Paseando en el centro de la ciudad al ritmo del romanticismo

Musica Del Porfiriato

Paseando en el centro de la ciudad al ritmo del romanticismo

Caminando por el Palacio de bellas artes con sombrero de copa, mi mejor traje de lana, mi bastón en mano y en la mente escuchando “El canto de la huilota” del Maestro Aniceto Ortega, lamentaba la muerte de Don Porfirio, recordaba el gran esfuerzo que él puso para el surgimiento de este bello edificio. En la entrada principal veía con gusto las jardineras adornadas con bellas flores blancas y moradas que invitaban a sentarse y a descansar junto a ellas. A pesar del la linda estructura de la entrada hoy algo estaba diferente en la explanada, alrededor se encontraba una muchedumbre con atuendos poco morales y con pinta de no ser damas ni caballeros dignos del lugar. Ignore la situación y me decidí a entrar al palacio.

En la entrada había un extraño dispositivo por el que me obligaron a pasar, de forma inesperada me pidieron vaciar mis bolsillos quitándome mi pequeña navaja de bolso con la que siempre viajo, no le tome gran importancia y proseguí con mi visita. Trataba de ver algún conocido pero no vislumbraba a nadie, ni siquiera Don Matías Galena ni su esposa Doña Marina Versalles que usualmente pasean por aquí los domingos en la tarde.

Seguí caminando y me maravillaban las hermosas luces que alumbraban el lugar, parecían luciérnagas gigantes que con su gracia daban luz a la penumbra. La imponencia de la enorme estructura interior estaba embellecida por paredes de mármol que tenían un color rojizo, como si una rosa estuviera palideciendo. Después de un rato salí de edificio prometiendo volver.

Fui en dirección hacia la alameda central, para mi desagrado grandes cantidades de gente se amontonaban en el lugar y una enorme cantidad de puestos ambulantes cubrían la hermosura natural de los jardines, volví a recordar a Don Porfirio y pensé que tal vez se estaría retorciendo en su tumba si estuviera en presencia de semejante imagen.

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