EMERGENCIAS Y DESASTRES

DESASTRE Y VIDA COTIDIANA

ALGUNAS CONSIDERACIONES DESDE LA PSICOLOGIA

R E SU M E N

Los desastres pueden producirse en cualquier momento y en el lugar menos pensado, ya sea por efecto natural o tecnológico, tales como terremotos, tsunamis, huracanes, sequías, o erupciones volcánicas, explosiones en industrias, accidentes, derrames de petróleo, productos químicos u otros, que pueden ocurrir en áreas donde nunca hubo antecedente de dichos eventos, como fue el Huracán Ike (2008), en la región norte de Holguín (al Oriente de Cuba), donde el evento fue devastador y la población no había experimentado vivencialmente este tipo de desastre por tanto no estaba preparada.

Con el avance del estudio de la mente y ciencias como la Psicología, la Psiquiatría y sus especializaciones, se ha logrado comprender la magnitud que ocasiona estos desastres en el ser humano, logrando superar sólo lo visible u objetivo.

Mientras la crisis sea más compleja, ya que afecta no sólo a la persona, sino a la familia y entorno social, la pérdida de la casa, la intimidad familiar, el trabajo, la escuela, hospitales, falta de alimentos, agua potable, luz eléctrica, etc., ocasiona que el individuo afronte la pérdida de la cotidianidad, que viene a ser “el espacio y el tiempo en que se desarrollan en forma inmediata y directa las relaciones que los hombres establecen entre sí y con la naturaleza en función a sus necesidades, configurándose así las condiciones concretas de existencia” (De Quiroga y Racedo, 1993), ocasiona el acostumbramiento psicológico llamado “familiaridad acrítica”, lo que ocasiona que el sujeto realice sus actividades de forma automatizada, mecánica, haciéndolos resistentes a cambiar, lo que implica la incapacidad de adaptación a cambios severos e inesperados.

La ruptura del equilibrio cotidiano, produce tres tipos de conducta como respuesta: activa (los que trabajan para la recuperación), pasiva (no hacen nada, esperan el cambio por sí solo), evasiva (consume drogas, alcohol o se van) y antisocial ( violencia, robos, saqueos, contra la familia u otros)

En situación de desastre aumentan las sintomatologías de desesperación, depresión, incapacidad de tener el control sobre la propia vida; en condiciones normales, una crisis familiar, laboral, de pareja, etc., es más fácil de afrontar pero en las condiciones descritas los efectos son mucho más severos, teniendo en cuenta la forma de vida en nuestra cultura occidental.

Hay que promover el entrenamiento histórico cultural, basado en la experiencia de desastres anteriores, evitar la doble victimización y ayuda inteligente, promoviendo que el individuo participe activamente en el proceso de recuperación y no adopte la actitud pasiva de esperar que el gobierno u otras instituciones le den todo.

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