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QUE HACER CON LA VIDA


Enviado por   •  17 de Octubre de 2013  •  2.029 Palabras (9 Páginas)  •  190 Visitas

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¿QUÉ ESTOY HACIENDO CON MI VIDA?

PRINCIPIO

NOS ESTAMOS YENDO

Hace unos años, durante una sesión de psicoterapia, un paciente me

comentó que nadie le había enseñado a mirar las cúpulas. Por esos días,

transitando por una de las avenidas céntricas de la ciudad se dio cuenta de que

siempre caminaba mirando las veredas pero no las alturas.

Esta experiencia es muy común. Caminamos por la vida evitando pisar excrementos

de perros o buscando alguna moneda perdida y nos olvidamos de las bellezas de las

cúpulas. Estos dos estilos de mirar no tienen por qué ser excluyentes. Existe un arriba

y un abajo; una izquierda y una derecha. Sin embargo, a pesar de la movilidad que

tiene la cabeza, nuestras cervicales, con su artrosis, nos demuestran que hemos

optado por la rigidez.

En el nivel de lo psicológico algo parecido nos ocurre: nos encontramos con otro tipo

de endurecimiento. Se trata de aquel que es provocado por la apasionada necesidad

de ignorarnos en nuestros deseos. De la misma manera que la artrosis dificulta los

movimientos y nos causa dolor, la pasión por la ignorancia de nosotros mismos pone

obstáculos a nuestro encuentro con el bienestar.

Es notable observar la manera en que las personas desean y temen el cambio.

Consultan a psicoterapeutas y psicoanalistas, terapeutas alternativos o

complementarios, concurren a conferencias y talleres, consumen decenas de libros de

autoayuda. Sin embargo, todo parece quedar en la nada. ¿Qué pasa entre esa

información que les llega y su dificultad para autoaplicarla logrando la tan deseada

transformación?

Es que las personas quieren cambiar pero sin abandonar los viejos esquemas rígidos

con los que han preformado su vida. Están fuertemente convencidas de que el

cambio debe provenir desde afuera, del profesional, del conferencista, del autor del

libro quienes, se cree, conocen el secreto de la felicidad, del enigma de la vida, del

recóndito sentido profundo de la existencia. Aquellas personas se caracterizan por la

constante demanda del tipo: ¡"Dígame qué tengo que hacer para ser feliz!"

Cuando decidí reeditar este libro, me propuse agregarle otros conceptos de acuerdo

con los testimonios de los lectores. Por mi parte, estaba experimentando varios

cambios en mi vida. Uno de ellos, quizá el más trascendente, fue la toma de

conciencia del curso y transcurso de mi existencia.

En mis 54 años de edad y 26 de profesión no había vivenciado, como ahora, que todo

termina, que nos estamos yendo. Este "shock de realidad" lo tuve como reacción a la

enfermedad irreversible de una de nuestras amadas gatas: Charlinne. La habíamos

criado con Marta, mi mujer, desde los cinco días de nacida. Quince años después

tuvimos que tomar la decisión de sacrificarla. He visto la decadencia física de

muchos seres queridos. Desde mis cinco años de edad en que muere mi abuela

paterna hasta el día final de Charlinne he pasado por numerosas despedidas. He

tomado conciencia plena del fin de la vida y me he preguntado cuántas personas se

dan cuenta de que esto se termina. Tarde o temprano nos vamos... para siempre, por

lo menos en esta vida de la cual puedo dar testimonio de que existe. Si hay algo más

allá es un asunto de fe. Lo real es que, por ahora, esto es todo lo que tenemos.

La muerte por sacrificio de Charlinne sólo avivó lo que ya tenía y no quería

reconocer: hagamos lo que hagamos nos estamos apagando desde el día que

nacemos.

Desde el 20 de enero del 97 hasta el 15 de mayo la caída de nuestra gata fue

dramáticamente notable. Su belleza fue transformándose en una deformación facial

debido a un sarcoma témporo-mandibular. Ya no podía comer y el cuidado amoroso

de Marta, sus caricias, su incondicionalidad, hicieron que sus últimos momentos

fueran tan felices como cuando la poníamos dentro de un cajoncito de la mesita de

luz, con una bolsa de agua caliente y un reloj para que el tictac simulara los latidos

cardíacos de la madre. Fue criada a puro gotero con leche y tonadas de vals

tarareadas por Marta. Y murió a puro gotero, leche y otras sustancias sin contar con

la mortificación de los pinchazos de Decadrón que le tuve que dar, con mucho

remordimiento, para aliviarle la inflamación. En su día final, Alejandro Tirone, fiel a

su profesión y con todo el dolor y el amor que le profesa a sus pacientitos, se

transformó en el ángel protector quién, muy a su pesar, inyectó la sustancia letal en la

venita. Y así se fue, diciéndonos adiós con la mirada en un estado de plena paz y,

quiero creer, agradecimiento.

Mientras las cosas permanecen, en la medida en que nuestros seres queridos están

con

...

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