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Y POR ESO ROMPIMOS


Enviado por   •  12 de Abril de 2015  •  1.613 Palabras (7 Páginas)  •  459 Visitas

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Querido Ed: En breve escucharás un ruido sordo y hueco, será en la puerta principal, la que nadie utiliza. Al golpear el suelo se producirá un leve traqueteo en las bisagras porque es algo muy importante y pesado, un ligero sonido discordante unido al sordo y Joan levantará la vista de lo que sea que esté cocinando. Imagino su ceño fruncido reflejado en la salsa burbujeante o lo que sea. Pero irá y mirará. Tú no, Ed. Deberías estar bañándote, pero estarás recostado en la cama con el corazón en pedazos, o eso espero. Así que será tu hermana, Joan, quien abrirá. Tú ni siquiera sabrás ni escucharás lo que han tirado frente a tu puerta. Es un día hermoso y soleado. No es el día adecuado para esto, no para nosotros, que estuvimos saliendo entre el 5 de octubre y el 12 de noviembre. Pero ahora estamos en diciembre. Te voy a explicar por qué rompimos, Ed. Te voy a contar en esta carta toda la verdad de por qué sucedió. Y la maldita verdad es que te quise demasiado. El ruido sordo y hueco lo ha producido la caja, Ed. La encontré en el sótano y la tomé cuando nuestras cosas ya no cabían en el cajón de mi buró. Así que metí todo en esta caja y a esta dentro del clóset, y encima amontoné algunos zapatos que nunca me pongo. Cada uno de los recuerdos del amor que un día compartimos, como el confeti en las alcantarillas cuando ha terminado un desfile, todo amontonado contra la banqueta. Voy a tirar la caja entera de nuevo en tu vida, Ed, aunque es a ti a quien estoy desechando. Te quise y ahora te devuelvo tus cosas, las saco de mi vida igual que a ti, tal vez si te cuento la historia completa la entenderás eta vez, porque incluso ahora quiero que la entiendas. Sabes que me gustaría ser directora de cine, sin embargo nunca fuiste capaz de ver las películas que surgían en mi cabeza, y por eso, Ed, por eso rompimos. Escribí mi cita favorita en la tapa de la caja, una de Hawk Davies, y estoy escribiendo esta carta con esa tapa como escritorio. La camioneta del padre de Al traquetea y algunas veces la escritura me sale temblorosa, así que mala suerte la tuya. Llamé a Al esta mañana y en cuanto le dije: «¿Sabes qué?», él me respondió: «Me vas a pedir que te ayude a hacer un mandado con la camioneta de mi padre».

—Eres bueno adivinando —le dije— Estuviste cerca.

— ¿Cerca?

—Bueno, sí, es eso.

—Está bien, dame un segundo para buscar las llaves y te recojo.

— ¿No quieres saber cuál es el mandado?

—Me lo puedes decir cuando llegue allá.

—Quiero contártelo ahora.

—No importa, Min —aseguró.

—Llámame La Desesperada

— ¿Cómo?

—Voy a devolverle las cosas a Ed —anuncié tras un largo suspiro, y entonces Al suspiró también.

—Por fin.

—Sí. Mi parte del trato ¿no es así?

—Cuando estuvieras lista, sí. Entonces, ¿llegó el momento?

Otro suspiro más profundo.

—Sí.

— ¿Te sientes triste?

—No.

—Min.

—Está bien, sí.

—Está bien, tengo las llaves. Dame cinco minutos.

—Es que estoy leyendo la cita de la caja. Ya sabes, la de Hawk Davies. Las intuiciones se tienen o no se tienen.

—Cinco minutos, Min.

—No tienes por qué hacerlo. Es solo que la caja es tan pesada que no sé…

—Está bien, Min. Y claro que tengo que hacerlo

— ¿Por qué?

Al suspiró al otro lado del teléfono mientras yo continuaba mirando la tapa de la caja. Extrañaré ver la cita cuando abra el armario, pero a ti no, Ed. Al es una persona buena, fue en su fiesta de cumpleaños donde tú y yo nos conocimos, aunque él ni siquiera te había invitado, ni a ti ni a nadie de tu grupo de deportistas gruñones. Yo salí temprano de la escuela para ayudarle a preparar la comida. Tú simplemente te presentaste sin invitación, acompañado de Trevor, Christian y todos esos para esconderse en un rincón y no tocar nada, excepto unas nueve botellas de cerveza Scarpia’s Bitter Black Ale. Yo fui una buena invitada, Ed, tú ni siquiera le deseaste a tu anfitrión un «amargo cumpleaños», ni tampoco le llevaste un regalo, y por eso rompimos. Estas son las corcholatas de las botellas de cerveza que tú y yo nos tomamos en el jardín trasero de la casa de Al aquella noche. Recuerdo las estrellas brillando con destellos punzantes y nuestro aliento condensado por el frío, tú vestido con la chamarra del equipo y yo con ese suéter de Al que siempre tomo prestado en su casa. Lo tenía preparado, limpio y doblado cuando lo acompañé al piso de arriba para darle su regalo antes que llegaran los invitados. Se hizo tarde, y Al no dejaba de decir que no era el momento del pastel y entonces, como una canción que ni siquiera recordábamos que estuviera en la selección de música, irrumpiste en la casa y en mi vida. Te veías fuerte, supongo que siempre has sido así: los hombros, la mandíbula, los brazos

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