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SODOMA Y GOMORRA

wichomartinez4 de Mayo de 2015

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SODOMA Y GOMORRA

Se asume generalmente que Sodoma fue juzgada y destruida por Dios debido al pecado

de homosexualidad que prevalecía en la ciudad. El mismo término “sodomía” se refiere a la

perversión sexual perpetrada por los hombres de Sodoma. Sin embargo, aunque este

terrible pecado era en verdad practicado por la gente de Sodoma y es condenado en la

Escritura como una abominación (Lev. 18:22), un acto de caos sexual, la verdad es que la

Biblia en ninguna parte le da a este pecado la preeminencia como la razón para la

destrucción de Sodoma y Gomorra. En Gén. 18:20-21 se nos dice nada más que “Jehová le

dijo: — Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra aumenta más y más y su pecado se

ha agravado en extremo, descenderé ahora y veré si han consumado su obra según el clamor

que ha llegado hasta mí.” Y en Gén. 21:13 se nos dice que Dios destruiría el lugar porque

“el clamor contra la gente de esta ciudad ha subido de punto delante de Jehová.” El hecho

de que los ángeles que Dios envió para evaluar la condición de Sodoma se encuentran

inmediatamente con la insaciable lujuria homosexual de los hombres de la ciudad se toma

como la razón para la destrucción de Sodoma. Esta es quizás una lectura entendible del

texto tomado en sí mismo. Pero como todos los textos de la Escritura, no debiese ser

tomado en sí mismo. Debemos interpretar la Escritura con la Escritura, y es cuando

hacemos esto que toda la historia lastimosa de Sodoma asume un nuevo significado.

En Romanos capítulo uno Pablo expone claramente el curso de la apostasía humana y

su inevitable conclusión. Nos dice allí que toda la realidad creada da testimonio de la gloria

de Dios. Pero los hombres se rehúsan a aceptar esto. Ellos niegan al Dios de la creación y

buscan encontrar el significado y el propósito de la vida en algún otro lugar. Pero el único

lugar al cual los hombres pueden volverse para encontrar tal significado además de Dios es

al mismo orden creado. Por tanto, elevan algún aspecto de este orden creado al nivel de

principio último de explicación. En otras palabras, colocan algún aspecto del orden creado

en el lugar de Dios y buscar explicar el significado y el propósito de la vida en términos de

aquello que toma el lugar de Dios. Esto es lo que la idolatría es. Importa poco si tal

idolatría es del tipo de superstición grosera, o de la clase más seudo intelectual como la

evolución, el principio básico es el mismo, a saber, la creencia de que la causa, el

significado y el propósito de todo el cosmos se ha de encontrar en el mismo orden creado.

Esto es así para todas las formas de paganismo lo mismo que para la filosofía y la ciencia

moderna, las cuales son apóstatas, puesto que los dioses de la antigüedad y de los mundos

paganos eran ellos mismos aspectos del cosmos mismo, el cual era considerado eterno. Por

cierto, los dioses que los paganos creían que habían dado forma al mundo se hallaban

bastante arriba en la cadena del ser, pero eran esencialmente todavía parte de la misma

sustancia, la misma realidad de la humanidad y de todas las otras cosas. Este mundo es todo

lo que hay. No hay un ser totalmente trascendente quien haya creado al cosmos de la nada.

Por lo tanto, el significado del cosmos ha de encontrarse en sí mismo.

Como resultado de esta idolatría, esta búsqueda de significado en el mismo orden

creado, en lugar de buscarlo en aquel que lo creó de la nada, los hombres se volvieron

necios y cambiaron la verdad de Dios por la mentira (Rom. 1:25). Por tanto, Dios entregó a

los hombres a su propio pecado, a sus propias pasiones degradadas, i.e. la lujuria por las

relaciones homosexuales (Rom. 1:26ss.).

Por tanto, el predominio del pecado homosexual en la sociedad no es la causa del juicio

de Dios sobre los hombres por su pecado. Más bien, es el juicio de Dios sobre los hombres

por su pecado. El mismo hecho de que la sociedad es afligida con este pecado de caos

sexual señala hacia el juicio de Dios sobre la sociedad por su idolatría y su apostasía. Las

prácticas homosexuales eran comunes en el mundo del paganismo de la antigüedad, y

parece que este patrón se repite dondequiera que la sociedad abraza la idolatría y la

apostasía. La ruina de la homosexualidad sobre la sociedad es el juicio de Dios contra los

hombres por su idolatría, una expresión de su ira, no lo que inicialmente provoca esa ira. La

cultura homosexualizada es el producto final de una sociedad que ha abandonado al Dios

de la Escritura y se ha vuelto a la idolatría con el propósito de encontrar el significado y el

propósito de la existencia, y es por tanto la consecuencia de que los hombres hayan sido

entregados a su pecado, a su propio deseo de ser libres de Dios y de Su voluntad para sus

vidas.

Si como Cristianos queremos ver a nuestra sociedad libre de la ruina del

homosexualismo, por lo tanto, debemos buscar entender las causas del juicio de Dios sobre

la nación. Nada más protestar por los males del homosexualismo no va a lograr nada

(aunque esto no significa que no debamos desaprobar, y declarar nuestra desaprobación, de

tal pecado.) Debemos buscar entender qué condujo a tal juicio a que visitara nuestra

sociedad. La causa va a encontrarse en la apostasía espiritual de la nación hacia Dios, no en

los bares de gays del inframundo homosexual. Y el remedio se encontrará en el

arrepentimiento de la nación por esa apostasía espiritual, no en la promulgación de leyes

que prohíban la actividad homosexual. Por supuesto esto no significa que no debamos tener

leyes que proscriban la actividad homosexual. Los actos homosexuales son crímenes en la

Biblia y nuestra propia legislación debiese reflejar este hecho. Pero simplemente renombrar

como crímenes los actos homosexuales sin buscar remediar la apostasía nacional que

condujo a Dios a que visitara con este terrible juicio nuestra sociedad no resolverá, por sí

solo, el problema. Debemos tomar seriamente el argumento de Pablo en el primer capítulo

de Romanos. El cerrar nuestros ojos a la verdad que allí expone no va a ayudarnos.

¿Qué luz puede arrojar la historia de Sodoma y Gomorra sobre nuestra situación?

Mucha, en realidad. Las Escrituras nos son dadas para que podamos aprender y entender la

voluntad de Dios para nuestras vidas y para nuestras sociedades y naciones, porque como

Jesús ordenó, hemos de discipular a todas las naciones para Cristo, i.e., enseñarles a vivir

en conformidad con la voluntad de Cristo tal y como se revela en su palabra, la Biblia. Esa

es nuestra Gran Comisión de parte de Cristo mismo (Mt. 28:18-20. cf. 5:17-20).

Entonces, ¿cuál fue la razón para la destrucción de Sodoma y Gomorra? ¿Cuál fue su

pecado? Ezequiel nos dice, de manera bastante explícita, que el pecado de Sodoma fue

cuádruple, a saber, soberbia, exceso, holgazanería y descuido del pobre y del necesitado

(Eze. 16:49). Y luego se le añade a esto que el pueblo de Sodoma era “altanero” (soberbio)

e “hicieron abominaciones” delante del Señor (v. 50). Además, se nos dice que los pecados

de Jerusalén eran más grandes que los de Sodoma y Gomorra, e Isaías compara a Jerusalén

con Sodoma, diciéndoles a los gobernantes de Jerusalén, “¡Príncipes de Sodoma, oíd la

palabra de Jehová! ¡Escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra!... Lavaos y

limpiaos, quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos, dejad de hacer lo

malo, aprended a hacer e bien, buscad el derecho, socorred al agraviado, haced justicia al

huérfano, amparad a la viuda.” (Is. 1:10, 16-17) – i.e., aseguraos de que prevalezca la

justicia y que el huérfano y la viuda no sean oprimidos en su aflicción. En estas Escrituras

los pecados de Jerusalén y los de Sodoma, con la cual se hace la comparación, no son

exclusivamente pecados sexuales, e.g., la perversión de la homosexualidad, sino los

pecados de la soberbia, el exceso, la holgazanería y la injusticia perpetrados en contra de

aquellos que en la sociedad son menos capaces de defenderse ellos mismos en contra de la

opresión, e.g., el pobre y el necesitado, los huérfanos y las viudas.

Ahora, está claro que la sociedad Occidental moderna, incluyendo Inglaterra, es afligida

con la plaga de la homosexualidad. Por lo tanto, la comparación con Sodoma es pertinente.

Pero la comparación no se limita a su pecado sexual. La soberbia y la arrogancia de la

sociedad Occidental moderna en su rechazo de Dios y de Su palabra, la satisfacción con la

cual confía en su propia sabiduría, y el desprecio ridiculizador que tiene por la ley de Dios,

– y tal desprecio y ridículo por la ley de Dios incluso se encuentra en la Iglesia – es tan

nefasto a la vista de Dios como la soberbia de Sodoma, por la cual fue destruida. El exceso

de pan, la saciedad, cuya referencia Ezequiel hace es explicado en el libro de Proverbios:

“Vanidad y mentira aparta de mí, y no me des pobreza ni riquezas, sino susténtame con el

pan necesario, no sea que, una vez saciado, te niegue

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