Constitucion Teologica
georgimarostica4 de Abril de 2015
612 Palabras (3 Páginas)283 Visitas
PROEMIO
1. El Santo Concilio, escuchando re
ligiosamente la palabra de Dios y
proclamándola con confianza, hace suya
la frase de S. Juan, que dice:
«Os
anunciamos la vida eterna, que estaba en
el Padre y se nos manifestó: lo que
hemos visto y oído os lo anunciamos a vosotros, a fin de que viváis también en
comunión con nosotros, y es
ta comunión nuestra sea co
n el Padre y con su Hijo
Jesucristo»
(1 Jn., 1, 2-3). Por tanto, si
guiendo las huellas
de los Concilios
Tridentino y Vaticano I, se propone expo
ner la doctrina genuina sobre la divina
revelación y sobre su transmisión, para
que todo el mundo,
oyendo, crea el
anuncio de salvación; creyendo
, espere; y esperando, ame. Profetas para que lo reconocieran Dios ún
ico, vivo y verdadero,
Padre providente y
justo juez, y para que esperaran al Salvador
prometido, y de esta forma, a través
de los siglos, fue preparando el camino del Evangelio.
Cristo, culmen de la revelación
4. Después que Dios habló muchas veces
y de muchas maneras por los Profetas,
«últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo» (Hb., 1, 1-2), pues envió a su
Hijo, es decir, al Verbo et
erno, que ilumina a
todos los hombres,
para que viviera
entre ellos y les manifestara los secretos
de Dios (cf. Jn., 1, 1-18); Jesucristo,
pues, el Verbo hecho
carne, «hombre envi
ado a los hombres»
3
, «habla palabras
de Dios» (Jn., 3, 34) y lleva a cabo la obra de la salvación que el Padre le confió
(cf. Jn., 5, 36; 17, 4). Por ta
nto, Jesucristo -ver al cual
es ver al Padre (cf. Jn., 14,
9),- con toda su presencia
y manifestación de
sí mismo, con sus palabras y obras,
señales y milagros, y, sobre todo, con su
muerte y resurrección gloriosa de entre
los muertos, con el envío, finalmente,
del Espíritu de verdad, completa la
revelación y confirma con testimonio di
vino que Dios está
con nosotros para
librarnos de las tinieblas del
pecado y de la muerte y resu
citarnos a la vida eterna.
La economía cristiana, por tanto, como
alianza nueva y definitiva nunca pasará, y
no hay que esperar ya ninguna revela
ción pública antes de la gloriosa
manifestación de nuestro Señor Jesucris
to (cf. 1 Tm., 6, 14; Tt., 2, 13).
La revelación hay que recibirla con fe
5. Cuando Dios revela hay que prestarle «l
a obediencia de la fe» (Rm., 16, 26; cf.
Rm., 1, 5; 2 Cor., 10, 5-6), por la que el
hombre se entrega libre y totalmente a
Dios, prestando «a Dios revelador el
homenaje del entendimiento y de la
voluntad»
4
y asintiendo voluntariamente a la
revelación hecha por El. Para
profesar esta fe necesitamos
la gracia de Dios que previe
ne y ayuda, y los auxilios
internos del Espíritu Santo,
el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los
ojos de la mente y da «a todos la suav
idad en el aceptar y creer la verdad»
5
. Y
para que la inteligencia de la revelación
sea más profunda, el mismo Espíritu Santo
perfecciona constantemente la
fe por medio de sus dones.
Las verdades reveladas
6. Mediante la revelación divina quiso Dios manifestarse a sí mismo y manifestar
los eternos decretos de su voluntad acerca
...