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La Esquizofrenia


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2014  •  1.396 Palabras (6 Páginas)  •  119 Visitas

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La Esquizofrenia

"Y nos atrevemos a llamarlos "locos", viviendo en este mundo en el que la locura es la tarjeta de presentación más común. Que mayor locura que las guerras y continuamos padeciéndolas...".

Recuerdo aquellas clases de Psicopatología de adultos con el profesor Obiols cuando se hablaba de las Psicosis y entre éstas de la esquizofrenia. Me sentía totalmente fascinada porque jamás había visto alguien con las características comunes que se mencionaban, a no ser que aquellos sujetos que vi el día que tuve que hacer una tarea escolar en un antiguo "Manicomio" de la ciudad lo fueran, pero eso sucedió cuando yo apenas tenia los 12 años y ése sería mi primer contacto con la irrealidad. Aquella visita realmente me impactó, cada cual ejercía acciones distintas pero todos tenían la misma desconexión plasmada en sus ojos. Creo que soñé con ellos durante una semana, pero entonces los llamaba "locos". Ahora sé que la locura no existe. A esos manicomios de antes donde se encerraban a aquéllos que no entendía la sociedad, los llaman ahora Psiquiátricos y pretenden ser más flexibles en cuanto a la imposición de normas.

La esquizofrenia puede ser de varios tipos pero todas tienen en común la misma sensación de irrealidad, de vivencia en mundo paralelo, de ser simple espectador ante la representación teatral del mundo. Su aislamiento de la realidad es la característica que la hace merecedora de tal diagnóstico. A partir de ahí y dependiendo de otros síntomas se clasificará en un tipo u otro.

Según DSM-IV (clasificación psiquiátrica de enfermedades mentales) los tipos pueden ser:

• PARANOIDE

• DESORGANIZADO

• CATATÓNICO

• INDIFERENCIADO

• RESIDUAL

En la paranoide el sujeto se preocupa por una o más ideas delirantes o alucinaciones auditivas frecuentes. El lenguaje no está desorganizado, no presenta un nivel afectivo inapropiado pero sí se imagina que le persiguen o que le hablan a través de su propio cuerpo.

En el tipo desorganizado el lenguaje es incoherente así como la expresión de los afectos o su comportamiento.

Para que hablemos de esquizofrenia catatónica al menos el paciente debe presentar dos de los síntomas siguientes (según DSM-IV):

1. Inmovilidad motora manifestada por catalepsia o estupor.

2. Actividad motora excesiva.

3. Negativismo extremo o mutismo.

4. Peculiaridades del movimiento voluntario manifestadas por la adopción de posturas extrañas, movimientos estereotipados, manierismos marcados.

5. Ecolalia o ecopraxia (en su forma de hablar).

El tipo indiferenciado es porque no puede catalogarse en ninguna de las mencionadas aunque sí cumple los criterios para hablar de Esquizofrenia.

En el tipo residual no hay alucinaciones ni delirios. Su lenguaje no está desorganizado ni presenta una extraña movilidad pero sí existen creencias raras o experiencias perceptivas no habituales.

Ante una esquizofrenia podemos hablar de las 4 "A" en referencia a sus características más sobresalientes:

1. Autismo

2. Falta de Afectividad

3. Ambivalencia (no podemos preveer jamás como reaccionarán).

4. Asociación. (asociaciones ilógicas habitualmente).

Existe una escisión de la personalidad en el esquizofrénico. La realidad se vive de forma alterada. El esquizofrénico se deteriora progresivamente a cada nuevo brote de su enfermedad.

Cuando estudiaba en la Facultad creía que los esquizofrénicos eran aquellos que veían o oían cosas "raras" pero luego en mi trabajo en el Hospital pude comprobar que existe el "aplanamiento afectivo" que podría hacer pensar en una depresión, en un paciente esquizoafectivo sin necesidad de que hubiera la alucinación que caracteriza las psicosis.

Conocí a Carlos cuando yo pasaba visitas a la sala de Psiquiatría de un conocido hospital catalán junto con el psiquiatra encargado de mi master. En dicha sala se encontraban internados 10 pacientes de diferente diagnóstico psiquiátrico. La mayoría eran personas mayores salvo Carlos, otro paciente con TOC (Trastorno obsesivo compulsivo) llamado Víctor que finalmente trasladamos de centro por falta de recursos propios y Mónica, una adolescente que le gustaba "comerse" todo lo que pillaba por delante (bolígrafos, termómetros, etc?) así es que había pasado por quirófano varias veces en sus múltiples tentativas de suicidio o autodestrucción.

Carlos me gustó desde el primer día por su delicado aire infantil y a la vez inocente. Tenía mi misma edad y parecía haber perdido toda ilusión que caracteriza nuestra etapa juvenil. Sus fascinantes ojos azules siempre anclados en un horizonte que carecía de objetivo donde fijarlos. Su cuerpo se sentía siempre cansado y, a pesar de las exigencias de su médico de que evitara el meterse en cama, siempre se encontraba acostado porque sufría de una apatía extrema.

Supongo que la suerte o casualidad provocaron que mi mentor delegara el caso de Carlos en mi persona mientras él se mantenía ocupado en otros quehaceres. Pudiendo ejercer libremente la labor terapéutica en un despacho provisto para la ocasión, di rienda suelta a mi trabajo psicológico.

Mi objetivo era doble: conseguir que sonriera y que paseara por las diferentes disposiciones del hospital.

Parecerán simples objetivos pero para Carlos era todo un logro conseguirlo y yo sabía que si lo lograba, eso supondría un avance en su enfermedad de manera que junto con la medicación imprescindible de todo esquizofrénico, pudiera empezar a contactar con el entorno y "sentir". Su enfermedad sería más llevadera tanto para él como para su familia si lográbamos ambos propósitos aunque para mantenerlo tuviéramos que estar "encima" continuamente.

Tenía unos padres que lo querían y se preocupaban mucho por él, así es que si en su internamiento avanzábamos algo, podrían ellos ocuparse de él en casa intentando que llevara medianamente lo que podemos llamar "vida normal" para un esquizofrénico. Tras dos o tres visitas sin ninguno de los resultados deseados le pedí que me mirara con sus bonitos ojos y supongo al sentirse turbado sonrió. Fue algo apenas perceptible pero lo suficiente para sentirme satisfecha en mi propósito.

Luis, el doctor, apenas podía creerlo cuando transcurridas unas semanas volvió a visitarlo junto a mí. Habíamos conseguido relativamente poco para otros pero para nosotros eran verdaderos logros. El primero, su sonrisa que volvía a estar presente ante chistes, comentarios sarcásticos o simplemente muestra de afecto. El segundo, mantenerse de pie, sin acostarse o tumbarse, durante todo el día salvo la noche y la siesta de la tarde. Y finalmente, sus salidas hasta la entrada del hospital o hasta la planta 5ª.

Recuerdo que la primera vez salió conmigo y estuvo todo el paseo quejándose de todo tipo de dolores musculares, intentando volver varias veces. Los primeros días si lo encontraba acostado se justificaba porque había salido al pasillo durante cinco minutos y eso lo había agotado. A las enfermeras les tenía dicho que no admitieran su cansancio y si hacía falta lo levantaran a la fuerza. Una mañana fui yo quién le increpó una jarra de agua para sacarlo de la cama. Realmente no fue fácil pero conseguimos avances y conforme los fuimos alcanzando él se sentía mejor y a la vez más consciente de la aterradora realidad que giraba en torno a su enfermedad. Un mal que le haría de sombra toda su vida.

En su historia clínica ése fue su segundo brote importante tras la separación de su mujer por deseo de ella. Como respuesta él se derrumbó y tuvo que ser hospitalizado. Era uno de los antiguos, se había acostumbrado a la rutina del hospital. Yo lo liberé de alguna manera de esa "rutina" pero devolviéndole a la realidad se aferraba con fuerza a recuperar a su mujer que ya no lo amaba pero eso él no lo entendía. Si él estaba bien, no enfermo, ella seguiría con él. La realidad era otra, me aclaró su madre, ella se había vuelto a casar e inclusive no quería que Carlos pudiera visitar los fines de semana alternos a su propio hijo, porque sí, Carlos tenía un hijo de 5 años que apenas conocía o había sabido tratar. Cuando le pregunté sobre sus expectativas a Carlos se puso a llorar con la inocencia de un bebé. Me dijo que sólo quería tener a su lado a su mujer y a su hijo y merecer su cariño no su comprensión. Me hablo del niño y me contó que se avergonzaba de sí mismo ante él, de su esquizofrenia con la que tendría que vivir para el resto de sus días.

La conciencia de la enfermedad invalidante le habían enterrado en un caparazón con todos sus recuerdos bien hundidos. No deseaba salir al mundo, a un mundo al que no podía servir con su esquizofrenia siempre tras sus talones. Porque uno nace, vive y muere, por así decirlo, siendo esquizofrénico o al menos, diferente a los seres humanos ¿normales?

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