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Corazón Delator (adaptación)


Enviado por   •  25 de Abril de 2012  •  2.676 Palabras (11 Páginas)  •  997 Visitas

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El corazón delator de Edgar allan poe

ABRAN COLOCADO VARIOS METRÓNOMOS DISTRIBUIDOS EN EL ESPACIO. A OSCURAS SE OYEN 12 CAMAPANADAS LENTAMENTE UN RAYO DE LUZ ILUMINA EL ROSTRO DE JAIME

I acto

1. ¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. Pero no estoy loco. Loco No. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad agudizada mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído es el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas he oído en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces?

2. Quería mucho al viejo… Tanto que mes es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba Molesto. Quería mucho al viejo. (SE REPITE EN OFF CON LUCES INTERMITENTES) quería mucho al viejo… lo quería…

Ahora Observen ustedes con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad ejecuto mi obra.

4. El Viejo nunca me hizo nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo… semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela que supuraba un líquido viscoso de vez en cuando. Cada vez que lo clavaba en mí, se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me voy decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel maldito ojo para siempre.

5. Presten atención. Ustedes que me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Yo quería al viejo. Todas las noches, hacia las doce, yo hacía girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡ tan suavemente! Entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba. Yo quería al viejo, era el mal de ojo. Ese Maldito ojo. Y por la mañana, apenas iniciaba el día, entraba sin miedo en su habitación. (INTERACTÚA COMO SI HUBIERA OTRO PERSONAJE EN ESCENA.)

--Buenos Días Gustavo, que más, como estuvo la noche… Si yo también dormí bien. La noche estuvo tranquila. Mira te traje café espero no esté demasiado dulce para tu gusto

(VOLVIENDO A SU INTIMIDAD)Ya ven ustedes, que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, Todas estas noches justamente a las doce, iba a mirarlo mientras dormía.

6. Al llegar la octava noche, procedo con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás para esconderme… pero no. Su cuarto estaba tan negro como la peste, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suave, muy suavemente. (TAL VEZ AQUÍ TOME UN POCO DE AGUA O REALICE ALGUNA ACCIÓN DILATORIA)

7. Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho. (SE LEVANTA EL HOMBRE DE LA TINA)

-¿Quién está ahí?

8. Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Maldito dedo resbalarse en este momento. Durante una hora entera no moví un solo músculo, en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, trasnoché. mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.

9. Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima yo, quería al viejo… aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez… eso es y nada más". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtivamente, envolviéndolo en una agonía atroz. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir exactamente eso. Porque no podía verme u/o oírme-, era de solo sentír la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.

10. Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.

11. Así lo hice. No pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo… Si, sobre el ojo de buitre.

13.

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