Sinsajo
nanotaraTesina13 de Marzo de 2014
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PARTE I
“LA CHISPA”
Traducción de www.librojoven.blogspot.com
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Aferro el termo entre mis manos incluso aunque hace tiempo que el calor del té se ha
filtrado en el aire helado. Mis músculos están contraídos con fuerza frente al frío. Si una
manada de perros salvajes fuera a aparecer en este momento, las probabilidades de escalar a
un árbol antes de que atacaran no están de mi parte. Debería levantarme, moverme algo, y
trabajar en la rigidez de mis miembros. Pero en vez de ello me siento, tan inmóvil como la roca
debajo de mí, mientras el amanecer empieza a iluminar el bosque. No puedo luchar contra el
sol. Sólo puedo mirar impotente cómo me arrastra hacia un día que he estado temiendo
durante meses.
Al mediodía estarán en mi nueva casa en la Aldea de los Vencedores. Los periodistas, los
cámaras, incluso Effie Trinket, mi antigua escolta, se habrán encaminado hacia el Distrito 12
desde el Capitolio. Me preguntó si Effie aún llevará esa estúpida peluca rosa, o si ahora lucirá
algún otro color antinatural especialmente para el Tour de la Victoria. También habrá otros
esperando. Personal para satisfacer todas mis necesidades en el largo viaje en tren. Un equipo
de preparación para embellecerme para apariciones en público. Mi estilista y amigo, Cinna,
que diseñó los preciosos conjuntos que hicieron que la audiencia se fijara en mí por primera
vez en los Juegos del Hambre.
Si fuera por mí, intentaría olvidarme completamente de los Juegos del Hambre. Nunca
hablar de ellos. Fingir que no fueron más que un mal sueño. Pero el Tour de la Victoria hace
que eso sea imposible. Estratégicamente situado casi a medio camino entre los Juegos anuales,
es la forma que tiene el Capitolio de mantener el horror fresco e inmediato. No sólo nos
obligan a nosotros en los distritos a recordar la mano de acero del poder del Capitolio cada
año, nos obligan a celebrarlo. Y este año, yo soy una de las estrellas del espectáculo. Tendré
que viajar de distrito en distrito, levantarme delante de multitudes que me ovacionan mientras
me odian en secreto, mirar a los rostros de las familias cuyos hijos he matado . . .
El sol persiste en alzarse, así que me obligo a levantarme. Todas mis articulaciones
protestan y mi pierna izquierda lleva tanto tiempo dormida que me lleva varios minutos de
andar en círculos el poder devolverle la sensibilidad. He estado en el bosque tres horas, pero
ya que no he intentado cazar en serio, no tengo nada que mostrar por ello. Ya no importa para
mi madre y mi hermana pequeña, Prim. Pueden permitirse comprar carne en la carnicería de la
ciudad, aunque a ninguna nos gusta más que la caza fresca. Pero mi mejor amigo Gale
Hawthorne y su familia dependen del botín de hoy, y no puedo defraudarlos. Empiezo la
caminata de hora y media que me llevará el recorrer nuestra línea de trampas. Antes, cuando
estábamos en el colegio, teníamos tiempo por las tardes para revisar la línea y cazar y
recolectar y aún volver al trueque en la ciudad. Pero ahora que Gale se ha ido a trabajar a las
minas de carbón―y yo no tengo nada que hacer en todo el día―he tomado el trabajo.
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Traducción de www.librojoven.blogspot.com
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En este momento Gale ya habrá fichado en las minas, tomado hacia las profundidades de la
tierra el ascensor que revuelve el estómago, y estará golpeando en una veta de carbón. Sé
cómo es todo allí abajo. Cada año en el colegio, como parte de nuestro entrenamiento, mi
clase tenía que recorrer las minas. Cuando era pequeña, sólo era incómodo. Los túneles
claustrofóbicos, el aire viciado, la oscuridad sofocante por todas partes. Pero después de que
mi padre y varios mineros más murieran en una explosión, apenas si podía entrar en el
ascensor. El viaje anual se convirtió en una inmensa fuente de ansiedad. Dos veces me había
puesto tan enferma por la anticipación que mi madre me hizo quedarme en casa porque
pensaba que había contraído la gripe.
Pienso en Gale, quien sólo está vivo en el bosque, con su aire fresco y su luz solar y su agua
fresca y en continuo movimiento. No sé cómo lo soporta. Bueno . . . sí, lo sé. Lo soporta
porque es la forma de alimentar a su madre y a sus dos hermanos y su hermana pequeños. Y
aquí estoy yo con toneladas de dinero, mucho más que suficiente para alimentar ahora a
nuestras dos familias, y él no quiere aceptar ni una sola moneda. Incluso es duro para él
dejarme que le lleve carne, aunque con toda seguridad habría mantenido a mi madre y a Prim
provistas si yo hubiera muerto en los Juegos. Le digo que me está haciendo un favor, que me
vuelve loca estar todo el día por ahí sentada. Incluso así, nunca dejo la caza cuando él está en
casa. Lo que es fácil dado que trabaja doce horas al día.
La única vez que veo ahora a Gale es los domingos, cuando nos encontramos en el bosque
para cazar juntos. Aún es el mejor día de la semana, pero ya no es como solía ser, cuando nos
podíamos contar el uno al otro cualquier cosa. Los Juegos han estropeado incluso eso. Sigo
manteniendo la esperanza de que a medida que pase el tiempo recuperaremos la comodidad
entre nosotros, pero una parte de mí sabe que es inútil. No hay vuelta atrás.
Consigo un buen botín en las trampas―ocho conejos, dos ardillas, y un castor que nadó
hacia el artilugio de cable que diseñó el propio Gale. Es un hacha con las trampas, ajustándolas
para que doblen árboles jóvenes y así aparten a sus presas del alcance de depredadores,
equilibrando troncos sobre delicados gatillos de palos, tejiendo cestas ineludibles para
capturar peces. Mientras avanzo, recolocando cuidadosamente cada trampa, sé que nunca
podré imitar con exactitud su ojo para el equilibrio, su instinto por dónde cruzará la presa el
camino. Es más que experiencia. Es un don natural. Como la forma en que yo puedo disparar a
un animal en casi total oscuridad y aún así derribarlo con una única flecha.
Para cuando llego a la verja que rodea el Distrito 12, el sol está bien alto. Como siempre,
escucho un momento, pero no está el delator zumbido de la corriente eléctrica circulando por
la cadena de cables. Casi nunca la hay, incluso aunque la cosa se supone que debería estar
cargada a tiempo completo. Me retuerzo por la apertura en la parte baja de la verja y salgo en
la Pradera, a sólo un tiro de piedra de mi casa. Mi antigua casa. Aún podemos quedárnosla ya
que oficialmente es el hogar designado para mi madre y hermana. Si ahora yo cayera muerta,
ellas tendrían que volver aquí. Pero por el momento, ambas están felizmente instaladas en la
nueva casa de la Aldea de los Vencedores, y yo soy la única que utiliza el lugarcito achaparrado
donde me crié. Para mí, es mi verdadera casa.
Ahora voy allí a cambiarme la ropa. Cambiar la chaqueta vieja de cuero de mi padre por un
abrigo fino de lana que siempre parece demasiado ceñido en los hombros. Dejar mis suaves y
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gastadas botas de caza por un par de caros zapatos hechos a máquina que mi madre piensa
que son más apropiados para alguien de mi estatus. Ya he puesto a buen recaudo mi arco y
mis flechas en un tronco hueco en el bosque. Aunque se agota el tiempo, me permito unos
minutos para sentarme en la cocina. Tiene una cualidad de abandono, sin fuego en el hogar,
sin mantel sobre la mesa. Lamento la pérdida de mi vieja vida aquí. Apenas salíamos adelante,
pero sabía dónde encajaba, sabía cuál era mi lugar en la red fuertemente entretejida que era
nuestra vida. Desearía volver a ella porque, en retrospectiva, parece tan segura comparada
con el ahora, en que soy tan rica y tan famosa y tan odiada por las autoridades del Capitolio.
Un gemido en la puerta de atrás reclama mi atención. La abro para encontrarme con
Buttercup, el gato viejo y gruñón de Prim. Le disgusta la casa nueva casi tanto como a mí y
siempre la deja cuando mi hermana está en el colegio. Nunca nos hemos querido
particularmente el uno al otro, pero ahora tenemos este nuevo vínculo. Lo dejo entrar, le doy
un pedazo de grasa de castor, e incluso lo acaricio entre las orejas un ratito.
― Eres horroroso, ya lo sabes, ¿verdad? ― Le pregunto. Buttercup empuja mi mano
suavemente para más caricias, pero tenemos que irnos. ― Vente, tú.
Lo levanto con una mano, cojo mi bolsa de caza con la otra, y los llevo a ambos hacia la
calle. El gato se libera de un salto y desaparece bajo un arbusto.
Los zapatos me aprietan en los dedos mientras ando haciendo crujidos por la calle de
ceniza. Acortando por callejones y a través de patios traseros llego a la casa de Gale en
cuestión de minutos. Su madre, Hazelle, me ve a través de la ventana, donde está inclinada
sobre el fregadero de la cocina. Se seca las manos en el mandil y desaparece para encontrarse
conmigo en la puerta.
Me gusta Hazelle. La respeto. La explosión que mató a mi padre también se llevó a su
marido, dejándola con tres niños y un bebé a punto de nacer. Menos de una semana después
de haber dado a luz, estaba fuera recorriendo las calles en busca
...