Pensar
Ares1010Ensayo19 de Marzo de 2014
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Todo el libro responde a la necesidad de aclarar qué es, verdaderamente, pensar. Esta pregunta de desgrana en cuatro interrogantes intrínsecamente relacionados, de los cuales, el más importante es el que se podría formular como ¿qué es lo que nos lleva imperiosamente a pensar? A lo largo del libro Heidegger aborda también el ocultamiento del Ser dado en la historia de la metafísica occidental, que ha adoptado un conocimiento “representativo” y plano cuya principal consecuencia es la extensión de la técnica en el mundo. A pesar de ello, subyace una llamada a pensar verdaderamente, de un modo que tiene que ver con la respuesta agradecida a lo que nos llama y la memoria. Así, Heidegger acude a los orígenes griegos de occidente para analizar e interpretar una frase de Parménides que manifiesta esta necesidad primigenia del pensar más allá de lo representativo. Dice, si mal no recuerdo, en su traducción más habitual: “es necesario decir y pensar que lo que es es”. En ella se manifiesta la llamada a atender lo que en los entes se muestra ocultándose. En todo el texto del filósofo hay una constante lluvia de preguntas, de vueltas, de trayectoria circular en la que todo avance es un permanecer, en realidad, en el punto de partida, siendo más conscientes cada vez en cada vuelta, más lúcidos. Se trata de tomar conciencia de esa tenue presencia que sin embargo es lo más sobrecogedor a lo que cabe acogerse. El hombre lo es en la medida que responde a ello con el lenguaje limpiado de la manipulación técnica con la que solemos servirnos de él. Es decir, no se trata de agarrar algo y servirnos de ello, sino de lo contrario. Una cierta pasividad que deja que el ser sea, que reluzca en las cosas.
En estas lecciones, dice Heidegger, “(…) hemos aprendido a ver que la esencia del pensamiento se determina desde lo que da que pensar, desde la presencia de lo que se hace presente, desde el ser del ente. El pensar es por primera vez tal cuando conmemora el eón, aquello que esta palabra dice propiamente, o sea, tácitamente. Eso es la duplicidad de ente y ser. Semejante duplicidad es lo que propiamente da que pensar. Lo que así se da es el don de lo más merecedor de pensarse”. El pensar, superando las cadenas causales, lo representativo, el binomio sujeto-objeto de la modernidad, lo presente, intenta atender y recibir este don, acogerlo y acogerse en él, tomarlo en consideración y confiarlo en un decir, en el hablar originario del lenguaje. Para esto hay que mirar de otro modo, parpadeante, a lo que se da relampagueando, sub-yaciendo, que ha de desvelarse a condición de que toda mirada a lo representativo deje de mirar a lo representativo.
Así, para Heidegger pensar no tiene que ver con la ciencia, con las causas y los efectos, con la descripción de los entes, sino que supone un cierto vaivén que se esfuerza en captar el ser, en una difícil pero grata tarea, ya que el ser se da ocultándose. Así, en esta etapa posterior a Ser y Tiempo, Heidegger va a centrarse en el lenguaje poético y el arte como lugares donde puede darse esta difícil captación de lo que resulta, sin embargo, lo más sencillo. No es pues la búsqueda metafísica, por supuesto, de un fundamento o sustento. Aun más, uno lo encuentra próximo a la nada, de manera que Heidegger en absoluto remite ni a Dios ni a la teología, tampoco a la antropología y menos a la idea afirmativa y fuerte del ser que es primer principio en la metafísica tradicional. Él busca al ser en el hablar pero como lo que al mismo tiempo es silencio y nada.
Heidegger me ha parecido en este libro que he terminado de leer, como siempre, desafiante y sosegadamente perturbador.
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