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Señor Presidente


Enviado por   •  6 de Marzo de 2013  •  3.594 Palabras (15 Páginas)  •  493 Visitas

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El Señor Presidente:

La descentralización como respuesta literaria a la figura del invisible dictador omnipresente

Karla Preciado Mendoza

Acerca de El Señor Presidente se han dicho y escrito muchas cosas. Se ha analizado e interpretado desde diversas perspectivas, sobre todo en lo referente al carácter mitológico y a los aspectos estrechamente relacionados con la política. Los interesados por esta obra también han hecho que los lectores vuelquen su mirada hacia los juegos léxicos y las bellísimas metáforas que se manejan en el texto. De una manera más convencional, se han acercado a esta obra a partir de la trama, poniendo especial atención en la historia amorosa. Muy diversas pueden ser las lecturas la obra, pero en este caso interesa la intención global del texto frente al sistema dictatorial, que debemos recordar, va más allá del que se plantea en la novela.

Es por ello que me atrevo a sostener la tesis de que la instancia narrativa mantiene un proceso de descentralización a lo largo de toda la obra, con la finalidad de manifestarse en contra del sistema opresor representado a través de la figura del dictador, quien se percibe en todo momento sin estar, salvo en contadas ocasiones, de manera física al alcance del pueblo. El escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1899-1974) diputado y embajador, se interesaba profundamente por las repercusiones de los sistemas opresores en Hispanoamérica. Es así como surge el texto que nos ocupa, una mirada a las acciones de un dictador diegético que se deshace de quienes le resultan incómodos y que inculpa a algunos inocentes valiéndose de uno de sus allegados más incondicionales, Cara de Ángel, quien de manera redentora se enamora pero termina siendo también traicionado por el dictador. El marco teórico que me permitirá aproximarme al texto es el que ofrece el método sociocrítico de análisis textual.

El propósito fundamental es analizar los diferentes constituyentes ideológicos y las significancias sociológicas contenidas en El Señor Presidente para demostrar que la instancia narrativa no permanece pasiva ante el proceso dictatorial, sino que como corpus literario, participa activamente en un proceso que se opone al opresor que no da la cara ante su gobierno, y que sin embargo observa y determina la mayoría de las acciones. Para ello manejaré dos líneas: la primera corresponde el caos heterogéneo en la novela y la segunda se ocupará de la sistemática de la fragmentación.

En este apartado se tratará el tema del caos de lo heterogéneo manifiesto en El Señor Presidente. Dicho de otra manera, hablaré de la postura de la instancia narrativa que convoca sentimientos, actitudes y hechos en el mismo espacio donde se mueven los personajes ya que al asumirlos de manera simultánea, rompen con el orden presupuesto de las cosas. Ese caos se genera ante el ojo siempre atento del Presidente, que no ante su figura de carne y hueso. Para desarrollar el tema me valdré de los textos semióticos (o polaridades) más evidentes en la obra que nos ocupa.

Las dicotomías nos remiten de inmediato a una descolocación en la atmósfera dictatorial. El Presidente es el propio caudillo que existe sin estar, manifiesto a través de los diferentes sujetos transindividuales y de la colectividad toda: “Poco a poco se fueron juntando los convidados (...). Lo que ninguno pudo decir fue dónde y a qué hora desapareció el Presidente” (Asturias, 1998: 154). Así, el caos puede significar una reacción no consciente de los personajes, pero también puede ser la representación del dictador que a pesar de su carácter etéreo adquiere vida a través del pueblo mismo y se concreta en él.

Lo interesante es que los ejes de oposición en la novela no se vuelcan exclusivamente sobre sí mismos, sino que son capaces de intercambiarse, como sucede con la intromisión de lo femenino en lo masculino, cuando se reitera la voz amujerada de Lucio Vázquez, o la influencia de lo masculino en lo femenino, con el olor a hombre siempre presente en las prostitutas del burdel al que ha sido vendida Niña Fedina. Los personajes no se encuentran estandarizados. Aquí no hallamos a la figura femenina sempiternamente sometida por el yugo de lo masculino, porque existen personajes como la esposa del titiritero, la señora Venjamón, mujer capaz de frenar las actitudes de su marido, quien en determinado momento decide soltar sus propias amarras para sumergirse en una tragedia individual. Las identidades no se encuentran reconcentradas sino que se expanden hacia los polos que parecen más alejados de la esencia.

Una paradoja ocurre entre los personajes que parecen estar en una constante búsqueda de lo materno, signo exaltado a través de la figura masculina, pero que se hace patente también en Camila, y la situación de las madres, como Niña Fedina, que no terminan de aceptar la separación emocional o material de sus hijos: “Las madres nunca llegan a sentirse completamente vacías de sus hijos” (Asturias, 1998: 165). El caos, entonces, no se limita a la esfera de las contaminaciones más evidentes, sino que abarca los estadios del alma misma, representación de la búsqueda constante en la vida de los personajes y producto de la insatisfacción inmersa en la dictadura, pero que va mucho más allá del dictador.

En El Señor Presidente, la maldad y la bondad se manifiestan de una manera implícita a través de las oposiciones de toda la instancia narrativa, pero esto no se refiere sólo a la cansina lucha entre el bien y el mal de orden religioso, suponiendo más bien una pugna irremediable entre el progreso que fomentará el conocimiento y la atmósfera oscurantista impuesta por la dictadura. Así, la historia es un vaivén entre ver y no ver, entre observar la realidad y padecer una ensayada ceguera blanca.

Nuevamente el lector se topa con esta doble visión del sujeto que permanece con los ojos vendados, pero que al mismo tiempo está realizando un ensayo de inteligente supervivencia. Se encuentra consciente del desorden (que incluso es capaz de provocar), que enfocado desde la perspectiva extratextual puede convertirse en la bomba de tiempo de un pueblo profundamente inconforme. Asturias acertadamente deja un resquicio en la obra para que el lector capte, dentro del sentido a veces doloroso, otras sarcástico de las palabras, una esperanza en la que el pueblo todo está actuando contra el sistema opresor que pretende a toda costa nublar su vista.

La obra está estructurada en un ambiente constantemente alterno entre luz y sombra. Estas incidencias permiten acercarnos a la visión del tiempo, al transcurso de los días y las noches, e incluso lo vivo y lo muerto. Nuevamente, ambos reinos, el de la luz

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