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Ciencia Ficcion


Enviado por   •  10 de Diciembre de 2013  •  4.008 Palabras (17 Páginas)  •  227 Visitas

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Ciencia, divulgación científica y ciencia ficción

Science, science popularisation and science fiction

Miquel Barceló

(publicado en Quark, 11, abril-junio 1998, “Escribir ciencia”)

«Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia», afirma Arthur C. Clarke en la tercera de sus leyes en torno a la tecnociencia. Para mucha gente, el uso de la más variada tecnología se reduce a apretar un botón y ver cómo, casi por arte de magia, lo que tan sólo hace años parecía imposible, ahora se hace realidad. La incomprensibilidad de estos hechos, se ve reforzada por el hecho que la ciencia y la tecnología, por sus propias características, permanecen en un mundo cerrado y acotado, formado por los expertos. No obstante, los estudios realizados entorno a la percepción social de la ciencia y la tecnología demuestran que existe un alto grado de confianza social en torno a la figura del científico. Incluso a pesar que para muchos los resultados de la ciencia sigan siendo una curiosa especie de magia incomprendida.

«Any sufficiently advanced technology is indistinguishable from magic», says Arthur C. Clarke in the third of his laws on technoscience. For many people, the use of the most varied technology is reduced to pressing a button and seeing how, as if by magic, what only a few years ago seemed impossible is now a reality. The incomprehensibility of these circumstances is compounded by the fact that science and technology, by their very nature, remain in a closed world made up of experts. Nevertheless, studies carried out on the social perception of science and technology show that there is a high level of social trust regarding the figure of the scientist, even though, for many people, the results of science continue to be an interesting form of magic.

Resulta ya evidente el gran papel que la ciencia y la tecnología, la «tecnociencia» en suma, desempeña en el mundo actual. Se dice que hoy están en activo más investigadores y científicos de los que nunca antes habían existido en toda la historia de la Tierra, y la cruda realidad es que los descubrimientos de la tecnociencia están transformando nuestro mundo de forma a un tiempo inexorable y, posiblemente, irreversible.

El shock del futuro

A principios de los años setenta tuvo cierto eco popular y mediático un libro que nos alertaba sobre «la llegada prematura del futuro». Se trata de El shock del futuro del ensayista norteamericano Alvin Toffler, quien reflexionaba sobre la velocidad de cambio en una cultura como la nuestra, dominada por los efectos de la ciencia y la tecnología, y sometida a su excepcional capacidad transformadora.

La idea central del libro de Toffler puede exponerse de forma casi intuitiva y «familiar» con un ejemplo sencillo: hace sólo unos doscientos o trescientos años, nuestros antepasados nacían y aprendían a vivir en un mundo que, en grandes líneas, seguía siendo el mismo mundo donde acabarían sus días. Pocos cambios eran perceptibles en la vida de un ser humano. Pero a nosotros tal «comodidad» nos está ya vedada: el futuro se nos echa encima a marchas forzadas, y mucha de la responsabilidad de esta elevada tasa de cambio reside en las perspectivas de novedad que ofrece la moderna tecnociencia.

En los albores del nuevo milenio, el ritmo de cambio se ha hecho tan acelerado que hoy sabemos ya que el mundo en el que aprendemos a vivir y relacionarnos no será el mismo donde viviremos la mayor parte de nuestras vidas. El cambio preside nuestra civilización de una forma obsesiva, como no había afectado antes a nuestros antepasados. Estamos obligados a convivir con el futuro y los cambios que nos aporte.

Tecnociencia y magia

El número tres parece incorporar una curiosa atracción en los varios niveles en que se mueve la ciencia y sus consecuencias. Por poner sólo algunos ejemplos: tres son las leyes de Newton, tres las leyes de la robótica de Asimov y tres son también las leyes que en torno a la tecnociencia y algunas de sus características formulara Arthur C. Clarke.

La primera de esas tres leyes de Clarke fue expresada a principios de los años sesenta y se recoge en el libro de ensayos Perfiles del futuro, publicado en el año 1962: «Cuando un científico famoso pero ya de edad dice de algo que es posible, es casi seguro que esté en lo cierto. Cuando dice que es imposible, probablemente se equivoca». Más agresiva en la metodología que implícitamente sugiere, la segunda ley de Clarke reza: «La única manera de encontrar los límites de lo posible es ir más allá de esos límites y adentrarse en lo imposible».

Aunque plenas de sugerencias y dignas de comentario, no es éste el momento ni el lugar para matizar el alcance de tales formulaciones. Pero sí nos detendremos en la que, con toda seguridad, es la más famosa de esas leyes: la conocida como la tercera ley de Clarke. Fue formulada algo más tarde y ha sido, desde entonces, muchas veces citada y repetida. Con aplastante seguridad nos dice Clarke que: «Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia».

Es de suponer que, al formular esta tercera ley, Clarke, también autor de ciencia ficción, tenía en mente cualquier civilización avanzada extraterrestre o incluso una civilización humana del futuro. Es evidente que en ese hipotético caso, se trata de civilizaciones que pueden haber dispuesto de mucho tiempo para desarrollar una nueva tecnología, cuyos principios y bases teóricas han de quedar por fuerza muy lejanos de lo que hoy sabemos. Es fácil, entonces, que dicha tecnología pueda ser vista por un observador como nosotros, de forma que se confunda con la magia y lo sobrenatural.

Es algo parecido a lo que le sucedería a un hombre inteligente de, pongamos, la época del Imperio romano si pudiera ver lo que la tecnología nos permite hacer en la actualidad: volar a grandes velocidades o alcanzar la Luna, comunicarnos con el otro extremo del planeta de forma instantánea, curar enfermedades que para su época eran mortales de necesidad, disponer de armas de altísimo poder destructivo, y un largo y casi interminable etcétera.

Aunque, después de la inevitable sorpresa inicial, nuestro hipotético romano pudiera abordar un largo proceso de estudio para llegar a conocer el porqué de tales portentos, lo cierto es que, en un primer momento, el pobre antepasado traspasado a nuestro tiempo creería encontrarse ante la más poderosa de las magias. Falto de la explicación científica y gradual que el saber acumulado de los últimos dos mil años nos ha ido proporcionando, seguramente achacaría esos portentos hoy cotidianos a fuerzas sobrenaturales y del todo incomprensibles. La tecnociencia vista como magia.

El problema es que esa perplejidad del romano traído hasta hoy

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