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4to Mandamiento


Enviado por   •  2 de Octubre de 2013  •  375 Palabras (2 Páginas)  •  680 Visitas

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El cuarto mandamiento «es el primero —dice el Apóstol San Pablo— al cual ha añadido Dios una promesa» (Ef. 6, 2). La promesa de una vida larga y dichosa, estando subordinada a la salud de los hijos, no siempre se cumple aquí abajo; Dios reserva muchas veces toda la recompensa para la eternidad.

Este mandamiento es también el primero de la segunda tabla, es decir, de los que conciernen al prójimo. Encierra los deberes recíprocos de los hijos y de los padres, así como también los de los demás inferiores y superiores.

A juzgar sólo por la letra de este precepto, parece a primera vista que no habla más que de los deberes hacia nuestros padres y madres; tiene sin embargo un sentido más lato: honrarás a tus padres y a todos tus superiores. Porque siguiendo el genio de la lengua sagrada, el nombre de padres comprende no solamente los que nos han dado el ser, sino también los que según disposición de la divina Providencia, son nuestros superiores en el orden espiritual y temporal

El cuarto mandamiento nos manda respetar al padre y a la madre, obedecerles en todo lo que no es pecado y asistirles en sus necesidades espirituales y temporales; y, nos prohíbe ofender a nuestros padres de palabra, de obra o de otro modo cualquiera.

Con el nombre de padre y madre comprende también este mandamiento a todos lo superiores, así eclesiásticos como seglares, a los cuales por esta razón debemos obedecer y reverenciar.

La autoridad que los padres tienen de mandar a los hijos y la obligación de éstos de obedecerles viene de Dios, que constituyó y ordenó la familia para que suministre al hombre los primeros medios necesarios para su perfeccionamiento material y espiritual.

Los padres tienen el deber de amar, alimentar y mantener a sus hijos, proveer a su educación religiosa y civil, darles buen ejemplo, alejarlos de las ocasiones de pecado, corregirlos de sus defectos y ayudarlos a abrazar el estado a que Dios los llama.

Dios nos propuso un dechado de familia perfecta en la Sagrada Familia, en la que Jesucristo estuvo sujeto a María Santísima y a San José hasta la edad de treinta años, esto es, hasta que empezó a cumplir la misión de evangelizar que le confió su Eterno Padre

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