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El Hombre y Dios.


Enviado por   •  28 de Mayo de 2015  •  Tesis  •  2.023 Palabras (9 Páginas)  •  169 Visitas

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Jhoan Márquez. 3ero de Filosofía.

Operarios Diocesanos.

El Hombre y Dios. Xavier Zubiri

Xavier Zubiri en su obra se dispone en mostrar que existe un problema que repercute a nivel universal, el tema de Dios. Ese surge fatalmente de la peculiar situación en la que se encuentra toda persona humana por su modo de instalarse en la realidad, lo cual la vuelca hacia una dimensión ineludible de ultimidad. Sin embargo, nuestra cultura no acepta como evidente que exista un problematismo semejante y es preciso un minucioso análisis que lo haga salir a la luz. La persona humana es una esencia abierta. Como tal esencia, es una sustantividad, lo cual significa que está dotada de una suficiencia constitucional y una clausura cíclica de las notas estructurales que la configuran; por ello, la persona no sólo es “de suyo” lo que es, como le sucede a cualquier forma de realidad, sino que además es “suya” frente a las restantes cosas, Zubiri habla de una realidad “absoluta”. Pero se trata también de una esencia abierta; esto significa que sólo se puede realizar respecto a las demás realidades y a la realidad como tal que ella misma no es. “Realidad” es la categoría básica del pensamiento de Zubiri; no designa primariamente unos tipos concretos de contenidos: los “reales”, en tanto que opuestos, por ejemplo, a “ideales” o “ficticios”, sino que se trata de una formalidad, de la forma en la cual queda dentro de la intelección cualquier contenido al mostrarse con un grado de alteridad respecto al acto, lo cual significa que no es dado primariamente como algo “en mí” o algo “en sí”; por ello, la realidad está dada siempre en algún contenido, pero en su modo de darse aparece como algo que transciende, que es “más” que el contenido concreto en que aparece y al que está dando realidad; se trata de una formalidad transcendental y el problema de todo saber está en dotar de contenidos concretos esa exigencia.

Por ello, el problema arduo consiste en determinar de manera concreta qué significa esa transcendentalidad, problema inagotable porque siempre ofrece múltiples y nuevas perspectivas posibles. La persona, como forma de realidad, lo es en una realidad que la desborda y ese desbordamiento es algo que tiene que recorrer la persona para su propia realización personal; en este sentido, se trata de una realidad “relativa” a las restantes realidades y a la realidad como tal; en una palabra, la persona humana es una realidad “relativamente absoluta” o un “absoluto relativo”. Sólo en la realidad en que siempre está insertada puede realizarse la persona; desde este punto de vista, la realidad aparece dada como un poder que se apodera de la persona y le obliga al complejo proceso de personalización, precisamente la línea en que se hace patente con mayor riqueza el dinamismo constitutivo de la realidad, lo que Zubiri denomina “dinamismo de la suidad”. En este proceso, la persona se halla inevitablemente confrontada con la ultimidad que significa su realidad constitutiva.

Si la persona no se realiza desde su absoluta suficiencia, ello significa que lo hace insertada en una realidad que la sostiene como su fundamento último; tal fundamento no es un apoyo externo, sino algo que intrínsecamente queda en la persona fundándola. Por tanto, no se trata de una ultimidad abstracta en la línea de los objetos teóricos a que se pueda llegar, sino que se trata de un fundamento último que es posibilitante de la realización personal. A su vez, ese fundamento es la fuerza impelente en la que se nutre toda personalización. Por ello, en tanto que esencia abierta, la persona está siempre religada a la realidad como su fundamento último, posibilitante e impelente . Esta religación es un hecho para todo ser humano que deriva de su propio modo de ser real y de su implantación inmediata en la realidad; por ello, debe dejarse claro que el término directo de la religación no es Dios ni ninguna determinación “religiosa”, sino la realidad inmediata en su inexorable dimensión de ultimidad; en este sentido, el término “religación” no ha dejado de generar equívocos por su inmediata asociación con contenidos positivamente religiosos.

Se trata, por tanto, de determinar dentro de la realidad su dimensión de fundamento último, posibilitante e impelente, lo cual lanza un verdadero problema que requiere una marcha racional capaz de ir más allá de lo dado. No se trata de un “objeto” más o menos externo al que se pueda calificar como último, pues son muy diversos los objetos susceptibles de recibir esta calificación en distintas líneas, pero que luego quedan fuera de la fundamentalidad personal . Lo que orienta la búsqueda racional es una realidad fundamento que pueda ser, a la vez, última, posibilitante e impelente, no una realidad-objeto que pueda actuar como muro último en la línea de una pesquisa meramente teórica. Este es en sentido propio un problema, el cual pone en marcha una búsqueda racional para encontrarle alguna solución; pero las soluciones que se encuentren, por verdaderas que aparezcan, nunca gozarán de la evidencia que muestra el hecho del problematismo al que pretenden responder, no sólo porque son posibles distintas soluciones con coherencia, sino porque la razón no agotará jamás el insondable fondo enigmático en que se apoya el problematismo de la realidad; la ambición máxima a que puede aspirar la razón es la de demostrar que una de las respuestas es la más “razonable” de las posibles. Así pues, Dios aparece planteado como una posible respuesta al problema que lanza la realidad en su fundamentalidad última, respuesta que no puede reducirse nunca a un mero dato intelectual abstracto, sino que implicará en ello toda la realización de la integridad de la persona.

Una de las vías abiertas para responder al problema que es la fundamentalidad de lo real es entender ese fundamento como Dios. Aunque esa es para Zubiri la más razonable de las respuestas, no es la única posible. Cabría pensar que la fundamentalidad de lo real se agota en el conjunto de su facticidad;

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