Influencias biológicas y ambientales sobre la agresión
chombaEnsayo30 de Septiembre de 2012
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I N T R O D U C C I O N
En el presente trabajo analizaremos las “Influencias biológicas y ambientales sobre la agresión” con la intención e interés de comprender las causas básicas de este comportamiento en particular.
A pesar de los muchos tratados, ideas, corrientes y teorías, a la fecha, los entendidos en la materia no se ponen de acuerdo al respecto, sin embargo muy a pesar de ello y, quizás precisamente por esto tenemos la obligación de formarnos nuestra propia opinión o como hacemos ahora inclinarnos hacia una de las corrientes.
De todos los problemas de la humanidad, la agresividad es con certeza uno de los más urgentes, pues sabemos que si no aprendemos a comprender y a dominar nuestra agresividad, no estaremos aquí por mucho tiempo.
Instintos, capacidades biológicas, herencia, medio ambiente, sistema cerebral, normas sociales, aprendizaje, frustraciones, maltratos, etc., etc., es lo que analizaremos como aspectos influyentes en la conducta agresiva.
En años recientes un grupo de bien conocidos escritores afirmaron que “los seres humanos son inevitablemente asesinos: que por su herencia animal son genéticamente e instintivamente agresivos y no puede ser de otro modo”...
Qué tan cierta puede ser esta afirmación, lo veremos en las próximas páginas.
CONTROVERSIA
AGRESIVIDAD: Carácter agresivo. Desequilibrio psicológico que provoca la hostilidad de una persona a las otras que lo rodean. Definición del Pequeño Larousse Ilustrado, 1987.
¿Qué se entiende exactamente por agresión y/o conducta agresiva? Decimos que existe agresividad cuando provocamos daño a una persona u objeto (acción de agredir). Este daño puede ser físico o psíquico.
Es muy fácil agrupar gran número de acciones humanas bajo la rúbrica de agresión pero lo cierto es que para estudiar y comprender este tipo de conducta humana lo que hace falta es justo lo opuesto: intentar separar los diferentes hilos que constituyen esa conducta que denominamos agresiva.
En su libro La anatomía de la destructividad humana, Erich Fromm contempla dos tipos de agresión: describe uno como biológicamente adaptativo y al servicio de la vida; un tipo de agresión, según él, filogenéticamente programado y, común tanto a los animales como a los hombres. Ejemplo de ello, de acuerdo con Fromm, es el impulso a atacar o a huir cuando se encuentran amenazados intereses vitales. El otro tipo, la agresión maligna, como son la destructividad y la crueldad, no es biológicamente adaptativa. Este tipo de agresión se observa específicamente en la conducta de hombres como Hitler, Himmler, Goebbels y otros semejantes; es común únicamente a los hombres y brota de las condiciones de la existencia humana.
La popularidad de los escritos de quienes nos cuentan que el hombre es instintivamente agresivo, por herencia de sus ancestros prehistóricos y animales, proviene de que la mayoría de nosotros deseamos una explicación categórica de la “bestialidad” humana, capaz de relacionarla con nosotros mismos y con la conducta de los demás. Difícilmente podría haber una razón mejor para buscar explicación semejante.
La guerra es lo primero que viene a la mente cuando pensamos en la violencia. Como horror institucionalizado, racionalizado y sancionado estatalmente, la guerra es la forma final de la violencia a gran escala.
Incluso en tiempos de paz oficial, la violencia nos rodea.
El ataque a seres humanos por sus propios congéneres no es nada nuevo. Testimonios de violencia entre personas los hay tan antiguos como el hombre mismo. Uno de los actos iniciales de una de nuestras mitologías mayores es el asesinato de un hermano. Era tras era, siglo tras siglo, hasta la actual versión del periódico de esta mañana, la realización humana se ha visto casi siempre acompañada por
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