El hombre, ¿hijo o esclavo de Dios?

El hombre, ¿hijo o esclavo de Dios?

Al decir que el hombre es imagen de Dios, nos encontramos ante una de las definiciones más célebres del cristianismo, que tiene su fundamento al principio de la Biblia, donde se relata la creación del mundo. En primer lugar, el hecho mismo de la creación y la forma como se narra quiere indicar la peculiar relación que el hombre tiene con su creador (Dios), la dependencia de Él, a la que libremente debe someterse. Todo lo que el hombre tiene viene de Dios y las escrituras sagradas recuerdan constantemente que Dios es la fuente de toda vida, en todos los estratos en que ésta se manifiesta, desde la animación del cuerpo hasta la luz del espíritu, esto contrario a lo que Marcel denomina la muerte de dios basándose en el filósofo Nietzsche ya que la da a entender que esta muerte es el horizonte existencial para que el ser humano viva en la civilización tecnocrática de la actualidad. El hombre lleva en sí mismo impresa la relación con Dios, de origen y de destino, es de Dios y para Dios; la “imagen de Dios” y, en realidad, la única imagen de Dios, una imagen viva.

En un contexto de alta sensibilidad democrática, se mira con prevención a la neta superioridad que el pensamiento cristiano concede al ser humano. Pero es un principio no negociable, aunque necesite ser bien entendido. El hombre es una criatura superior, no sólo por el hecho de gozar de unas especiales cualidades, sino más todavía por el motivo por el que las goza, que es estar llamado, desde su origen, a una relación con Dios, según el jesuita Manuel Carreira critica esta afirmación diciendo que el principio antrópico ayuda a descifrar de manera científica si dios puede o no tener relación con el hombre. Esto da a la vida humana una dimensión de trascendencia que no se encuentra en ningún otro ser de la naturaleza. Pero esto no se puede recibir sin matices. Hay que conceder que, efectivamente, el pensamiento cristiano ha desacralizado el mundo. Está convencido de que todo le está sometido y lo puede someter a su utilidad. Aunque también es cierto que su relación con el mundo no es la de dueño, sino sólo la de administrador; no debe ni abusar, ni destruir el mundo, cuya belleza refleja la gloria de Dios. El cristiano piensa que en el mundo hay sólo fuerzas naturales y no

concede a ningún ser una categoría superior a la suya, tal como se ve en el texto La conciencia sin fronteras en donde se esclarece que una de las tareas que Dios le dio a Adán fue dar nombre a los animales y las plantas que existían en la naturaleza. La formidable expresión de que el hombre es imagen de Dios resulta ser también un camino de conocimiento, pues permite trasladar al hombre lo que sabemos de Dios, y trasladar a Dios lo que sabemos del hombre.  

En conclusión, se puede evidenciar que hay muchas maneras de establecer la relación que tiene el hombre con Dios, basándose principalmente en el libro sagrado del cristianismo el cual habla de que el hombre fue creado para servir ante la voluntad de su creador, argumentando que no hay ninguna fuerza más grande que la natural ya que el mismo Adán siguió las órdenes del señor y cumplió con su voluntad divina. Dios creo al hombre con la certeza de que este no haría más que obedecer sus placeres con el argumento de que él le dio vida a cada ser humano existente.  

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