El Dia Que Naci
monillo9 de Noviembre de 2012
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Recordé cuando leía la materia prima para derivar este ensayo, dicho sea de paso, ensayo del ensayo (cómo mucho de los textos); que tanto parecido a la paradoja y a esas cajitas rusas pueden volver loco a cualquiera. Loco o religioso. Pensé -mientras mi visión tendía un poco a la izquierda al leer a Souto, cuando Urrello, mi brazo derecho plantó firme la mano para no caerme- con fervor en “la ociosidad, madre de todos los vicios” y aunque bastante tiempo oculta, la verdadera: fruto del tedio, ahora me hacia sugerentes guiños. Reflexioné sobre la naturaleza subjetiva del ensayo, los alcances y motores (génesis del género), así como en las disertaciones a veces profundas que de ellos se desprenden pero siempre poco ortodoxas.
Alfonso Reyes establece como único requisito estar subyugado el tema, tratamiento o estilo, forma... a una función que él mismo creó: función de especies intelectuales. Es decir, escribe hasta los codos, pero intelectualmente. Lástima, intelectual y no de sabios. Lo digo pues intelectuales en cualquier cantina abundan y hasta en las universidades los encuentras, pero los sabios, los ignorantes ¡Oh Sócrates!, difícil privilegio toparse con uno. El argumento a favor de formar una “función de especies sabias”, viene por el conocimiento empírico a saber por ejemplo: de una serie de ensayos para una obra la presentación siempre queda por debajo del nivel ensayado. Entonces, si el ensayo, dice Reyes -el mejor de estas tierras- es intelectual, probablemente quedemos a deber. Que todo esto, a fin de cuentas, es una idea efímera, sería en microcosmos lo que en palabras Gasset uso para definirlo: “la certeza sin la prueba explicita”
Sirva este párrafo para una anotación: el presente, será bajo la premisa de ensayo y error, lanzar el canto al viento desinteresadamente. De la concatenación de letras y espacios, sonidos y silencios; inequívocos y subjetivos como Montaigne
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