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Microbios


Enviado por   •  25 de Agosto de 2013  •  462 Palabras (2 Páginas)  •  224 Visitas

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Capítulo I

Hace 250 años, Antonio Van Leeuwenhoek fue el primero en asomarse a un nuevo mundo, que estaba poblado de millares de especies de seres pequeñísimos, algunos feroces otros mortíferos.

Leeuwenhoek nació en 1632, en Delft, la ciudad de los molinos de viento azules, de casas bajas y de los grandes canales. El padre de Antonio murió joven, la madre lo envió a una escuela preparatoria para que estudiara la carrera de funcionario público, pero a los 16 años arrimó los libros, y entró de aprendiz en una tienda de Ámsterdam.

A la edad de 21 años, se despidió de su jefe y regresó a Delft, se casó y abrió por su cuenta una tienda de telas. Muy poco se sabe de él durante los 20 años siguientes. Durante este periodo fue nombrado conseje de la casa consistorial de Delft, y se le despertó una extraña afición de tallar lentes. En aquel tiempo las personas cultas hablaban el latín pero Leeuwenhoek no sabía ni leerlo.

Visitó las tiendas de óptica y aprendió los rudimentos necesarios, para tallar lentes, frecuentó el trato con alquimistas y boticarios, curioseó sus métodos secretos de obtener metales de minerales, y se inició en el arte de los orfebres.

Montó sus lentes en cuadriláteros de oro, plata o cobre, que el mismo había extraído de los minerales por medio del fuego, con esto examinó las fibras musculares de una ballena y las escamas de su propia piel, observó ojos de buey quedando maravillado con la estructura del cristalino, miró lana de oveja, los pelos de castor y liebre, la masa encefálica de la cabeza de una mosca. Examinó cortes transversales de doce tipos de madera de árbol y el interior de las semillas de plantas, el aparato bucal de una pulga y las patas de un piojo.

El amigo de Leeuwenhoek; Regnier de Graaf, tuvo oportunidad de hacer muchas observaciones a través de los microscopios del investigador, y dio a conocer esto a la Real Sociedad de Londres, posteriormente, Leeuwenhoek escribió cartas a esta sociedad durante 50 años.

También examinó con sus lentes, toda clase de aguas, y en todas ellas encontró bichejos, muchos de ellos no igualaban el tamaño a un grano de arena. Asi fue como encontró un medio de cultivo magnifico para sus nuevos y dimunutos animalillos.

La real sociedad de Londres, tras comprobar los descubrimientos de microscopios compuestos especialmente por Roberto Hooke, nombró a Leeuwenhoek miembro de la sociedad, honor que fue el mejor premio que pudo recibir el investigador en su vida. En 1723 a la edad de 91 años, y en su lecho de muerte, pidió a su amigo Hoogvliet tradujera dos cartas que había encima de la mesa y las enviara a la Real Sociedad. Así traspuso el umbral de la muerte el primer cazador de microbios.

Capítulo II

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