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IDENTIDAD PERSONAL Y SEXUAL

alidami5 de Julio de 2015

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IDENTIDAD PERSONAL Y SEXUAL

Todo ser humano experimenta sus propios impulsos naturales, calcula cómo gobernar el mundo y se adapta de manera única. Todo ser humano, no importa su edad, su grado de complejidad o el nivel

de su educación, actúa a veces desde su estado del Niño del yo. El estado Niño del yo contiene la

primera sensación de identidad de la persona, su guión, los juegos que practica, las posturas de su

vida y su racha de triunfos y derrotas… todos los cuales son probablemente reforzados por su

estado de Padre del yo. Si el Padre se dice interiormente: “¿Por qué tuviste que nacer?”, es

probable que el estado del Niño del yo mantenga la postura: “Yo no soy bueno”.

NOMBRES E IDENTIDAD

De la mayor importancia de una persona es su nombre. Aunque el nombre de una persona no debe

cambiar su carácter, a menudo contribuye a su guión, bien negativa o positivamente, en razón del

mensaje que envía al niño.

En su partida de nacimiento, el nombre completo de un niño aparece como José Martínez Pérez. Sin

embargo, él puede ser llamado:

Pepe (por un amigo)

José (por su padre)

Pepito (por su madre cuando está contenta con él)

José Martínez Pérez (por su madre cuando está descontenta con él).

Cada una de esas variaciones de su nombre refleja la sensación emocional de la persona que las usa.

Cada una de ellas le proporciona un mensaje diferente según el cual el niño debe vivir. Cada una

activa en él una respuesta diferente.

Mario, ahora un banquero, cuenta que a los 7 años de edad decidió cambiar su nombre a León; este

ejercicio de su Pequeño Profesor impidió que los otros niños se burlasen de él y que le llamasen

mariquita. Otro individuo in formó que él tenía que defenderse continuamente porque su apellido

era Francis. Una atractiva ama de casa llamada Berta cambió su nombre a María. Porque las

imágenes de un elefante venían siempre a su imaginación cuando oía el nombre Berta. Algunas

personas muestran su aversión por la identidad que su nombre posee para ellas al preferir usar

solamente su segundo nombre o las letras iniciales.

Muchos niños cuyos nombres coincidan en todos los detalles con los de su padre suponen que ellos

deben seguir las huellas de éste. Lo mismo puede ocurrir con designaciones como Guillermo el

grande y Guillermo el pequeño para padre e hijo. En ambos casos existe el riesgo de que el hijo

sienta que nunca valdrá tanto como su padre. En consecuencia, acaba sintiéndose culpable o

inadecuado o mal en algún sentido. Además, el niño puede sentirse como una copia al carbón en

vez de un original, confundiendo su propia identidad con la de su padre.

A muchos niños les ponen nombres simbólicos tomados de la literatura, la genealogía familiar o la

historia y se espera de ellos que vivan en consecuencia. Por ejemplo, niños con nombres bíblicos

como David o Salomón, Marta o María, pueden aprender a identificarse con (o luchar contra) las

expectativas sugeridas por tales nombres. Un Salomón puede creer que él es más sabio de lo que es

en realidad una Marta puede resentir la sugerencia de que sus intereses radican en la cocina en vez

de “en las cosas del espíritu”.

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