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Yo Y Ella


Enviado por   •  27 de Mayo de 2012  •  1.012 Palabras (5 Páginas)  •  400 Visitas

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RESEÑA FATAMORGANA DE AMOR CON BANDA DE MÚSICA: PAMPA UNIÓN EN EL RECUERDO

Hernán Rivera Letelier

La novela citada (1998) es la última de ese pampino por derecho propio, Hernán Rivera Letelier. Según Mario Bahamonde, se han registrado los nombres de 202 oficinas salitreras sólo en la pampa de Tarapacá. De otras 20 en el Cantón de El Toco. De 34 más en la pampa de Antofagasta. De 5 en el pequeño sector de El Boquete. De 30 en el viejo Cantón de Aguas Blancas. Y de 43 oficinas en la rica pampa de Taltal. Es verdad que muchos de los nombres de estas 334 corresponden a la misma oficina que cambiaba de propietario y, con ello, de nombre. La Oficina San Gregorio después de la matanza obrera pasó a llamarse Renacimiento, por si le corrían nuevos aires. (Pampinos y Salitreros, Editorial Quimantú; 1973: 69).

La historia de todas ellas, en lo esencial, puede adscribirse a la narración de la obra de Rivera Letelier, aunque el nudo central sean los amores de Golondrina del Rosario Alzamora Montoya, pianista y profesora de declamación, con el trompetista Bello Sandalio, en la oficina Pampa Unión de Antofagasta. Y como subtema, los planes de venganza política del padre de Golondrina. Sostengo mi primera afirmación porque la visión de mundo del lugar refleja y sintetiza la vida, zozobras, alegrías y penurias de los protagonistas de la llamada Era o Ciclo del Salitre. La conjunción de razas, españoles, griegos, sirios, yugoeslavos, árabes, chinos, japoneses, argentinos, peruanos, bolivianos, italianos, alemanes, portugueses y toda una babel de comerciantes y aventureros venidos desde todas las latitudes del globo terráqueo (47), se corresponde fielmente con la zona salitrera de nuestro norte, como también los dueños y señores de las oficinas, el vozarrón temible del Jefe de Pampa, (..) el ojo inquisitivo del sereno del campamento, (…), la mano de hierro del adminstrador y (…) la presencia siempre desdeñosa del gringo dueño de la oficina fumando su pipa en el porche de su chalet (170). Agréguense las filarmónicas, teatros obreros, las infaltables calles de las mujeres alegres, esas que te tratan de tú a los pocos minutos de conocerlas, las parrandas de los pampinos, quienes (lo escuché en Iquique cuando niño) bajaban al puerto, se compraban un lindo terno en la Casa Francesa, envolvían su ropita vieja y cerraban una casa de buena vida por una noche o dos, y cuando se terminaba el dinero, vendían su traje por unos pesos, se metían de nuevo en su uniforme salitrero y retornaban a la pampa, a la otra vuelta, como en la cueca. Añadamos el lenguaje ligero, entretenido, cazurro, pampino en esencia, en cada línea del autor y tenemos el cuadro pintado totalmente al óleo de Pampa Unión y su trágica historia amorosa.

Este Hernán Rivera Letelier es un macuco en el uso del lenguaje, en la observación acuciosa del medio que literaturiza, como que pernoctó en el pueblo fantasma de marras. Un leit motiv recorre la novela entera: éste cree que la mazamorra se masca. Con estas palabras define Candelario

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