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Apologètica

edrmr6 de Abril de 2014

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Conversando con amigos evangélicos sobre el purgatorio

Por José Miguel Arráiz

El Mérito Continuando con la serie de conversaciones entre amigos sobre temas de apologética, les comparto un diálogo ficticio sobre el controvertido tema del Purgatorio, cuya noción es generalmente rechazada en el protestantismo por ser vista como una segunda oportunidad para salvarse después de la muerte, o como una contradicción con el sacrificio de Cristo en la cruz. Como de costumbre los argumentos los he recogido de algunas conversaciones con algunos amigos evangélicos. Los nombres de quien participan en la conversación, por supuesto, no son reales.

Miguel: Me gustaría que por favor nos explicaras su creencia sobre el purgatorio. ¿Podrías profundizar algo más sobre esto?, porque yo tengo bien claro que la Biblia habla del cielo, para los salvos, y el infierno, para los condenados, pero en ningún lugar hay nada que mencione ningún purgatorio.

Marlene: Yo, si también creo que el purgatorio no existe y no hay ni rastro de él en la Biblia.

José: Ok, me parece muy oportuno tratar este tema porque ya hemos aclarado algunos puntos sin los cuales no se podría explicar que entendemos los católicos por el purgatorio.

Miguel: Adelante.

José: ¿Recuerdan que acabamos de hablar de que no todos los pecados son de igual gravedad? ¿Que nosotros los católicos creemos que hay pecados veniales y pecados mortales?

Miguel, Marlene: Lo recordamos.

José: ¿Recuerdan además que en otra conversación hablamos del tema de la salvación y decíamos que aunque el hombre se justifica por la fe, luego también debe obrar conforme a la voluntad de Dios y cumplir los mandamientos para salvarse, no como una moneda de pago por la salvación que es gracia, pero si como un requisito para alcanzarla?

Miguel, Marlene: Si.

José: ¿Que sucede entonces si una persona que ya está justificada por la fe muere, pero aún conserva imperfecciones y ha cometido algunos pecados que no son solo veniales?

Marlene: Va al cielo en virtud de los méritos de Cristo. Cristo ha pagado por nuestros pecados y no queda nada que pagar.

Miguel: Según tu propia forma de razonar, sé que me dirás que como no eran pecados mortales, se salvarán de todas maneras.

José: En este caso, nosotros no creemos que así mismo como estén entrarán directamente a la presencia de Dios, pues dice la Biblia que “nada manchado entrará en ella” (Apocalipsis 21,27), creemos que antes tendrán que purificarse. ¿Recuerdan cuando en la Biblia el apóstol exige: “Procurad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”? (Hebreos 12,14)

Miguel: Yo sí.

José: Observen en primer lugar que allí se está hablando a creyentes. Ellos ya están en estado de gracia de Dios, ya han sido justificados por la fe, pero aun así deben procurar la santidad [1] y la paz con todos, antes de poder ver al Señor.

Recalco y enfatizo de nuevo esto porque es importante. Si se habla aquí de la santidad que se “procura” entonces no solo se refiere a aquella santidad inicial producto de la justificación por la fe que ya poseen. Recuerden como comienza el texto: “PROCURAD”. Pero es común que un creyente al momento de su muerte no la haya alcanzado todavía, tal como reconocía San Pablo: “No que lo tenga ya conseguido o que sea ya perfecto, sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús.” (Filipenses 3,12). Si con esas imperfecciones no puede gozar de la visión de Dios, como dice el apóstol, y tampoco son pecados de muerte, se entiende por qué tienen que purificarse, y a ese proceso de purificación previa a la visión beatífica, es a lo que llamamos purgatorio.

Marlene: Entiendo, tu supones que porque al morir no han alcanzado la perfección y no son completamente santos, tienen que purificarse y lo hacen en ese lugar que llamas purgatorio. ¿Pero no se trata solo de una suposición?, pues esos textos no dicen que se purifican en un lugar como ese.

José: Yo no te he dicho que el purgatorio sea propiamente un lugar, y ya llegaremos a eso, lo que trato de decir es que el purgatorio es otra de las doctrinas que se encuentran en la Biblia pero de forma implícita. No encontrarás la palabra purgatorio, así como tampoco encontrarás la palabra Trinidad, pero eso no significa que no tengan sustento bíblico. Pero volvamos ahora sobre el tema de los pecados. Ya hemos visto que para la doctrina católica hay pecados mortales y veniales, y que si alguien muere en estado de gracia con solo pecados veniales se salva, ¿no?

Miguel: Si.

José: ¿Podrían esos pecados ser perdonados en la vida venidera?

Marlene: Yo solo he visto en la Biblia que solo se pueden perdonar pecados mientras estemos con vida. Después ya no hay oportunidad.

José: Pero observa que Jesús cuando habla con los fariseos y les advierte sobre el pecado contra el Espíritu Santo les dice: “Y al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este vida ni en la siguiente” (Mateo 12,32)

Marlene: ¿Y qué?

José: Pues que aunque el pecado contra el Espíritu Santo no se perdonará en esta vida ni en la siguiente, deja implícito que hay OTROS pecados que si se pueden perdonar, ya sea en esta vida, o en la SUGUIENTE. De lo contrario hubiera bastado decir que no se le perdonará, o que no se le perdonará en esta vida. Ahora, en el cielo no podrían perdonarse pecados, porque allí ya no habrá. Ve como aquí tienes otra vez implícita la figura del purgatorio, como un estado previo de purificación de la vida venidera donde se podrán perdonar algunos pecados veniales, antes de comenzar a gozar del cielo.

Marlene: Es una posible interpretación de ese texto, pero no recuerdo que existan otros textos que confirmen esa interpretación.

José: Te coloco otros ejemplos. Anteriormente comentábamos un texto donde Jesús habla de que hay quienes de acuerdo a su conocimiento de la verdad, tendrán más responsabilidad que otros: “Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más.” (Lucas 12,47-48). Observa que allí no se habla de un castigo sin fin (que sería el castigo de los condenados). Lo mismo se ve en otros textos similares: “Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo.” (Mateo 5,5-26, también en Lucas 12,58-59). Allí se ilustra personas que sufrirán un castigo por sus acciones pero que podrían salir luego de haber pagado toda su deuda “hasta el último céntimo”, lo cual no sería una figura muy apropiada si Jesús hubiese querido indicar que nunca saldrían de allí (el caso de los condenados).

Miguel: Pero no olvides que bajo esa forma de interpretar la Biblia, tú asumes que es cada quien el que paga por sus propios pecados, en cambio sabemos que ha sido Cristo quien ha pagado por ellos. Cristo, en la cruz ha sufrido el castigo por ellos y nos ha librado de sufrirlo nosotros.

José: Lo que sucede es que hay que distinguir entre el perdón del pecado y la consecuencia, que nosotros en teología llamamos reato de la pena. Cristo nos ha conseguido el perdón de los pecados, pero el reato de nuestro pecado permanece.

Miguel: Explícate.

José: En el pecado, como explica Santo Tomás, se pueden considerar dos cosas, a saber: el acto culpable y la mancha consiguiente. Cuando nosotros cometemos el pecado, incluso una vez perdonado perdura lo que llamamos reato, pues el acto pecaminoso le hace a uno reo de pena, en cuanto que traspasa el orden de la justicia divina, al cual no vuelve sino por cierta compensación de la pena, que restablece la igualdad de la justicia.

Marlene: Es algo confuso, explícamelo por favor con la Biblia.

José: La existencia del reato del pecado las vemos a diario, e incluso la padecemos. Observa por ejemplo que aunque Cristo ha muerto por nosotros y ha cancelado la deuda incluso del pecado original, todavía sufrimos enfermedades,

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