Buscando A Migel

Si se buscara una frase sumaria para el nuevo filme de Juan Fischer, Buscando a Miguel, la más cercana la de una película con el alma nacional del momento. Colombia ha sido un país de carencias y necesidades. No es algo nuevo, pues aún, después de un siglo no logramos superar el subdesarrollo, y las marginalidades y exclusiones, han llevado a Colombia a caer en abismos

tan profundos como el narcotráfico, el paramilitarismo, una insurgencia añosa, rebusque a cualquier modo, así haya que violentar la ley, corrupción y politiquería, porque en eso han caído los partidos tradicionales, que cobran un descenso notable de electorado, y los que avanzan, tampoco es que obren con prácticas distintas.

Buscando a Miguel, es por eso una película interesante, porque toca puntos sensibles del alma colombiana. Ahí, están de bulto la politiquería, esa de construir puentes donde no hay ríos, con Miguel, un muchacho de clase alta, que para ganar electores juega

a las promesas (naturalmente no las va a cumplir), que hacen parte del folclor político colombiano, y mientras, en sus visitas a esos barrios menesterosos, marginales, donde todo falta, apostados en cerros, regala balones de fútbol (imposible recrearse con una pelota en una ladera).

Como buen político, Miguel es enamorado, vive de "levantes", y una mujer habrá de ser su perdición. Una morena recia que le da burundanga, y con su socio, lo someten al famoso "paseo millonario", aprovechando su estado de indefensión y su voluntad domeñada porefecto de la escopolamina. Practicamente, le agotan en los cajeros sus tarjetas de crédito. Lo que viene después, es el juego dramático, conel político sin memoria, que se sale de su camionta a orinar, mientras los compinches compran droga, es atacado por unos rateros de barrio,y dejado desnudo, luego por unos gamines,deambulando, después,por una vía, donde unos tipos que viven de suministrar a la morgue cadáveres de "desechables", que matan a garrotazos, y luego venden a las facultades de medicina,le dan un batazo en la cabeza, y se lo llevan en su camioneta, para sumarlo al macabro negocio.

Indudablmente, la desaparición del político, causa revuelo. La madre,y la esposa de Miguel el político,que lo pone los cuernos, con su socio político, lo buscan: La una por amor de madre, la otra porque necesita saber si está muerto, para poder casarse con su amante.

Y, en el itinerario de la desaparición, el director con ingenio, trastea a Miguel, aún con las lagunas de la escopalamina, por una Bogotá excluída: la de los parches y las ollas, similares a los del famoso Cartucho, donde habitan los desechables drogos, la de los recicladores, que recogen la basura y la mierda que le sobra a los bogotanos, para vivir de ella, mientras meten pegante, o algúna vincha de mariguana. También, está la Bogotá de los travestis y gay.

En definitiva, una Bogotá donde los colores no son el rosa, ni el verdede la esperanza, sino el turbio y negro de los condenados y sin futuro. Aunque Fischer, en una especie de moraleja, deja abierta la posibilidad de la inclusión, y la recuperación de la dignidad,de estos desheredados,con esas organizaciones no gubernamentales, conformadas por gente con un espíritu humano grande, capaz de preocuparse por el otro, el que no ve la luz al otro lado del túnel en su caida en barrena en el foso tenebroso, que el mismo hombre cava para el hombre, cuando la política no es justa.

Relevante el papel de Laura García, mujer de retos en el teatro y el cine colombiano, al asumir el papel del travesti, que recoge a Miguel en su estado de indefensión por los estragos de la escopolamina, aunque hay un buen antecedente en Florina Lemaitre, en La Estrategia del caracol, en el papel de homosexual.

El humor, y los rasgos sociológicos de la película,

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