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VIDA DE PELÍCULA


Enviado por   •  5 de Septiembre de 2014  •  Síntesis  •  1.556 Palabras (7 Páginas)  •  207 Visitas

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ente estadounidense Robert Lee Vesco, indicó hoy que su marido falleció en La Habana en noviembre de 2007, víctima de un cáncer de pulmón, y que está enterrado en el cementerio Colón de la capital cubana". Cuatro renglones de la pantalla de una computadora alcanzaron para cerrar la vida del hombre que tuvo el triste privilegio de haber sido el enemigo público número uno de los Estados Unidos y el prófugo más buscado por el FBI. Seis meses tardó en hacerse pública la noticia y no son pocos los que todavía dudan de su veracidad. Es que, aun tratándose de Cuba, no es fácil creer que a la CIA se le pudiera haber escapado una información de tal tenor.

Vesco, para quien no lo sabe, se había transformado en el prófugo más famoso tras haberse alzado, en 1972, con 224 millones de dólares que no le pertenecían, de un fondo de inversión suizo que operaba en Wall Street.

Hoy Vesco, según su esposa, está enterrado en el cementerio Colón bajo un nombre ficticio y en una tumba no identificada.

-¿Pero tiene usted los datos?, le preguntó el periodista de EFE a la viuda.

-Claro que los tengo, yo lo enterré, le respondió.

VIDA DE PELÍCULA

La vida de Robert Vesco se asemeja a un thriller en el que, alternativamente, se entrecruzan el dinero, el poder, la política, los negocios turbios y las drogas.

Hasta donde se sabe vivió en Estados Unidos, en Costa Rica, en Nicaragua, en Nassau, en Antigua y en Cuba. Fue amigo y protegido de presidentes democráticos, de dictadores, de encumbrados hombres de negocios y de narcotraficantes de gran monta. La protección, al parecer, se mantiene aún a seis meses de su muerte. El gobierno cubano nada informa sobre ella.

En los buenos tiempos de negocios, cuando aún su imperio florecía, se movía de un punto al otro del planeta en un Boeing 707 de su propiedad. Años más tarde, cuando la justicia le pisaba los talones, intentó comprar una isla del Caribe para establecer allí su propio estado soberano.

El escándalo de Watergate, además de costarle la renuncia a Richard Nixon, permitió descubrir que Vesco, en 1972, había aportado clandestinamente 200.000 dólares para la campaña de reelección del presidente. A cambio sólo pedía que se detuviera la investigación de fraude que pesaba sobre su compañía financiera.

También fue acusado de intentar sobornar, durante el gobierno de Jimmy Carter, a funcionarios del gobierno norteamericano para cerrar una operación de venta de aviones militares de los Estados Unidos a Libia.

Años después, cuando ya vivía en Cuba y se había casado con Lidia Alfonso Llaguer, se asoció con un sobrino de Nixon y convenció a Fidel Castro para que el régimen financiara una investigación científica en la búsqueda de un remedio contra el cáncer. La operación terminó en fraude y Vesco y su esposa, en la cárcel; él con una condena de 13 años y ella de 9. Nixon Jr. la sacó barata. Después de un mes de detención fue devuelto a los Estados Unidos.

A Vesco, como se dijo, el FBI lo perseguía desde 1973, cuando se desentrañó la madeja de los turbios negocios de la Investor Overseas Service Ltd. (IOS), un fondo de inversión con casa central en Ginebra, Suiza, pero que operaba en Wall Street, de donde desaparecieron los famosos 224 millones de dólares norteamericanos.

Pero claro, ése no es el comienzo de la historia.

A los 20 años Robert Vesco comprendió que no quería repetir la vida de su padre, un oscuro obrero automotriz de Detroit. El joven, emprendedor y simpático, tenía otros planes. Abandonó sus estudios en una escuela técnica y comenzó a trabajar en una firma de inversores en la que sólo se mantuvo hasta ahorrar los 800 dólares con los que fundó su primera empresa dedicada al negocio del aluminio. Al parecer, el emprendimiento fue floreciente y, a mediados de la década del 60, consiguió hacerse de la International Controls Corporation (ICC), una modesta financiera de Nueva Jersey que, gracias a la política agresiva y hostil de Vesco, fue dueña en poco tiempo de una empresa de aviación y de varias fábricas en diferentes puntos del territorio estadounidense.

Su capital, dicen, rondaba los 50 millones de dólares, y él se había transformado en un playboy, un bon vivant que compraba empresas en quiebra para insuflarles dólares ficticiamente, o fundaba empresas fantasma que le permitían recoger ganancias que, rara vez ,claro, eran reinvertidas.

Sus ratos libres los dedicaba al golf. Su hobby eran los relojes caros y los autos más caros todavía. El sueño americano, mágicamente, se había hecho realidad.

Poco tiempo después adquirió un deslumbrante yate y su propio Boeing 707, tan lujoso que hasta discoteca incluía. Bautizó a la nave como "Silver Phyllis".

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