Semana Santa
pontifisia12 de Septiembre de 2012
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TEMAS DE SEMANA SANTA:
Pecado
Encarnación
Redención y Salvación
La Pascua: Muerte y Resurrección de Cristo
Eucaristía
Varios autores
ÍNDICE
ÍNDICE 2
1. PECADO 3
PECADO ORIGINAL 5
2. ENCARNACIÓN 7
3. REDENCIÓN Y SALVACIÓN 10
REDENCIÓN 10
SALVACIÓN 13
4. LA PASCUA: MUERTE Y RESURRECCIÓN DE CRISTO 16
PASCUA 16
MUERTE 17
SACRIFICIO DE CRISTO 19
PASIÓN (Y MUERTE) DE CRISTO 21
RESURRECCIÓN DE JESÚS 24
5. EUCARISTÍA 27
1. PECADO
El concepto de pecado se configura de manera peculiar dentro del panorama propio de las categorías morales, debido a la consideración de tipo religioso que generalmente lo contextualiza. Por esta razón, aunque en la tradición griega clásica no falla el concepto de transgresión, no se encuentra en ella el concepto técnico de pecado. Presente en la casi totalidad de las tradiciones religiosas del mundo, posee un papel decisivo en la comprensión de la salvación inherente a todas las religiones, así como en la autocomprensión del individuo religioso.
En el hebraísmo y en el cristianismo la reflexión teórica y existencial sobre el pecado se hace más compleja y puntual. En el Antiguo Testamento es evidente el esfuerzo por expresar progresivamente la multiforme realidad de la transgresión, del fallo y de la culpa en sus elementos profanos, jurídicos, teológicos y religiosos, como atestigua la misma riqueza de la terminología que se emplea. En los Setenta se percibe el intento de profundizar en la condición fundamental de pecado, más allá de cada acto pecaminoso, mientras que en el judaísmo posterior prevalece el aspecto legal de la transgresión de los preceptos de Dios contenidos en la Torá.
En el Nuevo Testamento el término (amartía) indica no sólo el acto pecaminoso, sino la condición del hombre y finalmente una fuerza personificada (Mc 2,5; Lc 11,4. Rom 3,9. 3,20; Gál 3,22; 1 Tim 5,22~24; 2 Tim 3,6; 1 Pe 4,1). También está presente la idea de la salvación del pecado, realizada por Cristo y ofrecida a todos (Lc 5,8; Lc 737. 1 Jn 2,2), y la idea de la conversión, que expresa el cambio de vida, la nueva orientación del hombre hacia Dios (Mt 3,2; Hch 3,19). El pecado (y sus consecuencias) es perdonado por el sacrificio de Cristo, que en la vida sacramental da al hombre una nueva vida (Rom 1,24-31; 5,21.6, 2; 8,3).
La reflexión teológica posterior hasta nuestros días se ha esforzado en precisar y presentar estas características fundamentales de la revelación. El elemento religioso y moral revelado, que representa la revelación sobre la esencia del pecado, no puede separarse de la dimensión antropológica del hombre. Por tanto, toda la reflexión posterior lleva a cabo una clarificación progresiva de la naturaleza del pecado de la relación que existe entre el pecado y la persona (tanto en sus opciones puntuales como en la orientación global de su vida), de las formas diversas que asume el pecado en la historia de la humanidad.
Las distinciones que se suelen establecer entre el pecado como acto y el pecado como condición del hombre:
Entre pecado actual y pecado original (este último muy discutido en la actualidad, sobre todo en relación con la responsabilidad del individuo); entre pecado material (considerado en su objeto) y pecado formal (considerado en la conciencia que tiene el agente de haber cometido un pecado); entre pecado venial, mortal y de muerte (Mt 6,12; 25,41-46. Rom 1,24-32; 1 Cor 3,10-15; 6,9-1Ó); entre pecado individual y social (entendido este último como estructura de pecado de determinadas realidades); entre pecado de comisión y pecado de omisión; entre pecado contra Dios, contra uno mismo y contra el prójimo; entre de pensamiento, de palabra y de obra; entre pecado espiritual y carnal..., atestiguan, más allá de su valor intrínseco, el largo camino de reflexión que se ha llevado a cabo para determinar los elementos estructurales del pecado según diversas formalidades teoréticas y experienciales. La multiplicidad de los puntos de referencia permite una pluralidad de definiciones descriptivas, según el fundamento que se tome en consideración (relación con la ley, relación con la voluntariedad de la persona, relación con el los fines del hombre, etc.). Entre las definiciones más comunes de la tradición encontramos las dos de san Agustín: “Algo que se hace, se dice o se desea contra la ley eterna (factum vel dictum vel concupitum aliquid contra legem aetemam)” (Contra Faustum, 1, XXII, c. 27) y “alejamiento de Dios y orientación hacia las criaturas” (De libero arbitrio 1, 1, c. 6).
El pecado se configura de manera peculiar como un acto humano, estructuralmente desordenado, que tiene, por consiguiente, una cualificación moral negativa. El aspecto del desorden (inordinatio), subrayado con sagaz insistencia en la sistemática de santo Tomás (S. Th. 1-11, qq. 71 -81), expresa tanto la voluntariedad y la intención del acto humano como e1 carácter objetivo de la realidad que constituye el objeto de dicho acto, calificándole) como desorden. En nuestra época parece ser que, mientras que se va perdiendo el sentido del pecado, se acrecienta el sentido de culpa: fenómeno que podría interpretarse como una consecuencia de la pérdida de sentido que se deriva de la secularización de la vivencia existencial. Recientemente se ha venido afirmando igualmente la idea de que existe una orientación de fondo de la vida del individuo (opción fundamental) que implicaría una valoración menor de la gravedad de cada uno de los actos pecaminosos.
Aun admitiendo que, por definición, la opción fundamental como actitud que ha ido madurando a lo largo de los años de vida moral no queda anulada por un acto concreto, parece que puede afirmarse que un pecado, en cuanto que se realiza en cada ocasión libre y deliberadamente, sigue siendo una carencia objetiva de bien, ligera o grave. Según la tesis original de santo Tomás, el pecado grave se distingue del venial por la ruptura de la orientación finalizadora de la vida hacia Dios (S. Th. 1-11, q.88).
T Rossi
PECADO ORIGINAL
Los datos de la fe.- Los textos explícitos de la sagrada Escritura que se refieren a la realidad del pecado original son Gn 3 y Rom 5,12-21. El relato de Gn 3 pertenece al género sapiencial y etiológico, cuya finalidad es la de explicar la condición humana actual, indicando sus causas. Su enseñanza es que la miseria actual de la humanidad tuvo su origen en el pecado, presente en la humanidad desde sus comienzos: pero este pecado fue igualmente superado desde los comienzos por la misericordia divina que perdona. En Rom 15,12-21, el apóstol Pablo, para demostrar la universalidad y la eficacia de la redención de Cristo, fuente única de vida, instituye un paralelismo entre la obra de Adán pecador y la de Cristo. La primera establece el reino del pecado y de la muerte: la segunda, el de la gracia y la vida. El paralelismo entre los dos. Adanes tiene que considerarse en función de la eficacia y de la sobreabundancia salvífica de Cristo, respecto a la que puede considerarse como la eficacia del reino del pecado. Así pues, la sagrada Escritura constituye el fundamento del dogma del pecado original, en cuanto que presenta una imagen de la condición humana que no corresponde a la intención creadora de Dios, De esta condición de pecado el hombre puede liberarse sólo por medio de la ayuda de Dios.
En la doctrina patristica preagustiniana sobre la condición de la que Cristo nos libera, considerada en su conjunto y no en sus autores concretos, se encuentran algunos elementos teóricos y una tradición práctica. Los elementos teóricos son las consideraciones sobre la “corrupción hereditaria”, sobre el “dominio de la concupiscencia", sobre el hecho de que “todos hemos pecado en Adán “. En la práctica tradicional se recurre al bautismo de los niños, administrado para sumergirlos en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, y por consiguiente para santificarlos- y consagrarlos, pero también para librarlos de un pecado no personal. San Agustín acuñó el término técnico de “pecado original” y expuso su doctrina de manera sistemática con ocasión de la controversia antipelagiana, apelando a Rom 5, a la praxis del bautismo de los niños y a otros testimonios de la Tradición. E1 desarrollo de la reflexión sobre el pecado original llevó a Agustín a subrayar más bien el aspecto negativo (universalidad del pecado) que el positivo (la universalidad del ofrecimiento de la salvación). El Magisterio eclesiástico se pronunció sobre el pecado original en el concilio de Cartago (418), que condenó los errores de Pelagio; en el concilio de Orange (529), que acabó con la controversia semipelagiana; en el concilio de Trento que, en la quinta sesión (1546), recogió los contenidos anteriores de los concilios y los completó teniendo en cuenta las exigencias de la época. Los datos dogmáticos que se deducen de los textos de los concilios se pueden resumir de esta manera: a) la condición de existencia del hombre se hizo peor, no sólo respecto a su realidad física (el cuerpo y, por consiguiente, la muerte), sino también respecto a su vida moral (muerte del alma, herida de la libertad, etc.); b) el responsable de
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