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El Catolicismo


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2014  •  482 Palabras (2 Páginas)  •  203 Visitas

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el catolicismo

Estas reflexiones se encarnan en la realidad del Pueblo de Dios. Mi intención primaria es compartirlas con quien habiendo sido bautizado ha recibido la filiación adoptiva de Dios, ha sido hecho hijo en el Hijo, y es invitado a creer y a adherirse al Señor Jesús, Camino, Verdad y Vida, poniendo su vida toda en sintonía con esa fe y esa adhesión, y anunciando al Señor a los demás en todas las ocasiones posibles. Hago esta precisión para aclarar desde un inicio que me moveré en la fe y razonando desde esa fe. Quede pues en claro que hablo como creyente.

Vocación a la santidad

Todo hijo de la Iglesia debe comprender que está llamado a ser santo. El sed siempre y enteramente santos, como santo es el que os llamó neotestamentario sitúa al cristiano en el horizonte de una vida conforme al designio divino que pide la perfección en el amor. Es precisamente el Señor Jesús quien invita a seguir su camino hacia la plenitud, enseñando: Por lo tanto sean perfectos como es perfecto vuestro Padre que está en los cielos. La palabra del Señor invita a todos cuantos la oyen a la vida santa. «El divino Maestro y Modelo de toda perfección, el Señor Jesús, predicó a todos y a cada uno de sus discípulos, cualquiera que fuese su condición, la santidad de vida, de la que Él es iniciador y consumador». El Concilio Vaticano II ha sido muy claro al respecto dedicándole todo un capítulo de la Constitución Dogmática Lumen gentium. En él leemos un pasaje fundamental en el que conviene reflexionar: «Es, pues, completamente claro que todos los fieles, de cualquier estado o condición están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, y esta santidad suscita un nivel de vida más humano incluso en la sociedad terrena. En el logro de esa perfección empeñan los fieles las fuerzas recibidas según la medida de la donación de Cristo, a fin de que, siguiendo sus huellas y hechos conformes a su imagen, obedeciendo en todo a la voluntad del Padre, se entreguen con toda su alma a la gloria de Dios y al servicio del prójimo».

La vocación a la vida cristiana y el llamado a la santidad son, pues, equivalentes, ya que todo fiel está llamado a la santidad. La santidad está en la misma línea que la conformación con Aquel que precisamente es Maestro y Modelo de santidad. Nadie pues que realmente quiera ser cristiano puede considerarse exento del imperativo de aspirar a la santidad. Ninguna excusa, como la dificultad de ese camino o las atracciones del mundo o lo complejo de la vida hodierna, puede aducirse para escamotear el destino de felicidad al que Dios llama al hombre. No hay, pues, excusas válidas para desoír el llamado a caminar hacia la plenitud, hacia la felicidad plena. Existe sí la libertad

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