LA MÚSICA EN LOS CULTOS DIONISIACOS
masuelosftDocumentos de Investigación5 de Febrero de 2022
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LA MÚSICA EN LOS CULTOS DIONISIACOS
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Adriana Renero*
La música en la antigüedad griega
Para penetrar en el mundo musical griego
es preciso alejarnos de nuestras cate-
gorías estéticas habituales y pensar en modos, ritmos y armonías diferentes. Al mismo tiempo, es indispensable advertir que en la sociedad griega arcaica la música ocupaba un lugar fundamental, pues mantenía estrechos vínculos con la medicina, la as-tronomía, la religión, la filosofía, la poesía y la pedagogía, entre otras disciplinas. Lo anterior responde a que la música era considerada un arte peculiar y ambiguo dotado de “poderes especiales” porque actuaba como fuerza capaz de precipitar al hombre a la locura, al mismo tiempo que la curaba, o bien, de elevarlo hasta la divinidad.
Si bien la ambigüedad es significativa y se atenderá más adelante, conviene resaltar que la fascinación de la música, junto con el gesto enig-mático que se le reconoció, deriva principalmente del aspecto que mejor la caracteriza: “se expresa sin que se pueda jamás aprehender su objeto”.1 Así pues, la música se nos brinda enigmática, pero también compleja en tanto el sonido que produce puede concebirse de múltiples formas: como elemento físico-matemático, según su función técnico-lingüística, su cua-lidad artística, ética, mística o según su función religiosa-ritual.
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- Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, México.
1 Enrico Fubini, La estética musical desde la antigüedad hasta el siglo xx, Madrid,
Alianza, 2000, p. 32.
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Esta última función de la música o el papel que, más o menos podemos decir, desempeñaba en los cultos dionisiacos será parte de lo que atende-remos adelante; apoyándonos en testimonios antiguos, nos aproximaremos a sus elementos distintivos (instrumentos, modos o motivos musicales, cualidades, etc.) y a la manera en que la música puede considerarse un recurso para el éxtasis y la embriaguez dionisiaca, dicho con otras palabras, como recurso para la experiencia de comunión con Dionysos.
Instrumentos y modos musicales
Si bien con el tiempo los instrumentos musicales han sufrido varia-ciones sobre sus formas, sus materiales, sus nombres y, relativamente, sus sonidos, no será difícil reconocerlos a continuación. Los modos musicales de la antigüedad griega, en cambio, han variado profundamente; aunque no tengamos forma de conocerlos con exactitud, es posible llegar a una aproximación.
Diversos mitos contienen la música como uno de sus rasgos prin-cipales, ya sea vinculada a la poesía, en conexión con la cosmogonía o con la vida social; el mito de Orfeo, Apolo, Marsyas y Dionysos son algunos ejemplos de ello. Sin revisar detalladamente cada uno de éstos, haremos un par de observaciones que los relacionan: a) la música de Apolo es considerada propia de una forma de vida ordenada, racional y civilizadora a diferencia de la música que, como observaremos, corres-ponde a Dionysos; b) la concepción de la música que aflora en el mito de Orfeo2 es análoga a la que brota del mito de Dionysos. Ambos se centran en la peculiaridad de la música como “poder especial” o, si se quiere decir, “sobrenatural”, pero también muestran notables diferencias entre las cuales se destaca su instrumento musical: mientras Orfeo porta la lira, Dionysos tañe la flauta.
Orfeo canta y acompaña su canto con los sonidos procedentes de la lira; la facultad de hechizo o encantamiento, que conocemos de su mito, deriva de dos elementos diferentes aun cuando ambos se presenten fusio-nados: la poesía y la música. Por otro lado, a Orfeo se le ha representado en actitud serena y contenida; Dionysos, en cambio, expresa su furor con el sonido sugestivo emitido por la flauta y celebra su rito únicamente con la ayuda de la música, que se vuelve más grandiosa aún por medio de la danza que la acompaña: se le ha representado casi siempre como
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- Dentro del mito órfico, la música es una potencia mágico-encantadora y oscura que subvierte las leyes naturales y que puede reconciliar en una unidad los principios opuestos sobre los que se rige la naturaleza: vida y muerte, cielo y tierra, etcétera. Estas antinomias llegan a anularse unas a otras o a disolverse en el canto ejecutado por Orfeo, precisamente por el poder mágico de su música.
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bailarín, como si por ello simbolizara las fuerzas primigenias puestas en movimiento gracias al potencial inmerso en el sonido. De aquí que el embeleso o cautivo órfico sea tan distinto del furor báquico.
La diferencia entre ambos dioses es una muestra de la dialéctica que se presentó en el mundo musical griego y quedó simbolizada por la intensa oposición entre la citarística y la aulética, o entre la cítara o (una de sus variaciones) la lira y la flauta, y que fue motivo de controversia sobre la prioridad y la antigüedad de uno u otro instrumento.3 En este punto vale la pena que nos detengamos.
Algunos testimonios antiguos, entre ellos el de Aristóteles, señalan que Atenea inventó la flauta; otros, atribuyen el invento al sileno Marsyas,4 hijo de Pan, y tienden a situarlo en una época anterior a Orfeo, con el intento evidente de atribuir prioridad a su música. Jean Chevalier se refiere a Pan,5 personificación de las grutas y de los bosques, como el inventor de la flauta y señala que el sonido de su instrumento arrastraba a la gente hasta la montaña, lo cual le ubicaba, más bien, en relación con un culto agrícola-pastoril.
En cuanto a la lira, la tradición atribuye su invención a Apolo y a Orfeo advirtiendo que éstos propugnaban por un carácter civilizador y racional; incluso se creía que la lira podía sacar al ser humano del estado salvaje o irracional que provocaba la música dionisiaca, en el cual que-daba roto el principio de individuación. Ésta es otra diferencia notable entre la lyra y el aulos, y que se tradujo en el carácter ético de la primera y orgiástico del segundo.
Para reflexionar sobre lo anterior, debe considerarse que en la anti-güedad griega se utilizó el término nomos también para el ámbito mu-sical,6 por lo cual el término nomoi equivale a melodía, motivo o tema
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- E. Fubini, op. cit., p. 46.
- Marsyas recogió la flauta arrojada por Atenea y retó a Apolo a una competencia musical, tras la cual el vencido quedaría a merced de su rival. Apolo, después de ven-cerlo con su lira, lo amarró a un árbol y lo desolló vivo. Otras versiones atribuyen a Apolo un arrepentimiento posterior que le habría inducido a convertir a Marsyas en río. “En Celenas de Frigia está el río Marsyas; éste, si escucha de alguna manera una flauta, produce un gran ruido; en cambio, si escucha una cítara, fluye en silencio, al haberse ahogado en él el flautista Marsyas”. En Paradoxógrafos griegos, Rarezas y maravillas [trad. del griego de Javier Gómez Espelosín], Madrid, Gredos, 1996, pp. 19-20.
- Pan, que vivía en Arcadia, donde guardaba manadas y rebaños, tomaba parte en las orgías de las ninfas de las montañas. El nombre de Pan se deriva de paein, pastar. Pan representa al demonio del culto arcádico de la fertilidad y es quien había poseído a las ménades sacerdotisas de Dionysos.
- Es preciso señalar algunos conceptos que el Corpus Hermeticum aclara: “Por lo que respecta a los términos musicales, ‘melodía’ traduce harmonía: en la música griega harmonía es el modo o modalidad, es decir, la elección de una octava característica [do-do] y la quinta modal [do-sol]; hay ocho ‘armonías’ o modos fundamentales (dorio,
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establecido de forma rigurosa para las diferentes ocasiones a las que estuviera destinado o en orden de los efectos que producía. El nomos o ley musical como tema melódico era construido según un modo deter-minado que se correspondía con un ethos concreto.7 Así, los tres modos principales de la música griega arcaica, como bien destacó Platón en la República (398-403c) y retomó Aristóteles en la Política (1340b), fueron el lidio, doliente y fúnebre; el dorio, viril y belicoso, pero que también provoca un estado de ánimo intermedio; y el frigio, entusiasta y báquico. Más adelante regresaremos a ellos.
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