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La Leyenda de la Ceiba

juanca1987Tutorial15 de Agosto de 2014

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LA CEIBA

Sus leyendas. Culto. Su importancia en la Magia y en la superstición del pueblo cubano. Los malos ojos. Los mayomberos y la ceiba. Jueves, Viernes Santo y Sábado de Gloria. El árbol sagrado por excelencia.

Lucumí: Iggi Olorun. Congo: madre Nganga. Muslna Nsambia.

“Ceiba, tú eres mi madre, dame sombra."

La ceiba, como la palma real, es el árbol más característico de la Isla y el árbol sagrado por excelencia. Al extremo que cabría preguntarse si es objeto de un culto independiente, -- culto a la ceiba, en el que comulgan por igual, con fervor idéntico, negros y blancos - si no supiéramos ya que todos los muertos, los antepasados, los "santos" africanos de todas las naciones traídas a Cuba y los santos católicos, van a ella y la habitan permanentemente.

Era también para los chinos que se importaron durante la colonia, y hoy para sus descendientes, "el trono de Sanfán Kón, “el mismo Santa Bárbara en China".

Si se interroga a un campesino blanco, a "un guajiro", sobre este misticismo que despierta la ceiba en todo el país, dirá invariablemente que "está bendita", que sus mayores le han enseñado a adorarla, porque “es lo más sagrado y lo más grande de este mundo”. Y todos repetirán exactamente lo mismo: “¡La ceiba es santa!” “Es el árbol de la Virgen María”. "Es el árbol del Santísimo" o "del Poder de Dios", o que es "árbol de misterio". Prueba de ello, que los elementos desencadenados la respetan: no la abate, no la desgaja el huracán más fiero: no la fulmina el rayo.

-- "El rayo respeta a la ceiba y a más nadie".

¿Talar una ceiba'? ¡Qué atrocidad! La ceiba ni se corta ni se quema. Nadie sin hacer "ebbó" previamente, sin consultar a los orishas y tomar precauciones se atreverá a derribar uno de estos árboles imponentes que se secan centenarios, adorados y temidos de todos, en nuestros campos. Es comprensible que para la mayoría de nuestros negros y de nuestros campesinos, ambos en estrecha convivencia, respondiendo puramente a un atavismo, a un instinto religioso milenario, y en el fondo, común a todo el género humano, un árbol de tales proporciones y de belleza tan solemne y majestática, aparezca como la materialización de alguna poderosa divinidad: esta divinidad de la ceiba se impone sencillamente.

"La ceiba es un santo: Iroko". "Es la Purísima Concepción". "En ella está Arému, la Virgen de las Mercedes de los ararás", y Yémmu.

A veces las explicaciones a este respecto, de mis viejos informantes, se hacen confusas. La ceiba es “asiento de Iroko, quien está allí presente"; y de la Purísima Cencepción “que viene a la ceiba", y tiene en ésta su morada. Otros aseguran que "Iroko es la misma ceiba". También "Babá está en la ceiba". “La ceiba es de Oggún y de Orichaoko". O de "Obbá y Changó". "Aggayú, es ceiba". Iroko se llamará cuando esté consagrada.

Mi centenaria amiga matancera, Addié, todas las mañanas se encomendaba a la ceiba, "porque para vivir hay que contar con el favor de madre ceiba todopoderosa". "Quieras que no", reza un canto de Ocha, "con Iroke hay que contar". Y porque en la ceiba se saluda a los okús - a los muertos --; "están los muertos".

Los negros de ascendencia conga la llaman nkunia casa Sambi (árbol casa de Dios); nkunia Lembán, nkunia mabúngu, Ñángue, Gúndu, (Mamá Ungundu) Naribé, Sánda, Fiame, Nfúmba y Fumbe (muerto) Mamá Fumbe. Los que se reclaman de lucumís: Arabbá, Iroko, Elúwere, Asabá. (Iggi-Arabbá) Iggi-Olorun. (árbol de Dios).

Algunos viejos coinciden al explicarme que en Cuba no había iroko, que es una especie de caoba africana, y que los lucumís llamaban arabbá a la goma francesa, (que Sandoval también conoce por gógó). Sin embargo, la ceiba les recordó a iroko y la denominaron y "consagraron” con el nombre que en África se daba a un árbol inmenso, muy semejante e igualmente venerado en toda la costa de Guinea. Ocurrió lo mismo con otros muchos árboles.

"Aunque la Ceiba no es iroko legítimo, se la considera como iroko; y se la conoce unas veces por iroko, y otras por arabbá". "Aquí la ceiba es como Obbáburo: un árbol de África, donde se hace fiesta".

"Iroko es del santo Oddúa, que vive arriba en la copa”. "Iroko, es tronco de Olofi; el palo más santo y misterioso". Mas Iroko, o Iroke, "puro lucumí Oyó", - "lóko, se llama en Dajomi" - es un orisha, dueño de la ceiba, y a ésta se la designa corrientemente con el nombre de Iroko "que es santo varón y viejo; tiene una mujer, Abomán, que vive también en la ceiba, y una hermana que se llama Ondó".

Iroko se baila con un lindo bastón todo revestido de collares y una escoba adornada de cuentas rojas y blancas. Este santo que se adora en la ceiba pertenece a la rama de Naná Burukú y de Ayánu, San Lázaro, lucumí y arará. "Y no baja Iroko, como Oro, el que ronca": se le sacrifica un torete que pasean alrededor del árbol los santeros, con velas encendidas, antes de degollarlo. Entre tanto, le sacrifican gallos, gallinas, patos de la Florida y guanajos blancos. Todos los meses se le ofrecen pollos blancos. Otros pretenden que la ceiba le pertenece, no a Abanlá - la Virgen Purísima -, sino a Aggayú -- "el Brazo Fuerte" -, pero se está de acuerdo en que todos los orishas "van” a la ceiba, y a Aggayusolá, a Changó, a Náná, a todos, se les adora en la ceiba; y a Dádda Awuru Maggalá - Gebioso -, el Changó Mayor de los ararás.

"Fortuna-Mundo" y "Niña-Linda" le dicen en el campo los mayomberos "por cariño, para chiquearla", y se supone que "como es santa y está bendita nunca se utiliza para nada malo"; "la ceiba llora lágrimas cuando le proponen una maldad", esto es, que cuando rezuma el tronco, quiere decir, le advierte al brujo: "no hagas ese mal, que no le aprovecha a tu alma". Pero... Dios da permiso para todo. "Dios dice: cosas de los hombres que a mí ni me van ni me vienen. Allá se las hayan, que yo no me meto en nada". De modo que la ceiba "lo mismo mata que da la vida". Con su poder se obtiene todo, y todo consiste, como sabemos, en pagarle su derecho.

Existe una ofrenda que parece ser decisiva para ganarnos la buena voluntad y el auxilio de Madre Ceiba. Se salcochan dieciséis huevos, se hace en la tierra, bajo el árbol y en dirección al naciente, una cruz con manteca de cacao. Sobre esta cruz se van colocando los huevos desprovistos de la cáscara y se repite la misma petición cada vez que se le ofrece uno. Por último se le dice: "Deseo que en tantos días me concedas lo que te pido", (“porque es prudente fijarle un término"...) y todavía será más eficaz el ruego, y el resultado plenamente satisfactorio, si junto a cada huevo se coloca un centavo viejo. "Para que un enemigo se tranquilice y no nos haga más daño, se salcochan cuatro u ocho huevos, se untan de manteca de cacao, aceite de almendra y bálsamo tranquilo, se tapan con algodón, y cuando la tarde declina, se llevan y se colocan entre las raíces de la ceiba y se llama a quien se quiera tranquilizar. Se habla con Obatalá que está allí en su mismo trono, y ella, la apaciguadora, se encarga de amansar y hacer variar a ese enemigo".

"Una hermana de Oyá, muy delicada, que se tiene en cazuela de barro, representada por dos caracoles torneados de nácar, vive al pie de Iroko, y come (recibe el sacrificio) sobre una mesa."

"Madre de todas las prendas, le da sombra a todo el mundo, ampara al que le implora. Sin

Sanda-Naribé no hay nganga”.

Además de los muertos que van a posar en su fronda, y de todos los orishas, mpúngus, inkisos o nkitas y nfúmbis, "hay en ella un fodú (vodu) potentísimo que se llama Bóku", (arará). También lo encontramos en la palma real. "Iroko, Bóku, Lóko... son santos que radican en la ceiba".

- Buenas tardes, Madre Ceiba, la bendición”, le oía decir en alta voz y persignándose, a una octogenaria que me acompañaba en un ingenio matancero cuando saludaba en mi presencia alguna

ceiba, y me decía, que se dirigía a ésta "como a la Señora Madre de Dios".

- "Con su permiso voy a pisar su sombra”, se le advierte, pues jamás se debe pasar junto a una ceiba sin antes cumplir esta formalidad. "¡No volverle nunca la espalda, mucho respeto, mucha

urbanidad con Iroko!" La sombra sagrada de Iroko no se cruza, no se pisa sin excusarse de antemano y sin solicitar respetuosamente su consentimiento. A. Z. se tendió desaprensivamente a descansar un rato bajo una joven ceiba. "No pidió permiso, ni andaba creyendo", decía él, "en tantas historietas de negros viejos”. Perdió el conocimiento. El espíritu le hizo saber qué era "fúmbe". "Simbao", - es decir, inconsciente -, estuvo más de dos horas, y desde entonces...

Cuanto más importante un hombre en la tierra, cuanto más elevada su jerarquía, más pronto al expirar irá su espíritu a refugiarse en este árbol. Los espíritus de los más ilustres, "los grandes, las cabezas grandes" - los moana mutámba - se albergan en ella: y aún más, vienen de Guinea los antepasados, los abuelos desconocidos a parar en

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