Liturgia Cristiana

Liturgia Cristiana

Desde los primeros años de la Iglesia cristiana el canto fue utilizado como medio de expresión del gozo de la salvación y la alabanza a Dios. Diversos testimonios nos hablan de cómo los cristianos sobresalían entre la población por su forma de vivir y la alegría que esto les aportaba, expresada a través del canto. Así, en las reuniones entorno al banquete, en las que los Apóstoles enseñaban la vida de Cristo, se cantó desde un principio.

Este canto, como otros muchos gestos y símbolos, fue codificándose en una liturgia concreta que, poco a poco, iría tomando la forma con la que en la actualidad la conocemos. Es importante señalar que estos primeros cantos (semejantes musicalmente a los antiguos cantos judíos) partían generalmente de textos bíblicos, lo que fomentaba el aprendizaje y la reflexión del Libro Sagrado.

Con la expansión del Cristianismo la liturgia y, con ella, la música, fueron tomando formas diferentes en cada región. En Roma se desarrolló la liturgia romana, en Bizancio la bizantina, en Milán la milanesa (también llamada ambrosiana), en Hispania la hispánica o mozárabe, en Francia, Suiza y los Países Bajos la galicana, etc... Cada liturgia tenía su propio estilo melódico en el canto, del mismo modo que en la actualidad el acento en el habla es diferente dependiendo de la región geográfica de que se proceda.

Hubo que esperar hasta el siglo VII d.C. para que San Gregorio I (también conocido como Gregorio Magno) realizase la primera ordenación profunda de la música litúrgica. San Gregorio realizó una selección de los cantos y salmos que existían por aquella época en Roma y ordenó que ésta se extendiese por toda Europa, buscando una unidad litúrgica, musical y de pensamiento que acabase con las heregías y diese unidad a la Iglesia.

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