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Dios Es Amor

chantellerunner4 de Marzo de 2015

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Dios no nos ha hecho para la soledad, sino para la relación y la comunión con los demás. Así formamos grupos, comunidades, según sean nuestras afinidades, nuestras metas en la vida, aquellos gustos que podamos tener y así muchas cosas más que nos unen. Es hermoso cuando en esos pequeños o grandes grupos vivimos en armonía, caminando juntos, colaborando entre todos, viviendo una especial comunión entre todos.

La vivencia humana y cristiana de la amistad tiene una fuerte e importante consecuencia: en los grupos de iglesia crecemos humana y cristianamente. Nuestra amistad nos une, los valores cristianos nos abren a todos los demás y se fortalece la hermandad. Compartimos entre si nuestras aspiraciones, proyectos humanos y espirituales, inquietudes y necesidades; compartimos triunfos, momentos de alegrías y en los momentos de dolor, nuestros hermanos nos brindan un cálido abrazo y palabras de esperanza.

La lectura de los Hechos de los Apóstoles capítulo 4,32-37 nos habla de cómo era la vida de aquel primer grupo de cristianos, de aquellas primeras comunidades cristianas. ‘Todos pensaban y sentían lo mismo, lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio, nada de lo que tenía… ponían a disposición de los apóstoles lo que tenían y se distribuía según lo que necesitaba cada uno…’

¡Qué hermoso ejemplo para nuestra vida! Y no es que no tuvieran problemas en aquellas primeras comunidades cristianas. No conviene olvidar que, incluso en esos momentos y en ese ambiente, hubo "realidades humanas", pero que también bajo la gracia de Dios se pudo superar. El amor estaba por encima de todo y eso les hacía sentirse unidos. Así ‘eran bien vistos por todos’.

La experiencia nos dice que muchas veces nos encontramos con enfrentamientos y orgullos que nos hacen daño. ¡Qué mal ambiente se crea cuando suceden cosas así y qué difícil se hace la relación y la convivencia! Nosotros, los cristianos tendríamos que saber superar todo eso, no en vano nuestra ley es el amor y el estilo que nos dejó Jesús para nuestra vida es la sencillez, la humildad, la comprensión entre todos, la ayuda mutua de forma generosa y desinteresada.

En la 1ra. de Juan 4:20-21: Si alguien dice: “Yo amo a Dios” y odia a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto.

Igualmente la tradición apunta que en el “Discurso Apologético del siglo II” de Tertuliano, dice que los paganos decían De los primeros cristianos: "Mirad como se aman". Eso era lo que atraía en lo humano nuevos cristianos, todos les admiraban por su fe y por su esperanza en la salvación. Y todos vivían con los gestos de la sencillez, del trabajo y de la solidaridad. Los hermanos vivían unidos en el Señor, practicando la caridad y orando en el Templo.

Ese era el mejor anuncio que podían hacer de Cristo resucitado. Dice el texto sagrado que ‘daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor’. Y el mejor testimonio era su amor. Un amor que nace precisamente de la fe en Cristo resucitado.

Esto tiene que ser para nuestras vidas una regla de cada día, para nuestra relación con los demás y en esa pertenencia a los grupos humanos o cristianos en los cuales estemos integrados.

Podemos preguntarnos:

¿Sabemos amar? ¿Cómo tratamos a todos nuestros hermanos? ¿Amo a mi semejante como a mí mismo?

Que el Espíritu del Señor nos llene de sus dones para que logremos vivir siempre generosamente esa comunión con los demás. Que se derrumben esos muros que nos separan y nos distancian, y que creemos siempre puentes que nos lleven al encuentro con los demás y lazos que nos una en el amor. Amen.

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