Gepetto que corría detrás de el sin poder alcanzarle. Por suerte, un carabinero lo paró y trajo a Pinocho de vuelta a la casa de su padre.

Ayudar a los niños a comprender que su vida es una “historia” con un comienzo y una llegada.

Alguien los llamó a vivir y desde ahora ha empezado la aventura de crecer.

2° semana:

2° parte del cuento - El grillo parlante

Gepetto habia salido de la casa para comprar algo para el desayuno, cuando Pinocho escucho un ruido raro.--¡Cri, cri, cri!

-¿Quién me llama? --gritó Pinocho lleno de miedo.

--Soy yo.

Volvió Pinocho la cabeza, y vio que era un grillo que subía poco a poco por la pared.

--Dime, grillo: ¿y tú quién eres?

--Yo soy el grillo-parlante que vive en esta habitación hace más de cien años.

--Bueno --contestó el muñeco--; pero hoy esta habitación es mía; si quieres hacerme un gran favor márchate prontito y sin volver siquiera la cabeza.

--No me marcharé sin decirte antes una gran verdad.

--Pues dila, y te vas rápido.

--¡Ay de los niños que se rebelan contra su padre y abandonan caprichosamente la casa paterna! Nada bueno puede sucederles en el mundo, y pronto o tarde acabarán por arrepentirse amargamente.

--Como quieras, señor grillo; pero yo sé que mañana al amanecer me marcho de aquí, porque si me quedo, me sucederá lo que a todos los niños: me llevarán a la escuela y tendré que estudiar quiera o no quiera. Y yo te digo en confianza que no me gusta estudiar, y que mejor quiero entretenerme en cazar mariposas y en subir a los árboles a atrapar nidos de pájaros.

--¡Pobre tonto! Pero, ¿no comprendes que de ese modo cuando seas mayor estarás hecho un solemne burro y que todo el mundo se burlará de ti?

--¡Cállate, grillucho de mal agüero!--gritó Pinocho.

Pero el grillo, que era paciente y filósofo, no se incomodó al oir esta impertinencia, y continuó diciendo con el mismo tono:--Y ya que no te gusta ir a la escuela, ¿por qué no aprendes al menos un oficio que te sirva para ganar honradamente un pedazo de pan?

--¿Quieres que te lo diga?--contestó Pinocho, que empezaba ya a perder la paciencia--. Entre todos los oficios del mundo no hay más que uno que me guste.

--¿Y qué oficio es ese?

--El de comer, beber, dormir, divertirme y hacer desde la mañana a la noche vida de vagabundo.

--Te advierto-- replicó el grillo-parlante con su acostumbrada calma-- que todos los que siguen ese oficio acaban casi siempre en el hospital o en la carcel.

--¡Mira, grillucho de mal agüero, si se me acaba la paciencia, pobre de tí!

--¡Pinocho! ¡Pinocho! ¡Me das verdadera lástima!

--¿Por qué te doy lástima?

--Porque eres un muñeco, y, lo que es peor aún, porque tienes la cabeza de madera.

Al oír estas palabras saltó del suelo Pinocho muy enfurecido, y cogiendo un pedazo de madera que había sobre el banco, se lo tiró al grillo-parlante.

Quizás no creía que iba a darle; pero, por desgracia, le dio en la misma cabeza, y el pobre grillo apenas si pudo decir cri, cri quedó aplastado en la pared.

Ayudar a los niños a entender que en sus acciones tienen que actuar con responsabilidad. Tener responsabilidad significa tener que dar cuenta a alguien. Son nuestras acciones a juzgarnos: “yo no creia...” no sirve de mucho. El grillo es nuestra Conciencia, aprendemos a escucharla.

3° parte del cuento - Abecedario- teatro titeres- monedas de oro

Gepetto llegó de la feria con tres peras. Se las dió a Pinocho para que comiera.

--Pues si quieres que las coma, tienes que pelarmelas.

--¿Pelarlas?-- replicó asombrado Gepetto--. ¡Nunca hubiera creído, chiquillo, que fueras tan delicado de paladar! ¡Malo, malo, y muy malo! En este mundo hijo mío hay que acostumbrarse a comer de todo, porque no se sabe lo que puede suceder. ¡Da el mundo tantas vueltas!...

--Usted dirá todo lo que quiera-- refunfuñó Pinocho--; pero yo no me comeré nunca una fruta sin pelar. ¡No me gustan las cáscaras!

Y Gepetto, armándose de santa paciencia, tomó un cuchillo, peló las tres peras, y puso las cáscaras en una esquina de la mesa.

Cuando hubo terminado Pinocho de comer, o mejor dicho, de devorar las tres peras, dio un prolongado bostezo y dijo con voz llorosa:--¡Tengo más hambre!

--Pues yo, hijo mio, no tengo nada más que darte.

--¿Nada, absolutamente nada?

--Aquí tenemos estas cáscaras de pera.

--¡Paciencia!-- dijo Pinocho-- Si no hay otra cosa, comeré una cáscara.

Al principio hizo un gesto torciendo la boca; pero después, una tras otra, se comió en un momento todas las cáscaras hasta que dio fin de todo.

Entonces se pasó las manos por el estómago, y dijo con satisfacción:--¡Ahora sí que me siento bien!

--Ya ves-- contestó Gepetto-- cuánta razón tenía yo al decirte que no hay que acostumbrarse a ser demasiado delicados de paladar. No se sabe nunca, querido mío, lo que puede suceder en este mundo. Da tantas vueltas!...

Pinocho se dio cuenta que el papá no habia comido nada para que el quedara satisfecho y le dijo: --Para poder pagar a usted lo que ha hecho por mí, desde este momento quiero ir a al escuela.

--¡Muy bien, hijo mío!

--Sólo que para ir a la escuela necesito un traje.

Gepetto, que era pobre, le hizo un trajecillo de papel rameado, un par de zapatos de corteza de árbol y un gorrito de miga de pan.

Pinocho corrió inmediatamente a contemplarse en un tarro lleno de agua, y tan contento quedó, que dijo pavoneándose: --¡Anda! ¡Parezco completamente un señorito!

--Es verdad-- replicó Goro--; pero ten presente que los verdaderos señores se conocen más por el traje limpio que por el traje hermoso.

--¡A propósito! --interrumpió el muñeco--. Todavía me falta algo para poder ir a la escuela: me falta lo más necesario.

--¿Qué es?, dijo Gepetto

--Me falta el libro. Contesto Pinocho

--Tienes razón. Pero, ¿dónde lo sacamos?Replico Gepetto.

--Pues sencillamente: se va a una librería y se compra.

--¿Y el dinero?

--Yo no lo tengo.

--Ni yo tampoco --dijo el buen viejo con tristeza.

--¡Paciencia! --gritó Gepeto al cabo de un rato, poniendose en pie; y tomando su vieja chaqueta, llena

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