Erick Cedillo
betorrrr2 de Mayo de 2013
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Hoy te tuve y ya no te tengo y si te tengo tengo miedo a tenerte, porque cuando te tuve no te tuve y cuando no te tengo tengo ganas de tenerte.
Todos somos capaces de indignarnos ante una injusticia, sufrir ante actos criminales, e incluso sublevarnos frente a situaciones extremas en las que violencia se convierte en tragedia. Nos horrorizamos al oír informativos o leer la denominada crónica roja, mas esa capacidad de asombro está adormecida cuando de violencia moral se trata. Quizá por la intangibilidad del daño moral, quizá por falta de conciencia de la real existencia de este tipo de violencia y muy probablemente por aquello de que lo que no se padece no se comprende.
De lo expuesto se desprende que, todo medio será lícito para quienes deseen alcanzar sus metas, en clara aplicación del maquiavélico “el fin justifica los medios”. El destino soñado es el ascenso laboral, con lo que todo y todos los que estén en medio del trayecto deben ser anulados, cuando no eliminados.
En esa línea, el compañero de trabajo más preparado, o que simplemente es percibido como más capaz, se transforma en una amenaza, que el escalador debe desarticular.
Oportuno es hacer mención que el alpinista es asediado por su voz interna, que le evidencia su incapacidad. Así, al ser consciente de que no es lo suficientemente capaz para competir lícitamente con sus pares, este frustrado sujeto, comienza a maquinar tácticas con las que eliminar el estorbo que le hace sombra.
Los acosadores, en su inconfesable conocimiento de sí, no dudan en emplear cualquier tipo de estrategia a fin de rebajar a su compañero, para así a incompetentes, no dudarán en emplear cualquier medio descalificatorio de su superior colega. Así desparramarán chismes por doquier, interpondrán todo tipo de escollos a su víctima, con un único fin: expulsarlo del sistema.
Solamente de esa manera podrán satisfacer sus ansias de reinar. Si no fuera por la gravedad del daño que provocan, serían seres su altura. Innecesario es decir que estos maquiavélicos merecedores únicamente de lástima. Pero lamentablemente, la lástima no sirve cuando se busca juzgar la actitud de un individuo que ha destrozado moralmente a otro, valiéndose en el caso de nuestro país de la inexistencia de una ley que sancione sus atropellos.
Todos hemos recibido en algún momento de nuestra existencia algún ataque verbal, probablemente también sufrimos un ataque físico en nuestra persona o en la de algún amigo o conocido. El haber padecido, nos hace sensibles ante el dolor ajeno similar, nos hace empáticos, permite ponernos en el lugar del otro.
Actualmente en México, el “mobbing” ha sido un tema muy importante en los ámbitos laborales porque es cierto que la mayor parte de los trabajadores que radican en México, no conocen ese término. Por tal motivo muchas veces el trabajador no es capaz de poder detectar éste problema y por tanto no puede hacer ejercer sus derechos.
El “mobbing” se da alrededor del mundo y se da como algo complementario al bullying. La diferencia es que el mobbing se da en las áreas laborales, que pudiesen ser de un patrón hacia algunos de sus subordinados, de un empleado a otro del mismo nivel o también de un empleado hacia sus superiores; y el bullying se da en los contextos escolares. La semejanza que tienen estos dos términos es que es cualquier abuso físico, psicológico, sexual o discriminación hacia alguna persona.
En México, se han creado leyes que intentan eliminar esto del mobbing en las empresas. Sin embargo, es muy difícil que la víctima de este fenómeno sea reconocido como tal por la cantidad de procedimientos que se tienen que llevar a cabo para dar un dictamen o sentencia.
Para que se de el mobbing se tiene que probar que los ataques o agresiones fueron constantes, injustificados y por parte de un integrante de la empresa
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