Miedo.

Miedo.

¿Alguna vez has sentido como si todos tus miedos te comieran el alma y se presentasen ante ti en cada paso que das? Detrás tuya...a tu lado mientras escribes...incluso en frente de ti, mas cuando tornas la cabeza para mirarlos....desaparecen. ¡Qué bien te comprendo!, yo una vez hube de enfrentarme a uno de mis mayores miedos: la realidad.

Me hallaba solo, y eso es como una invitación de madrugada a un lujoso cabaret en las recónditas calles de Londres para tus miedos. No hay mayor pesadilla a quedarte solo frente a tus miedos, pues ellos saben que eres débil en la soledad, viven en ti, en tu subconsciente, lo saben todo sobre ti y van a atacarte cuando tengan la menor ocasión. Puedes aprender a vivir con ellos, puedes incluso eliminarlos, pero...eliminarlos es lo peor que puedes hacer, pues una vez fuera querrán volver a entrar, y lo harán con rabia e ira, de tal forma que ninguna noche dormirás a salvo, ni ningún rincón te parecerá seguro. Dejas de confiar en quienes te rodean y todo cuanto te rodea, confiando en tropezarte con tus miedos en ese huequecito entre el armario y la pared, en ese ángulo oscuro y vacío que queda en tu armario y la ropa arrugada de hace dos días y, sobre todo, donde no suele haber nada...donde sueles sentirte más seguro...es donde suelen aparecer. No los ves...pero sabes que están ahí, mirándote, mareándote y volviéndose a esconder, jugando con tu paciencia y tu cordura. Les sueles poner nombre (y es lo que NUNCA debes hacer) con el fin de identificarlos; le adjuntas personalidad, como si de una persona viva se tratase; llevas tu día a día con ellos como si fuese tu propia familia, como ese primo lejano que nunca ves, pero que te resulta “familiar”.

Tengo miedo, vivo con miedo, como con miedo y duermo con miedo de mirar tanto y tanto al horizonte de mi cama, esperando a ver una uña, un dedo, una mano agarrando ese horizonte y tirando de él para consumirme dentro suya. Mientas escribo, yo sé que alguien está detrás mía, detrás de mi cabeza, observándome y cuando gire la cabeza para verlo… se oculte detrás de mi oreja, susurrando su posición para volver a girar la cabeza y darme cuenta de que solo quiere jugar conmigo hasta volverme loco, loco, loco...LOCO.

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