Las primeras representaciones

Las primeras representaciones que tienden a aflorar sobre la comunicación como pauta de crianza familiar, se asocian a dificultades o deficiencias en las habilidades comunicativas elementales. La dinámica de la sociedad cubana actual, en la que la mayoría de los miembros de la familia están incorporados a la vida social activa (ya sea en la esfera laboral o escolar); deja cada ves menos tiempo para compartir en familia.

Es reconocido, además, que se hacen cada vez más habituales en el interior del hogar las incomprensiones, irrespetos entre los miembros, el rechazo, los gritos y las ofensas, prevaleciendo patrones comunicativos negativos en el proceso de socialización que tiene lugar en el interior del sistema familiar.

Los grupos con los que he tenido la oportunidad de trabajar identifican lo difícil que resulta enfrentar las frustraciones y cómo es común el uso de dobles mensajes comunicativos como mecanismos de defensa para evadir estas situaciones. En muchas ocasiones no se establecen adecuados diálogos, los padres utilizan mensajes sin precisión, ni claridad que generan respuestas ambivalentes, muchas veces fundamentados en la idea de que los hijos no tienen la capacidad para entender los problemas o para participar en su solución.

No solo en la vida familiar podemos encontrar este tipo de distorsiones, sino que las mismas tienen su expresión en cada uno de los ámbitos en los que se relacionan.

Estudios por cubanos confirman la presencia de desajustes en la comunicación intergeneracional. Miguel Limia (1991) considera que ello se debe a una ignorancia de la historia, a la falta del sentido histórico del proceso social, de la continuidad del proceso revolucionario, lo cual condiciona necesariamente la forma en que unas y otras generaciones se perciben y asumen. Este desconocimiento mutuo, hace más compleja y difícil la comunicación, la cual comienza a basarse en prejuicios, estereotipos, en ideas subjetivas preconcebidas y en criterios falsos.

Las condiciones sociales por un lado exigen la formación de sujetos críticos, asertivos, con habilidades para la solución de problemas, teniendo en cuenta que la vida cotidiana está llena de ellos; sin embargo nos encontramos al interior de la familia una educación en función de un "ideal positivo", como si la vida fuese siempre "risas y nunca llanto".

Es evidente el temor en los padres a que los hijos, mayormente en edades pequeñas, enfrenten situaciones difíciles o contradictorias, considerando que las mismas generan frustraciones. Los padres intentan evitar que sus hijos se frustren, tomando como base el estereotipo de que las frustraciones generan malestar y que es mejor mostrar lo bueno de la vida, mientras sea posible.

Pero con estas intenciones sobreprotectoras no se han dado cuenta de que no educar a los hijos en el enfrentamiento

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