Soto Diego - Columna de Opinión
Diego SotoEnsayo8 de Mayo de 2020
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Las estimaciones del crecimiento del PIB siguen bajando, no es un secreto que los economistas cada vez estiman menos crecimiento del país en este 2019, incluso el gobierno bajó sus previsiones para el, pasando en marzo de 3,8% a un 3,5%; sin embargo, esa no fue la única baja en la estimación del gobierno, ya que recientemente el presidente Sebastián Piñera indicó en su cuenta pública nuevos valores de la proyección gubernamental al PIB, en los que indicó que ya no se estima el crecimiento previamente comunicado sino que ahora las estimaciones de crecimiento se encuentran en un rango de 3% a 3,5%. Según informes del Banco Central el Imacec del mes de abril creció en un bajo 2,1%, apuntando solo un 1,6% de crecimiento en el primer trimestre del año, desencantando todas las expectativas.
Es sabido que impulsar la economía no es trabajo de un día para otro y que existen diversos parámetros necesarios de tener en cuenta para esto. Y aunque a simple vista se puede notar que la economía chilena se encuentra decadente, el ministro de hacienda -Felipe Larraín- insiste que en los próximos meses habrá un repunte de la actividad económica, a pesar de que él mismo reconoció que el nuevo escenario macro hacía más difícil cumplir el déficit fiscal de este año. En otras palabras, el gobierno ha presentado proyecciones más bajas que las propuestas anteriormente para el crecimiento del país, también ha declarado que hay dificultades para lograr lo prometido en términos de déficit fiscal; pero aun habiendo reconocido esto último y que sus proyecciones fueron disminuidas, se esmeran en hacernos creer que será mejor y que el escenario está dado para que la economía prospere, casi sin tomar en cuenta lo indicado por expertos, e incluso, por ellos mismos. ¿Por qué no dejar de lado esas afirmaciones, sabiendo que el escenario no es el perfecto para afirmar que la economía de verdad podrá repuntar? ¿Por qué no ser realistas de una vez en las estimaciones y/o compromisos, antes que optimistas?
Además de lo mencionado anteriormente, es decir, la incongruencia en sus declaraciones, si hay algo por lo que se ha caracterizado el gobierno actual y el ministro Felipe Larraín en particular, es por el afán de buscar una razón o un culpable distinto a ellos en estos tipos de casos. Tal como ocurrió con un tema muy contingente como lo es la guerra comercial entre China y EE. UU, tema al cual el ministro se refirió en una entrevista con Bloomberg en abril presente, en donde aseguró que Chile resistiría a esta guerra, ya que los acuerdos de libre comercio que tiene el país le ayudarían a enfrentar este complejo escenario económico. Estas declaraciones se contrastan con las entregadas por el mismo, tras el rebaje de la OCDE a las expectativas de crecimiento de un 3,7% a un 3,2%, declaraciones en las cuales afirmó que la caída se debía en gran parte a la guerra comercial entre estas dos potencias. Entonces, como chilenos, ¿debemos creer y hacernos expectativas con lo que nos dice el gobierno sobre la economía?, después de esta recopilación de datos y declaraciones, lo más válido sería poner en duda la veracidad de las proyecciones gubernamentales. Pero ¿cómo podríamos resolver un problema económico como este?
Una forma adecuada de impulsar una economía decaída como la nuestra, es que el Gobierno tome medidas y pueda implementar proyectos que impulsen al país, sin necesidad de beneficiar a los empresarios, ya que claramente se busca legislar bajo ciertos parámetros, es decir, buscar la realización de leyes sociales en las cuales no intervengan los intereses privados; también impulsar la innovación, mejorar el enlace de la educación con el mercado laboral, promover la participación femenina, ya que este tema puede aportar mucho a Chile en el salto al desarrollo. También es necesario mejorar la productividad, hay diversas formas de hacerlo, como incorporar la participación de la mujer, generando más competencia en el mercado laboral o mejorando este mismo, brindando beneficios a los trabajadores; tal y como ocurrió con el alcalde de Recoleta, Daniel Jadue, el cual implementó una medida de reducción en horas semanales para los trabajadores municipales de su comuna, en semanas en las que uno de los temas principales de discusión es la Reforma Laboral propuesta por el ministro de trabajo del actual gobierno. Jadue redujo las horas semanales a 40 en comparación a las 45 que en promedio trabajan los trabajadores municipales, y a las 180 horas que ahora se podrían pactar según la nueva reforma.
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