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La Anorexia


Enviado por   •  9 de Noviembre de 2013  •  Ensayos  •  2.633 Palabras (11 Páginas)  •  195 Visitas

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ANOREXIA

Dentro del útero no hay imágenes reflejadas. El feto, el líquido amniótico, la placenta y la madre conforman una unidad completa en sí misma. Y el recién nacido, por su parte, no tiene más referencias que sus reflejos, sentidos y músculos para indicarle quién o qué es. El recién nacido toma y trata de obtener. Escupe lo que no quiere ingerir, borra lo que no desea ver y se aparta de lo que le molesta, lista maravillosa omnipotencia de sus gestos y acciones será el modelo de sus primeros actos psicológicos: esos deseos que le permiten ser cualquier cosa que quiera. Desea no ser molestado; desea alivio y satisfacción. Y obtiene todo esto, al menos por un momento. El conocimiento que tiene el recién nacido acerca de sí mismo se reduce a sus tensiones y excitaciones, a sus gestos de tender hacia lo que quiere y apartarse de lo que no quiere. El bebé busca, pero no tiene noción de qué está buscando hasta que sus movimientos lo ponen en contacto con algo que corresponde a su búsqueda. El bebé comienza a evaluarse a sí mismo según lo refleja esa otra persona. A veces ese reflejo se aproxima mucho al de los días mágicos en que el bebé podía ser lo que deseara. La voz arrulladora y la mirada resplandeciente de la madre que le dicen: "Qué lindo eres. Qué bebé tan maravilloso. Cuánto me gusta tenerte en mis brazos" es algo casi tan placentero como la omnipotencia. El bebé mira atentamente a su madre, responde a sus arrullos, y se ve reflejado como todas esas cosas magníficas y poderosas que a veces imagina ser. La admiración que refleja la madre es una caricia que lo llena de orgullo. De allí en adelante, y a efectos de compartir la gloria y el poder de ese otro ser que lo refleja, el bebé estará dispuesto a renunciar a la omnipotencia de sus gestos y acciones. De allí en adelante, la angustia ante el peligro de verse separado del otro pondrá freno a su omnipotencia. Es cierto que la comparación entre su propio poder limitado y el que detentan esos otros seres gloriosos, de los que depende para obtener amor y seguridad, le provoca resentimiento y envidia. Pero vale la pena. Porque toda vez que se sienta vulnerable, inferior a lo que desearía ser, tendrá a su alcance la manera de recobrar su confianza. Si no puede alcanzar 1a cuchara para comer solo, si se limita a abrir la boca y esperar, que lo alimenten, los ojos de su madre se iluminarán para transmitirle el mensaje: "Eres un bebé maravilloso. Eres perfecto" El reflejo deslumbrante del amor entre sí mismo y otro puede ser un gran engañador.

Una chica de catorce años se inspecciona ante el espejo. Su mirada se ilumina al verificar la excepcional delicadeza de su rostro y la esbeltez de su cuello, hombros, senos, caderas, muslos, pantorrillas y tobillos. Su piel clara y suave, el contorno agudo y anguloso de su cuerpo casi inmaculado, libre de toda gordura, la llenan de satisfacción. Una sombra de preocupación empaña su alegría: ha descubierto una leve prominencia a la altura del estómago. Pero fuera de este indicio premonitorio, la chica se siente momentáneamente satisfecha de haber logrado acallar ese apetito, ese Fresslust que domina su existencia. Pero lo que ven la madre y el padre en esa imagen del espejo es algo muy diferente. Ven un espectro, apenas reminiscente de la maravillosa hija que conocían: el cabello opaco y deslucido; la piel áspera, manchada y macilenta; el tronco, la espalda, los brazos y piernas cubiertos de un vello largo y sedoso; las uñas amarronadas; los huesos descarnados, y los ojos febriles y hundidos. Es como un cadáver, como un esqueleto andante. Los padres deciden que la absurda dieta que sigue su hija ya ha llegado demasiado lejos. La chica condesciende a que su madre la lleve al médico. La ofende que sus padres pretendan oponerse a sus esfuerzos. Al fin y al cabo, salvo ocasionales calambres de estómago, la constipación que puede controlar con laxantes, y ciertos cosquilleos e insensibilidad en las manos y pies, el hecho es que se siente perfectamente bien. En realidad, nunca se ha sentido mejor. El médico advierte de inmediato todos los signos externos de la caquexia, o emaciación física. La chica mide 1,57 m y pesa 36 kg. El grado de emaciación está muy próximo del que representaría un riesgo de muerte. Cualquiera que sea el diagnóstico final, anuncia el médico, lo cierto es que a menos que la niña comience inmediatamente a alimentares, se verá obligado a recomendar su internación. El examen clínico revela temperatura por debajo de la norma, ritmo cardíaco inferior a 60 latidos por minuto, inflamación de los pliegues ungulares, hinchazón y amorata miento de manos y pies, disminución de la transpiración y la secreción sebácea, y deshidratación. Hay peligro inminente de crisis metabólica, que produciría una falla renal o un paro cardíaco. Si el deterioro físico de la niña no se revierte, si se vuelve crónico, alguno de los órganos internos el corazón, los riñones, el cerebro podría sufrir una atrofia irreversible. La chica podría quedar estéril. Y si la emaciación se acentúa, la llevará a la muerte. El médico tiene la convicción de que el adelgazamiento y el cambio de conducta de la niña son síntomas de anorexia nerviosa, también considera la posibilidad de aquellos tras­tornos psíquicos en los cuales la negativa a comer y la emaciación son síntomas secundarios de un cuadro clínico más amplio, como ciertas formas de esquizofrenia y las reacciones depresivas que son tan comu­nes durante la adolescencia. En los últimos años, las publicaciones especializadas han alertado al médico sobre el hecho de que también hay versiones atípicas de la anorexia, que se presentan sin ningún otro trastorno físico o psíquico de gravedad. Estas anorexias atípicas por lo general son consecuencia de un descontrol en el ascetismo dietético o las huelgas de hambre coercitivas que a veces ponen en práctica los adolescentes, y son relativamente fáciles de revertir a corto plazo, las indicaciones dietéticas del médico. La chica alega que come lo suficiente y que nunca siente hambre. El médico sabe que ella ha perdido la capacidad de reconocer la sensación de hambre y que, además, no sufre de falta de apetito, puesto que en la anorexia nerviosa primaria la paciente está obsesionada por la idea de la comida. "Anorexia" significa, en general, "pérdida del apetito", y literalmente, "pérdida de la voluntad de vivir". Pero ambos sentidos del término son inapropiados: los apetitos de la chica son enormes, y ella no desea morir. Al aumentar el número de casos que se les presentaban, los médicos y los psicólogos se vieron frustrados ante su incapacidad de resolver los enigmas de este extraño trastorno, cuya forma primaria típica se daba casi exclusivamente en niñas adolescentes

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