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EXELENTE SEÑOR , PRESIDENTE DE LA REPUBLICA


Enviado por   •  9 de Noviembre de 2012  •  995 Palabras (4 Páginas)  •  416 Visitas

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Excelentísimo señor Presidente de la República.

Señores Cardenales.

Venerados hermanos en el Episcopado y Sacerdocio.

Distinguidas autoridades.

Amado pueblo de Guanajuato y de México entero.

Me siento muy feliz de estar aquí, y doy gracias a Dios por haberme permitido realizar el deseo, guardado en mi corazón desde hace mucho tiempo, de poder confirmar en la fe al Pueblo de Dios de esta gran Nación en su propia tierra.

Es proverbial el fervor del pueblo mexicano con el Sucesor de Pedro, que lo tiene siempre muy presente en su oración.

Lo digo en este lugar, considerado el centro geográfico de su territorio, al cual ya quiso venir, desde su primer viaje, mi venerado predecesor, el Beato Juan Pablo II.

Al no poder hacerlo, dejó en aquella ocasión un mensaje de aliento y bendición cuando sobrevolaba su espacio aéreo.

Hoy, me siento dichoso de hacerme eco de sus palabras, en suelo firme y entre ustedes.

Agradezco, decía en su mensaje, el afecto al Papa y la fidelidad al Señor de los fieles del Bajío y de Guanajuato. Que Dios les acompañe siempre.

Con este recuerdo entrañable, le doy gracias, señor Presidente, por su cálido recibimiento, y saludo con deferencia a su distinguida esposa y demás autoridades que han querido honrarme con su presencia.

Un saludo muy especial a Monseñor José Guadalupe Martín Rábago, Arzobispo de León, así como a Monseñor Carlos Aguiar Retes, Arzobispo de Tlalnepantla, y Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano y del Consejo del Episcopal Latinoamericano.

Con esta breve visita, deseo estrechar las manos de todos los mexicanos y abarcar a las naciones y pueblos latinoamericanos, bien representados aquí por tantos obispos, precisamente, en este lugar, en el que el majestuoso Monumento a Cristo Rey, en el Cerro del Cubilete, da muestra del raigambre de la fe católica entre los mexicanos, que se acogen a su constante bendición en todas sus vicisitudes.

México, y la mayoría de los pueblos latinoamericanos, han conmemorado el Bicentenario de su Independencia, o lo están haciendo en estos años. Muchas han sido las celebraciones religiosas para dar gracias a Dios por este momento tan importante y significativo.

Y, en ellas, como se hizo en la Santa Misa en la Basílica de San Pedro, en Roma, en la solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe, se invocó con fervor a María Santísima, que hizo ver con dulzura, como el Señor ama a todos y se entregó por ellos sin distinciones.

Nuestra Madre del cielo ha seguido velando por la fe de sus hijos, también, en la formación de estas naciones, y lo sigue haciendo hoy, ante los nuevos desafíos que se les presentan.

Vengo como peregrino de la fe, de la esperanza y de la caridad. Deseo confirmar en la fe a los creyentes en Cristo, afianzarlos en ella, y animarlos a revitalizarla con la escucha de la Palabra de Dios, los Sacramentos y la coherencia de vida.

Así, podrán compartirla con las demás, como misioneros entre sus hermanos, y ser fermento en la sociedad, contribuyendo

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