Borges Y Yo

Las hojas eran ocho páginas amarillentas arrancadas de un cuaderno espiral y con márgenes llenos de anotaciones. Tal vez la popularidad se dio debido a que fue el último cuento de puño y letra, antes de quedar ciego. Recuerdo que el hombre desembarcó en la llanura. Con flores y un pájaro que lo acompañaba a todos lados. Verano tras verano en la abstracta posesión se desintegró el pajarito. Un día antes había oído a una vidente el dicho del alma en animales. Lo llevó a una plaza, pensó que sería su mejor cementerio. Analizó la tierra y el entorno. Luego, un niño, lo acarició. Intentaron darle una oración. Hicieron el pozo y lo lanzaron con sus miserias. Miserias o desencantos. Una gota cayó del rostro del niño. El viejo lo consoló con palabras y prometió que no moriría. En un tiempo odió su identidad. Su tiempo. Era poco y aún más con la lluvia. El hombre enmascarado le clavó la aguja demasiado pronto. Quedó sin un ojo. Decían que eso era ceguera total. Tengo mis dudas. Recordar esa esquina, es recordar al pájaro; allí lo encontró Don Borges. Lo tapó con un libro y las mil y una noche se hizo tapé.

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